El Brexit reaviva las tensiones en Irlanda del Norte

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Varios británicos protestan frente al Palacio de Westminster por el Brexit. Foto: Europa Press

El triunfo en las urnas del tory Boris Johnson está avivando las tensiones y enrareciendo el clima social en Irlanda del Norte. El plan del Gabinete conservador para ejecutar el Brexit despierta recelos en los sectores “unionistas” protestantes del Úlster, que temen la creación de una unión aduanera con la república de Irlanda. Por su parte, los grupos católicos republicanos observan el panorama, con la esperanza de vislumbrar un colapso eventual de la arquitectura territorial de la isla que pueda finalmente materializar sus aspiraciones de unificación.

Tradicionalmente, la comunidad protestante de Irlanda del Norte se ha dedicado históricamente a evitar cualquier política que acerque el Úlster a Dublín. En un ambiente marcado por la inestabilidad política y la incertidumbre generada por los posibles escenarios derivados del Brexit, los grupos paramilitares engrosan exponencialmente sus filas. Con la suma de estos dos factores, se produce una peligrosa reacción ante el denominado backstop. Esta medida del Gobierno de Londres propone mantener a Irlanda del Norte en una unión aduanera con el resto de la Unión Europea, de no alcanzarse un acuerdo mejor, por mor de evitar las fronteras físicas en la isla. Dicha división finalizó con la firma en los Acuerdos de Viernes Santo de 1998.

Para el Partido Unionista Democrático (DUP) -ganador en las circunscripciones del norte del Ulster- el backstop implicaría consecuencias catastróficas que darían alas a la futura reunificación de Irlanda en la forma de una república. En contrapartida, el Sinn Féin -vencedor en las circunscripciones sur- observa el fenómeno como un argumento más a favor de sus postulados políticos. Este clima de tensión se ha trasladado también a las calles, en una región del Reino Unido divida en dos comunidades igualmente preocupadas. Si bien una teme el olvido del resto de la nación británica, la otra recela de una posible barrera que les separe aún más del resto de irlandeses.

En el transcurso de este año, los denominados “ataques de castigo” se han elevado en número. Ambas comunidades desconfían de sus representantes políticos y tratan de consolidar el control en sus zonas de dominio. Los sectores republicanos prefieren, en muchas ocasiones, tomarse la justicia por su cuenta, puesto que los miembros de la policía del Ulster (RUC) son mayoritariamente protestantes. Mediante esta práctica, que hace uso extensivo de amenazas y violencia armada, los paramilitares ejercen su propia idea de justicia sancionando las conductas de sus vecinos, en función de sus faltas. La mayoría de las víctimas son jóvenes varones con historial de delincuencia por menudeo de drogas, vandalismo o robo.

De una forma idéntica, la facción unionista responde a estos ataques con el mismo método. El despliegue de terror callejero no es nada nuevo en Irlanda del Norte. Sin embargo, las condiciones de crispación actual avivan una violencia sectaria relativamente dormida desde la rúbrica del entendimiento entre las dos partes.

A medida que los grupos armados nutren sus filas de jóvenes, la disensión generada por el Brexit agrava una división social que allana el terreno al argumentario extremista. El hecho de que la actual derivada en la salida del Reino Unido de la UE pueda implicar cualquier tipo de acercamiento entre las dos Irlandas reactiva la actitud de autodefensa que promulgan las agrupaciones paramilitares protestantes, frente a las cuales surge el mismo efecto en las facciones opuestas. En esta línea, los paramilitares republicanos se preparan para responder ante cualquier agresión de sus oponentes, provocada por el nuevo mapa político y económico de Irlanda del Norte.

La mayoría absoluta de Johnson le otorga un margen suficiente para proseguir con sus planes. No obstante, un débil acuerdo de Brexit a los ojos de los unionistas del Ulster pone en peligro su concepción de identidad nacional y cercanía efectiva a la Gran Bretaña, a la vez que permite a los católicos republicanos empujar en dirección contraria. Llegados a tal punto, miembros históricos del DUP como Sammy Wilson, urgen al primer ministro británico a dar luz verde a un proyecto de puente que una Escocia con Irlanda del Norte. De momento, a la espera de nuevas noticias de Londres y Bruselas, la tensión incrementa en los 26 distritos bajo la jurisdicción del Parlamento de Stormont, en Belfast.

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