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Científicos lanzan la alarma: esta actividad en los océanos está poniendo en jaque la vida de algunas especies

Los océanos
Janire Manzanas
  • Janire Manzanas
  • Graduada en Marketing y experta en Marketing Digital. Redactora en OK Diario. Experta en curiosidades, mascotas, consumo y Lotería de Navidad.

Un nuevo estudio de la Universidad de Hawái en Manoa alerta sobre una amenaza creciente para la biodiversidad marina: la minería submarina, la cual ha crecido notablemente en los últimos años impulsada por la búsqueda de metales como el cobalto, el níquel y el manganeso, esenciales para la fabricación de baterías. Sin embargo, el estudio, liderado por el oceanógrafo Aaron Judah, revela que más de 30 especies de peces cartilaginosos (entre ellos tiburones, rayas y quimeras) se encuentran gravemente amenazadas por esta actividad industrial.

«La minería de aguas profundas representa una nueva amenaza potencial para este grupo de animales, vital tanto para el ecosistema oceánico como para la cultura e identidad humanas», afirmó Aaron Judah, autor principal del estudio y estudiante de posgrado en oceanografía de la Escuela de Ciencias y Tecnología Oceánicas y Terrestres (SOEST) de la Universidad de Hawaii. Por su parte, el profesor Jeff Drazen, autor senior, comentó lo siguiente: «debido a su vulnerabilidad, estas especies deberían ser considerados en las discusiones actuales sobre los riesgos ambientales de la minería submarina».

Una amenaza invisible para los océanos

Los ecosistemas de aguas profundas, que comienzan a unos 200 metros de profundidad y pueden alcanzar los 6.000, albergan especies que evolucionaron durante millones de años en condiciones de luz, presión y temperatura muy específicas. Ahora, la minería submarina amenaza con alterar ese frágil equilibrio. Al remover grandes extensiones del lecho marino, las máquinas mineras generan lo que los expertos llaman «plumas de descarga»: nubes de sedimentos finos cargados de metales pesados que se dispersan con las corrientes, afectando a organismos situados a kilómetros de distancia.

El estudio señala que el 60% de las especies analizadas ya están incluidas en la Lista Roja de la UICN. «Establecida en 1964, la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza ha evolucionado para convertirse en la fuente de información más exhaustiva del mundo sobre el estado global de conservación de especies de animales, hongos y plantas.

La Lista Roja de la UICN es un indicador crítico de la salud de la biodiversidad del mundo. Mucho más que una lista de especies y su estado, es una poderosa herramienta para informar y catalizar acciones para conservación de biodiversidad y cambios de políticas. Provee información acerca de distribución, tamaño poblacional, hábitat y ecología, uso y/o tráfico, amenazas, y acciones de conservación que ayudarán a brindar información para decisiones de conservación necesarias», detalla la UICN.

El informe identifica las especies más amenazadas por la minería submarina: la mantarraya gigante (Mobula birostris), la quimera de nariz puntiaguda (Harriotta raleighana), la raya chocolate (Rajella bigelowi), el tiburón ballena (Rhincodon typus), el tiburón megaboca (Megachasma pelagios) y el tiburón pigmeo (Euprotomicrus bispinatus).

Una industria que crece a toda velocidad

La expansión de la minería submarina se explica por el auge de la demanda mundial de minerales necesarios para la transición energética. Las empresas mineras han puesto su mirada en los fondos marinos del Pacífico y el Índico, donde se concentran enormes reservas de nódulos polimetálicos. En total, las áreas de exploración ya superan los 2,3 millones de kilómetros cuadrados, una extensión 23 veces mayor que la ocupada por la minería terrestre.

«La minería submarina conlleva una serie de consecuencias graves para los ecosistemas marinos y las comunidades humanas que dependen de ellos. En primer lugar, provoca la destrucción definitiva de hábitats y la pérdida de biodiversidad. Además, genera la liberación de productos químicos tóxicos, residuos industriales y penachos de sedimentos que pueden extenderse a grandes distancias, afectando a especies pelágicas y bentónicas. A esto se suma la contaminación acústica, que interfiere con la comunicación, navegación y comportamiento de ballenas, delfines, tortugas marinas y numerosos peces. Otro efecto preocupante es que se hipotecan posibles descubrimientos y avances científicos futuros. Finalmente, la actividad minera altera los medios de vida y las fuentes de alimento de las comunidades costeras», alerta WWF España.

El problema, advierten los expertos, es que esta industria avanza más rápido que la legislación. La Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA), el organismo de Naciones Unidas encargado de regular la actividad en aguas internacionales, ha recibido presiones para aprobar permisos de explotación.

«Estamos ante una frontera tecnológica sin precedentes, pero también ante un vacío regulatorio. Sabemos que las especies de aguas profundas crecen lentamente y se reproducen tarde. Si sus hábitats son destruidos, no habrá forma de recuperarlos en siglos», señala Judith.

Ciencia y conservación

Para mitigar los daños, el equipo de la Universidad de Hawái propone una serie de medidas urgentes. Entre ellas:

  • Actualizar las evaluaciones de impacto ambiental para incluir explícitamente a las especies cartilaginosas.
  • Implementar programas de monitoreo antes, durante y después de las operaciones.
  • Establecer zonas de exclusión y áreas marinas protegidas alrededor de los sitios de minería.
  • Controlar la profundidad de descarga de los sedimentos, recomendando que no superen los 2.000 metros.
  • Incorporar nuevas tecnologías, como cámaras cebadas y marcadores electrónicos, para seguir los movimientos de tiburones y rayas en tiempo real.

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