Iglesias pone nervioso a Sánchez: sus salidas de tono preocupan en Moncloa y le piden «moderación»

El presidente, Pedro Sánchez, le dio un toque de atención al vicepresidente Pablo Iglesias aunque ambos mantienen intacto el acuerdo de coalición

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Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en el Congreso. (Foto: EFE)
Joan Guirado

Cuando Pedro Sánchez decía que no podría dormir tranquilo con Podemos en el Gobierno «lo decía por cosas como esta», resumía un colaborador cercano del presidente del Gobierno, ayer al mediodía, minutos después de escuchar las palabras del vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, defendiendo a los golpistas catalanes en el Congreso de los Diputados.

La intervención del número 3 del Ejecutivo durante la comisión de reconstrucción, este jueves, ha sentado como un jarro de agua fría en el complejo de La Moncloa. Iglesias ha defendido que Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, ex presidentes de la ANC y Òmnium Cultural, respectivamente, condenados a nueve años de cárcel por su papel en el referéndum ilegal del 1 de octubre, son «dos demócratas que deberían formar parte del debate político».

En esa misma comisión, el vicepresidente del Ejecutivo defendió que él estaba dispuesto a negociar con el ex presidente de la Generalitat Carles Puigdemont, fugado de la justicia española. Una declaración de intenciones de Iglesias que choca con el discurso oficial del Gobierno. El Gabinete no le reconoce como actor político, para no dar alas al independentismo, y cualquier manifestación del vicepresidente segundo puede echar por tierra todo el trabajo realizado hasta ahora.

Tras esas declaraciones, en las que reclamó «superar desde el consenso y el diálogo un conflicto político que ha hecho mucho daño», Iglesias se desplazó al Palacio de La Moncloa para almorzar con el presidente Pedro Sánchez. Es una cita habitual de los jueves en la agenda de ambos. Le pidió explicaciones por esas manifestaciones y le exigió «moderación». El presidente estaba molesto y no podía disimularlo.

Moncloa no quiere que el independentismo pueda usar las palabras de un miembro del Gobierno para continuar con su desafío separatista. Intervenciones como la de este jueves de Pablo Iglesias, apuntan en el entorno de Sánchez, dan «munición» al Govern de Quim Torra para pasearse por el mundo reivindicando un referéndum pactado que el Ejecutivo no se plantea.

El ‘artefacto’ Iglesias

La relación entre el presidente y el vicepresidente segundo del Gobierno, pese a todo, es buena. Cuando hay algún incendio entre los socios de la coalición son ellos, mano a mano, los que buscan la solución al problema. Sánchez e Iglesias, junto a otros ministros y colaboradores del PSOE y Podemos, se reúnen cada lunes en los maitines monclovitas. Los jueves almuerzan.

Pese a esa buena relación entre ambos, cosa que no tiene Iglesias con otros compañeros de Gabinete como la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, la tercera, Nadia Calviño, u otros ministros como María Jesús Montero o Juan Carlos Campo, la paciencia de Sánchez también tiene un límite. Y declaraciones como las del líder de Podemos, admiten en su entorno, ayudan a superarlo.

En el complejo presidencial consideran un «artefacto» al número 3 del Ejecutivo con salidas de tono como las que tuvo ayer con VOX. En Moncloa, donde el marketing cuenta más que las políticas reales, son conscientes de que ese tipo de declaraciones por parte de un vicepresidente no son de recibo y no ayudan a tender puentes con la oposición.

A día de hoy la coalición está más sola que nunca, tal como se pudo ver en la última votación de la quinta prórroga del estado de alarma, tras el abandono de sus socios de ERC y Compromís. El PSOE decidió virar hacía el centro de Ciudadanos y el PNV para garantizarse esa votación, aunque saben que, la estabilidad de la legislatura está hoy más lejos que en la investidura de enero.

Por ese motivo Sánchez le pidió a Iglesias que moderase su discurso y fuera consciente del cargo y la responsabilidad que ocupa representando al Estado. Nuevas salidas de tono del vicepresidente segundo pueden acabar de dinamitar todos los puentes con el resto de fuerzas parlamentarias y poner en peligro el Gobierno.

De momento, tras el roce de ayer, el presidente y el vicepresidente ven posible continuar gobernando con una cierta tranquilidad. A cada crisis que prácticamente a diario se abre en el seno del Ejecutivo, los dos dirigentes políticos hacen borrón y cuenta nueva. Saben que es la forma más fácil de apagar los fuegos pero que a largo plazo les puede salir caro.

Al final, tal como reconocen en el entorno de Sánchez, todas estas tensiones «se cierran en falso». Preocupa que un aumento de la crispación del clima político, junto a una brecha cada vez mayor de la concordia social y territorial, dinamite el acuerdo de Gobierno entre el PSOE y Podemos.

En Moncloa miran el calendario de reojo, con la vista puesta en otoño, cuando previsiblemente el Tribunal Supremo inhabilitará definitivamente a Quim Torra y sus socios puedan volver a saltar a la pista criticando la decisión de los jueces.

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