Historia

¿Quién fue Maurits Escher, el genio de los mundos imposibles?

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Mano con esfera reflejante de Escher, 1935

Inclasificable y genial. Así podríamos describir la obra de este fantástico dibujante holandés que dejó huella en muchos artistas posteriores gracias a sus mundos imposibles, y que quedó diluido entre tanto gran artista del surrealismo de principios del siglo XIX. Maurits Cornelis Escher, conocido como M.C Escher, es uno de esos artistas que nacen una vez en la vida y que todo el mundo debería conocer.

El holandés experimentó todo tipo de espacios paradójicos muy alejados de los habituales modos de representación, estando a la altura de otros autores como Dalí, Picasso y otros autores que dejaban su impronta en cada una de sus obras.

Nació en Leeuwarden, en el norte de los Países Bajos. En 1919, por imposición de su padre, entró a estudiar Arquitectura y Artes Decorativas en Haarlem. Poco después abandonaría y pasaría a ser el discípulo de uno de sus profesores de artes gráficas, Samuel de Mesquita. 

En 1922 se traslada a Italia donde permaneció hasta 1935, y en donde desarrolló algunos de sus bocetos de paisajes. Fueron sus visitas a España, especialmente a Granada, contemplando la Alhambra, lo que le inspiró para hacer algunos de sus dibujos más famosos y por los que hoy se le recuerda.

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A lo largo de su productiva carrera artística, realizó más de 400 litografías, grabados en madera y unos 2000 dibujos. Todos los críticos de arte coinciden en que es muy complicado explicar el mundo de Escher, tanto que no son capaces de clasificarlo en un movimiento concreto, además de dejar múltiples interpretaciones de sus obras.

Según su biógrafo oficial, Bruno Erns, las obras de Escher recorren tres temas principalmente, aunque en su mayoría, tienen un estilo propio que se entremezcla. La superficie, el espacio y la tridimensionalidad fueron una constante en cada uno de sus dibujos y bocetos, que tendrían como resultado figuras imposibles, laberínticas e inimaginables.

Actualmente, gran parte de su obra se guarda en el Museo Escher de La Haya, después de que el autor muriese en 1972.

Algunas de sus obras más conocidas

Conocer la obra completa de Escher es casi una tarea imposible por la multitud de piezas y dibujos que creó. Sin embargo, fue después de su muerte cuando el autor ha sido influencia en muchos aspectos para artistas de otros campos. Por ejemplo, videojuegos como Monument Valley beben del legado del holandés, al igual que película como Origen o Dentro del Laberinto.

Una de sus obras más recurrentes y conocidas es Mano con esfera reflejante creada en 1935. Se trata de un retrato propio del autor, pero con su marca personal. Escher sujeta una esfera que le permite una curvatura casi imposible que refleja toda la habitación del artista, además de reflejar en el centro sus dos ojos, tal y como él mismo describió: «La cabeza del artista, o más exactamente el punto situado entre sus ojos, se encuentra en el centro del reflejo. Muévase como se mueva, siempre quedará en el centro».

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Otra de sus obras más conocidas, Banda sin fin, de 1956, el autor holandés se sale de su estética arquitectónica para observar, a su manera la realidad. Se trata de un retrato de sí mismo y de su mujer con formas tridimensionales, además de crear un simbolismo común en las bandas que se están entremezclando.

En su obra para retratar a su mujer junto a su cara, los ojos se miran profundamente y lo definió como una banda sin fin que representaba la unidad de lo dual.

Arquitectura imposible

La obra de Escher está llena de dibujos que reflejan una arquitectura imposible de recrear en la acción humana. Son muchos los trabajos en los que el autor desarrolló su concepto arquitectónico en donde las escaleras infinitas, la sensación de laberinto y la visión tridimensional del espacio, se convierten en una constante para el autor.

En 1961 desarrolló uno de sus dibujos más famosos y cautivadores. Se trata de Cascada, aparentemente sencillo pero lleno de significados y perfeccionamiento. El efecto visual que producen las dos torres, el curso del agua casi de manera constante y las construcciones geométricas, convierten esta Cascada en una de las obras más significativas del trabajo de Escher.

Por último, al igual que en Cascada, Escher utilizó sus recursos de arquitectura para crear en 1953, Relatividad. En esta obra, el espacio sigue siendo casi infinito y laberíntico, pero su idea fue la de jugar con la gravedad de los personajes que aparecen representados en el dibujo.

Pero todo parece tener lógica en este documento del holandés. Existen tres elementos gravitatorios, cada una en relación octogonal con el siguiente. Tal y como analizó el autor, «dos habitantes de mundos distintos no pueden andar sobre el mismo suelo, estar sentados o de pie, ya que no coinciden las ideas que tienen de lo que es horizontal o de lo que es vertical», comentando que cada personaje parece ignorar al resto de la imagen y está centrado en su relatividad y gravedad propia.

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