CINCO AÑOS DEL 1-O

Beatriz Rosal: «Me negué a entregar las llaves de mi colegio el 1-O para un acto inconstitucional»

Beatriz dirigía el colegio donde votaba el conseller Joaquim Forn: “Sufrí presiones por todos lados. Lo pase realmente mal”

“De repente se volvieron todos locos: profesores que no se hablaban, padres que no te saludaban…”

Acudió a los Mossos para que le aconsejaran qué hacer: “Me dijeron que hiciera caso a la consellería y no a la fiscalía”

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El 1 de octubre de 2017, Beatriz llevaba ya 12 años como directora de su colegio público. “Si volviera a nacer, volvería a dedicarme a la educación”, dice ahora desde la paz de su retiro. Aquel día sintió con claridad qué le marcaba el deber: “Yo tenía clarísimo que no podía permitir que se votara en el centro. Era inconstitucional y la fiscalía ya había dado órdenes prohibiendo abrir los centros para ese uso”. Y Beatriz cumplió. Beatriz se negó a entregar las llaves de su centro.

“La política no puede entrar en los colegios”, dice Beatriz con convicción, pero con un cierto aire de pena en una comunidad autónoma -Cataluña- donde la política ya está dentro de las aulas desde hace décadas, como elemento esencial del proyecto separatista, para manipular la historia, proscribir el español y alejar desde pequeño a los catalanes de cualquier sentimiento de cercanía a España. El invento fue de Jordi Pujol, pero a esa burguesía catalana de la parte alta de Barcelona que inventó este negocio de la independencia, el invento -y el monstruo- se le fue de las manos con los años. Décadas de educación de la Generalitat y de adoctrinamiento desde los programas infantiles de la TV3 han hecho crecer a varias generaciones de catalanes desde el sentimiento de ‘desapego’ emocional a España a, directamente, el sentimiento de odio visceral e irracional hacia todo lo español. El caldo de cultivo para el 1-O estaba servido. Pero volvamos a Beatriz.

Beatriz Rosal Muntadas-Prim era la directora del colegio ‘Josep María Jujol’ del barrio de Gracia de Barcelona aquel 1 de octubre. Doce años dirigiendo el centro en una zona tan particular de la ciudad condal. Recuerda que, en algún momento, llegaron a tener alumnos de 30 nacionalidades diferentes. ¡30 nacionalidades en un colegio! Su esfuerzo y el de su equipo docente había sido siempre -con éxito- gestionar aquello, conseguir la cohesión y la integración de profesores, padres y familias. Pero el 1-O hizo saltar todo aquello por los aires.

“Se volvieron locos todos”, cuenta Beatriz. “Llevábamos 12 años trabajando y habíamos conseguido que estuviera muy cohesionado el claustro de profesores y los padres, que estaban muy alineados con el proyecto del colegio… con los niños… Había mucha paz y mucha cohesión… Y, de repente dices ‘no se qué está pasando’”. Lo que estaba pasando llevaba décadas gestándose en Cataluña: la ruptura.

Beatriz recuerda la vuelta al cole enrarecida del verano del 17: “Fueron semanas tremendas desde el 6 y 7 de septiembre que aprobaron las leyes de desconexión y el referéndum”. La locura llegó a su máximo paroxismo en los días previos al 1-O: “El break fue brutal. Profesores que no hablaban a otros profesores, padres peleados entre ellos, padres que de repente no te saludaban. La tensión era horrorosa. Esa tensión que se palpa”.

Beatriz se negó a entregar las llaves del centro y lo advirtió al consorcio de Educación: “No voy a saltarme, les dije, el orden constitucional. Me dieron una palmadita y me dijeron que no me preocupara”. Pero Beatriz claro que estaba preocupada. Y extremadamente presionada. Tenía la orden de la fiscalía por un lado prohibiendo usar los colegios para votar. Y tenía la orden de la Consellería, por otro, ordenado abrir los colegios para votar. De manera que pensó que yendo a los Mossos sus dudas se aclararían. Es lo normal en una democracia: acudir con confianza a tu policía. La sorpresa fue mayúscula: “Como había órdenes contradictorias, fui con la orden de la fiscalía a la comisaría de los Mossos a preguntarles. Me dijeron que no, que tenía que hacer caso a la Consellería y abrir el colegio para la votación”. Ahí queda eso.

“Sufrí presiones por todos lados”, recuerda. “Lo pasé realmente mal. En el colegio no sólo votaban allí profesores y padres. También, todo el barrio”. Beatriz no sabía que, además, también tenía que votar allí uno de los cerebros y ejecutores del golpe de estado: el conseller de Interior, Joaquim Forn, el jefe político de los Mossos que le habían aconsejado incumplir la ley.

El viernes 29 de septiembre por la tarde, 48 horas antes del 1-O, Beatriz reunió en el colegio a padres, profesores y representantes vecinales del barrio. La Consellería había cesado durante dos días a todos los directores de centros públicos para garantizar que estuvieran abiertos el domingo, pero Beatriz no aceptó aquella orden y reiteró ante todos que no iba a entregar las llaves. Como directora, aquel viernes por la noche, fue la última en salir del colegio asegurándose que las personas de la limpieza podían irse a su casa con seguridad.

Beatriz se llevó las llaves del colegio a su casa y se aseguró de que no hubiera más copias dentro, pero milagrosamente alguien consiguió unas y el domingo el colegio abrió para que Joaquim Forn y el resto de vecinos independentistas del barrio pudieran ir a ‘votar’. Beatriz aún no sabe cómo lo hicieron o quién les ayudó para abrir el edificio y meter las urnas. La foto de Forn votando tenía que estar en los periódicos sí o sí. Imaginen, pues, cómo pudo hacerse.

“Fueron días tristes. Días de dolor”, confiesa. “Aparte de lo duro que fue y del enfado consiguiente, sobre todo, sentí mucha tristeza. Tantos años consiguiendo alinear a todo el mundo con ilusión y de repente, aquello”. Y como si de una pesadilla se tratara, Beatriz recuerda que “constantemente me preguntaba ‘qué está pasando… qué está pasando aquí’”.

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