Cameron advierte en el inicio de la cumbre de Bruselas: «No aceptaré un acuerdo que no sea el que queremos»
David Cameron, ha doblado la apuesta a su llegada Bruselas. Ante los micrófonos de la prensa, el primer ministro británico ha dejado claro que no le vale cualquier acuerdo, que llega a la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno dispuesto a dar la batalla y a no volverse a Londres con las manos vacías.
La tensión se mascaba en el ambiente y en los pasillos de la cumbre europea de Bruselas que examinará las demandas británicas para seguir en la Unión Europea. «Si podemos tener un buen acuerdo lo tomaremos, pero no me quedaré con un acuerdo que no responda a las necesidades» de Gran Bretaña, ha dicho.
El último borrador que circulaba este jueves por la mañana, un documento de 18 páginas utilizado como base de negociación, aún contiene varios párrafos entre paréntesis, es decir, aún por resolver.
La cumbre se anuncia «decisiva», ha vaticinado antes el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, subrayando que estaban «en medio de negociaciones aún muy difíciles y sensibles».
Por su parte, el presidente francés, François Hollande, ha tratado de engrasar los goznes del acuerdo. Para él, «es posible» un compromiso siempre que la UE no retroceda. ¿Qué es retroceder? Probablemente, cualquier cosa que no esté en e texto final que se apruebe. Como es habitual en la diplomacia europea, siempre hay un apartado de un artículo de un tratado que soporta cualquier nueva burocracia.
España
No suele ser el Gobierno de Rajoy una delegación especialmente beligerante con nada en Bruselas. Ni especialmente activa. Ni especialmente clara en sus posiciones, casi siempre apegadas a lo que diga «la mayoría». El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, ha defendido la permanencia de Reino Unido en la UE pero ha reclamado que las restricciones a la libre circulación de trabajadores en el bloque «deben ser las mínimas» y ha prometido que España mantendrá «una actitud constructiva».
En el plano bilateral, Rajoy ha recordado que Reino Unido es el principal destino de las inversiones españolas en el extranjero y el tercer socio comercial de España, sólo por detrás de Francia y Alemania, además de ser «el primer emisor de turistas» de todo el mundo a nuestro país. «Tenemos unas relaciones bilaterales estupendas», ha incidido.
Rajoy ha preferido hablar en el Parlamento Europeo antes que a su llegada a la cumbre del Consejo, donde ha pasado de largo ante los periodistas, al contrario que la mayoría de sus colegas europeos.
Euroescépticos
Cameron, presionado por el ala euroescéptica de su partido y las formaciones antieuropeas, prometió organizar un referéndum sobre la permanencia de Reino Unido en la UE. De cara a esta consulta pidió reformas a sus 27 socios, que dejaron en evidencia las divisiones del bloque.
De no alcanzarse un acuerdo, Cameron dijo que todo es posible, incluso que su país sea el primero en abandonar la UE. Pero el primer ministro británico busca salir airoso de esta cita lo que le permitiría organizar en unos meses la prometida consulta, posiblemente en junio.
Con esa perspectiva, presentó sus peticiones en noviembre. A principios de febrero, Donald Tusk hizo una serie de propuestas que fueron negociadas entre los miembros del bloque.
Entre las demandas, está obtener salvaguardas para los países que no utilizan el euro –y que las decisiones de los 19 países que utilizan la moneda única no se haga en detrimento de los otros–, aumentar la competitividad y una opción de mantenerse al margen de una mayor integración de la UE.
Cameron pidió además poder para limitar las ayudas sociales a los extranjeros en el Reino Unido, su reclamo más controvertido, con el que busca frenar la inmigración europea.
Esto provocó encendidas críticas en el bloque del Este, donde las tacharon de discriminatorias. Pero el miércoles Cameron recibió el crucial apoyo de la canciller alemana, Angela Merkel, que consideró la mayoría de sus peticiones «justificadas».
Sobre este punto, Bruselas ofreció un «freno de emergencia» para limitar el acceso a los beneficios para los nuevos inmigrantes durante cuatro años, al que podrá recurrir Londres si considera que su sistema de asistencia social está saturado por las demandas.
Además, para Francia sería inaceptable que Londres acabara con un derecho a veto sobre las decisiones de la Eurozona, y, al mismo tiempo, Londres no quiere que estas decisiones afecten a la City. Siempre habrá un mecanismo alambicado que contente, negro sobre blanco, a ambas partes.
Tusk y Juncker
Desde que Tusk hizo las propuestas, los diferentes protagonistas multiplicaron sus consultas así como los viajes para intentar obtener apoyos y limar las diferencias antes de la cumbre. Y no hay mucha esperanza, al menos por ahora.
«Luego de mis consultas de las últimas horas debo decir francamente: aún no hay garantías de que alcancemos un acuerdo», escribió el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, en su carta de invitación a la cumbre.
«Tenemos diferencias sobre algunos puntos y soy consciente de que será difícil superarlas», agregó Tusk, pidiendo a los jefes de Estado que sean «constructivos».
En una conferencia de prensa este jueves, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, dijo que se siente confiado. «Aún no está hecho [un acuerdo] pero se terminará sellando» un acuerdo, aseguró.
Hay una baza negocviadora clave de los británicos: todos los presentes saben que una salida de Reino Unido de la UE sería peor que las concesiones que deben hacer los Estados miembros para que permanezca en el bloque.
El jueves los jefes de Estado y de gobierno tendrán una primera sesión de trabajo. Por la noche habrá reuniones bilaterales para limar las diferencias.
Y en una sala contigua, explicaron fuentes europeas, habrá un «batallón de abogados» encargados de traducir las decisiones que se tomen en textos legales «vinculantes e irreversibles».
Los reclamos reflejan la tradicional visión de Londres de lo que debería ser la Unión Europea –un gran mercado abierto– frente a los países que quieren hacer del bloque una unión más política.