Estados Unidos rompe sus negociaciones con Rusia para buscar una solución en Siria

Kerry-Lavrov
John Kerry y Sergei Lavrov durante la cumbre de Viena sobre Siria (Foto: Reuters)

La guerra en Siria vuelve a enconarse. No ya por los bombardeos incesantes a la población, sobre todo, en la ciudad de Alepo. Sino porque los dos países con verdadero poder para buscar soluciones negociadas, Estados Unidos ha roto sus negociaciones con Rusia después de haber propiciado dos raquíticas treguas en los últimos meses.

Washington ha suspendido, pues, la reactivación de un alto al fuego en Siria y la creación de equipos conjuntos con Moscú para enfrentar a los yihadistas, según ha informado este lunes el Departamento de Estado. «Ésta no es una decisión tomada a la ligera», dijo John Kirby, el portavoz del Departamento de Estado, acusando a Rusia y a su aliado sirio de la intensificación de los ataques en áreas civiles.

Después de un año de que Moscú decidiera, por sorpresa, intervenir en la guerra de Siria en favor del régimen de Bashar al Assad, el autodenominado estado Islámico ha retrocedido en sus posiciones empujado por las tropas gubernamentales por un lado –apoyadas por los aviones enviados por Putin– y por las milicias kurdas y los rebeldes presuntamente democráticos –bajo el patrocinio de Obama–.

El pasado septiembre, John Kerry, secretario de Estado de EEUU, y Serguei Lavrorv, ministro de Exteriores ruso, trazaron los planos de una endeble tregua que, endeble, logró abrir una rendija a la esperanza entre los sirios. Si el alto el fuego llegaba a estar vigente una semana, ambos países se comprometían a crear un mando conjunto en el terreno para separar el grano de la paja –los terroristas de los rebeldes- con un criterio común, para buscar una salida política y negociada al conflicto que lleva más de cinco años, más de 300.000 muertos, más de ocho millones de desplazados…

Pero todo se fue por la escotilla de un avión de la coalición liderada por Estados Unidos que bombardeó a las tropas del Gobierno de Assad, presuntamente de modo accidental. Así, mientras Rusia señalaba a los líderes militares de Washington como “imprudentes” y el dictador sirio, Bashar al Assad, les reclama explicaciones ante un “acto de provocación bélica”, el Ejército oficialista decretó el fin de la tregua que se presentaba como última esperanza de un trabajo conjunto de las potencias internacionales.

Pocas horas después, un convoy de Naciones Unidas y de la Media Luna Roja lleno de toneladas de ayuda en forma de alimentos y medicinas para los civiles de Alepo era bombardeado a las afueras de la sitiada ciudad. Todos los dedos de la comunidad internacional señalaron al ejército de Assad e incluso el Observatorio Sirio de Derechos Humanos –OSDH, la ONG con base en Londres pero con personal en el terreno que es comúnmente considerada la única fuente fiable de información dentro del conflicto– se atrevió a sugerir que había sido un avión de bandera rusa el causante de tamaña agresión.

John Kerry declaró ese 19 de septiembre que “Estados Unidos no puede colaborar con Rusia en la guerra de Siria” y las Fuerzas Armadas sirias anunciaron el fin de la tregua decretada el 12 de septiembre por siete días y acusó a los grupos rebeldes de no haberla respetado.

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