Las relaciones entre EEUU y Turquía están al borde de la congelación
El Congreso de EEUU ha aprobado una resolución denominada “Expressing concern for the United States-Turkey Alliance” en la que los legisladores muestran su intranquilidad por los últimos acontecimientos que han deteriorado las relaciones bilaterales entre los dos países.
El Congreso de EEUU ha aprobado una resolución denominada “Expressing concern for the United States-Turkey Alliance” –“Expresando preocupación por la alianza EEUU-Turquía”– en la que los legisladores muestran su intranquilidad por los últimos acontecimientos que han deteriorado las relaciones bilaterales entre los dos países. En el texto, se expone también una crítica al sistema judicial de Turquía y la política exterior ejercida por el presidente, Recep Tayyip Erdogan, y su Ejecutivo.
La reacción turca no se ha hecho esperar. Así, en una nota publicada por el Ministerio de Exteriores, se califica a la resolución como “no coherente con la amistad y la alianza profundamente arraigadas” entre ambas naciones y se declara la imposibilidad de “aceptar las acusaciones injustas e infundadas” que aparecen en el documento contra determinados sectores públicos de Turquía. La nota concluye advirtiendo a EEUU de que “el uso del lenguaje de amenazas y sanciones […] no son aceptables”.
En la resolución, que fue presentada ante el Congreso de EEUU hace justo un mes, el 10 de mayo, se critica con firmeza y se define como “profundamente problemático” algunos aspectos de la política exterior y nacional de Turquía: la “cooperación con Rusia e Irán, su ocupación militar en el norte de Chipre, su retroceso de las normas e instituciones democráticas, incluidos sus ataques a la prensa libre y sus continuas detenciones injustas de ciudadanos estadounidenses y del personal de la Embajada de Estados Unidos”. Con esta última denuncia, los congresistas se refieren, entre otros, al incidente que tuvo lugar el pasado 30 de enero, cuando un tribunal de Turquía condenó a un trabajador del consulado estadounidense de Adana a cuatro meses y medio de cárcel por mantener supuestos lazos con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK, por sus siglas en kurdo).
No obstante, el hecho que se ha configurado como el detonante de este periodo de enfriamiento de las relaciones bilaterales ha sido el acuerdo que Turquía alcanzó para adquirir el sistema de defensa aéreo antimisiles S-400 de Rusia. La compraventa, que se negoció entre julio y diciembre de 2017, entró en una nueva etapa tras la celebración del octavo consejo de alto nivel entre Rusia y Turquía a principios de abril de este año, pues durante el encuentro entre Erdogan y su homólogo, Vladimir Putin, salieron a la luz los detalles de la operación: Ankara desembolsará 2.500 millones de dólares y para julio de este año, está previsto que Moscú comience a suministrar el sistema antimisiles.
La instalación del mismo tendría lugar en el próximo otoño. Esto ha sido confirmado por el vicecanciller ruso, Serguéi Riabkov, que ha manifestado este martes que todos los compromisos derivados del acuerdo “serán cumplidos plenamente y a tiempo” y ha descrito la resolución de este lunes como un “chantaje abierto y cínico”.
Con estas cifras y estas fechas sobre la mesa, EEUU se vio obligado a reaccionar, pues en enero de 2019, el Gobierno estadounidense realizó una oferta a Turquía para que comprase el sistema de defensa aérea antimisiles Patriot, con la condición de que no adquiriese el S-400, lo que finalmente salió adelante. Así, en la resolución del 10 de mayo se podía leer lo siguiente: “La adquisición por parte de Turquía del S-400 de fabricación rusa socava la seguridad de los aliados de los EEUU y la OTAN y debilita la relación entre los Estados Unidos y Turquía”.
En este sentido, el presidente del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes y firmante de la resolución, Eliot Engel, advertía tras la aprobación del documento: “Este es un tema en blanco y negro; no hay un punto medio […] O bien el señor Erdogan cancela el acuerdo ruso, o no lo hace. Y no hay futuro para Turquía en el que tenga tanto armas rusas como F-35 estadounidenses. No hay una tercera vía. No hay un camino para la mitigación que le permita a Turquía tener su tarta y comerse la de los demás también. No podemos arriesgarnos a exponer nuestra tecnología de seguridad nacional a Rusia”.
Las medidas que ha adoptado Washington se han producido también en esta línea: el Pentágono, a instancias de la resolución en la que se le pedía a Turquía que cancelase la adquisición rusa, bloqueó la entrega de un centenar de cazas F-35 de quinta generación a Ankara – el modelo por excelencia utilizado en las Fuerzas Armadas turcas – a través de la suspensión del suministro de material necesario para la llegada de los aviones a territorio turco. Del mismo modo, también canceló el programa de entrenamiento de los pilotos en este tipo de avión de combate.
Cabe recordar que Turquía estaba considerado por EEUU como “un socio fundamental” en el programa F-35 Joint Strike Fighter desde 2002, pues participaba en la producción industrial y en la fabricación de diversos componentes de los F-35, pretendía albergar una instalación de mantenimiento para los operadores regionales de los F-35 y existían planes de inversiones en el programa por valor de más de 1,25 mil millones de dólares, así como la compra de 100 aviones F-35.
Además de la ruptura de los negocios entre EEUU y Turquía, el distanciamiento se materializó con la petición de los congresistas de implementar en su totalidad las penalizaciones recogidas en la Ley contra los adversarios de Estados Unidos mediante las sanciones (Countering America`s Adversaries Through Sanctions Act), firmada en 2017 y por la que se emitieron sanciones contra Rusia, Irán y Corea del Norte. Desde ese mismo año, se han sucedido las sanciones económicas estadounidenses aprobadas contra intereses turcos y las respectivas contramedidas del Gobierno de Erdogan contra determinados sectores del mercado de EEUU.
Las relaciones entre ambas naciones, lejos de estabilizarse, siguen enfriándose por la proliferación de otros focos de tensión actualmente abiertos, además de la compraventa de sistemas de defensa, como el papel de los kurdos en la guerra de Siria.