España, como una bola de nieve

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Pedro Sánchez, presidente del Gobierno.

Años ha, cuando en la tierra alcarreña en que me crié caían aquellas nevadas, tan fuertes que obligaban a los campesinos a tener unos días de vacaciones forzosas, la chiquillería aprovechaba la novedad para disfrutar haciendo una bola de nieve.

Su formación era muy simple: se hacía una pelota inicial con las manos, se ponía en el suelo nevado y se hacía rodar, para que acumulase cada vez más nieve, hasta conseguir un diámetro que superaba nuestra altura.

En este país, llamado todavía España, tenemos ya muy desarrollada una bola enorme no de nieve, sino de desvergüenza, corrupción, latrocinio, estupidez y engaño, y vemos, casi todos atónitos y muchos hasta alarmados, cómo crece y crece y crece, sin que haya un ápice de esperanza que nos vaticine cuándo va a dejar de rodar. La previsión es, más bien (digamos mejor “más mal”) aterradora. Este monstruo que crece y crece y crece, en vez de detenerse, sigue y sigue y sigue, nutriéndose con voracidad y sin limitación de los exagerados impuestos que sangran al sufrido pueblo.

Para los observadores sensatos (entre los que considero a muchos medios de difusión no sólo nacionales, sino también extranjeros) y cualquiera que sea el punto de vista desde donde la mires, España ofrece siempre la misma imagen: corrupción, desvergüenza y estupidez.

Es casi seguro que nuestro Gobierno repugnante, miserable y mafioso, trataría de rebatir mis argumentos con las mendaces declaraciones carentes de argumentos del repelente Bolaños, que no sirven para camuflar la realidad, sino para embaucar a ingenuos. No hace falta tirar de la manta: toda la podredumbre está a la vista y cada día es más evidente y voluminosa.

Como oposición, tenemos un VOX que está continuamente en la diana del resto de partidos y es víctima de acusaciones e incluso de agresiones, provenientes de los que los acusan de difundir un discurso de odio, a todas luces inexistente. Es patente su actividad contra los corruptos; pero la fuga de cerebros no deja de ser inquietante.

Tenemos un PP acomodaticio que, a pesar de la gravedad de la situación, se comporta como el perro que ladra, pero no muerde, cuando debía hacerlo con saña.

En cuanto al Partido Sanchista, aseguro con tenaz rotundidad que es terriblemente fascista. ¡Sé lo que digo! Su afán por acaparar todos los poderes del Estado es el mismo que tuvieron Mussolini, Hitler, Stalin, Franco, Castro, Maduro y, en resumen, cualquiera de tantos dictadores que han llenado de oprobio muchas páginas de la Historia.

Cuando el Partido Sanchista recibe un reproche de la oposición, jamás responde con un argumento lógico: no habla del tema de la acusación que se le hace, sino que se remonta a antaño, para sacar a relucir la época corrupta del PP, en la que, por descontado, los escaños y los puestos de dirección estaban ocupados por otras personas. Lo que ahora nos afecta y queremos erradicar es la descomunal corrupción actual, producida por ellos y no la de hace lustros o décadas, que es como agua pasada, que no mueve molino; pero ellos jamás aportan una justificación que anule la acusación. ¡No la tienen!

Hablar del aluvión de querellas que anega a personas que ya son tristemente famosas, como Begoña, Ábalos, Koldo, Barrabés y un amplio etc., en el que figura nuestro inamovible Número 1, es ya algo pasado de moda, obsoleto y sólo nos queda esperar que lo mal llamado Administración de Justicia actúe con ecuanimidad y el Tribunal Constitucional no aplique después su candidez habitual.

Y, para colmo de males, nos abruma con fuerza la congoja y el profundo dolor por el sufrimiento de nuestros hermanos afectados por el cruel ataque de una naturaleza desbordada, agravado por la desidia (quién sabe si intencionada) de los políticos que reciben buenos sueldos para que velen por nuestra seguridad.

Su dimisión es completamente lógica: si su desidia ha sido intencionada, deben dimitir por criminales; si ha sido involuntaria, por tontos, ineptos y descerebrados. Los españoles no queremos políticos de esta calaña, que destrozan nuestra Patria.

Y ahora veremos el colmo de la perfidia, lo que demuestra algo que he dicho muchas veces: en España, el honesto es perseguido y el delincuente goza de protección oficial.

La Bego, de quien se sospecha que es delincuente, cuenta con el apoyo de la Fiscalía y la Abogacía del Estado. ¿Con qué ayuda cuentan esos tres ciudadanos que, en un momento de lógica enajenación mental transitoria, producida por un dolor insuperable, agredieron el coche en que huía nuestro cobarde Amado Líder? Si el Nº. 1 y Marlasca tuviesen conciencia, hubiesen hecho la vista gorda y hubiesen respetado el dolor que propició aquel acto.

Espero que el juez que los juzgue aplique el Código Penal, que dice:

Artículo 20.

Están exentos de responsabilidad criminal:

1.º El que al tiempo de cometer la infracción penal, a causa de cualquier anomalía o alteración psíquica, no pueda comprender la ilicitud del hecho o actuar conforme a esa comprensión.

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