Reforma laboral

Báñez y Yolanda, dos mujeres en el combate por las cifras de empleo

Báñez y Yolanda, dos mujeres en el combate por las cifras de empleo
Fátima Báñez y Yolanda Díaz.

Hace exactamente doce meses que se aprobó la llamada ‘contra-reforma laboral podemita’ después de mucha y ardua negociación a tres bandas, Gobierno, sindicatos y patronal. La izquierda, entonces en la oposición, prometió cuando llegara al poder derogar manu militari la reforma que hace trece años impulsó el Gobierno Rajoy y que cocinó en primera persona la entonces ministra de Empleo, la onubense Fátima Báñez, hoy presidenta de la Fundación CEOE.

Yolanda Díaz, accede al ministerio de Trabajo y a vicepresidenta del Gobierno Sánchez, con el sólo bagaje de haber servido como abogada laboralista en las CCOO gallegas y el apoyo de Pablo Iglesias, que ahora parece haber retirado a la transformada dama de la que Iván Redondo –el hombre que más equivocaciones ad hóminem ha cosechado en su profesión de ‘gurú’-, dijo que llegaría a presidenta del Gobierno.

«Su contra-reforma obligada porque era el principal compromiso electoral del PSOE y de UP, apenas representó leves retoques en la ‘Ley Báñez’ (mayor indemnización en los despidos), sostiene un profesor de Derecho al Trabajo, aunque ella lo presenta como un «gran logro histórico» y como el principal argumento para dar carretera a su ambición política…».

El primer año de vida de la ‘Ley Díaz’, en expresión de la propia dirigente del PCE, «representa un hito histórico con más de diecisiete millones de asalariados con especial incidencia en las mujeres y los jóvenes…». «Éste es el Gobierno de los trabajadores de este país, para ellos, ellas y de ellas…», recuerda, que subraya que casi 700.000 personas que se han incorporado en un tiempo récord y en medio de distintas crisis al mercado de trabajo amparadas bajo la norma que ella impulsó.

Las cifras que presenta la ministra no parece que sean aceptadas con el mismo triunfalismo que la antigua protegida de Iglesias. Ni para los economistas de FEDEA (oculta la cifra de los ‘fijos discontinuos’), ni para otros observadores de la realidad económica/laboral. Así, por ejemplo, María Vega, periodista experta en estos asuntos, explica que la creación de empleo se ha frenado. «Con la anterior normativa (Báñez) y el mismo crecimiento del PIB se creó más trabajo -840.000 empleos en el 2021 versus 278.900 en el 2022. La temporalidad en el sector privado se reduce por los fijos discontinuos, con gran impacto estadístico. Cuando el Gobierno desglose cuántos de estos trabajadores están en paro, la foto cambia radicalmente. Es el sector público el que tira del empleo en estos momentos. Porque al final del 2022, el sector privado destruye empleo y desaparecen gran cantidad de trabajadores autónomos…», analiza.

La precariedad no ha mejorado, advirtiendo que al margen de esta reforma, hay que considerar las subidas del SMI, salario que cada día cobran más empleados en España. «Con una tasa de paro del 12,8 por ciento, sostiene otro experto, el desempleo será el talón de Aquiles de Sánchez en el área económica. Irónicamente, en términos electorales, el error del diputado popular Alberto Casero con su ‘sí’ (por error, dicen) a la ‘reforma Díaz’, beneficiará finalmente al PP».

Dos personalidades, dos concepciones

Fátima Báñez (San Juan del Puerto, Huelva, 1967), licenciada en Derecho y Economía, 19 años diputada, fue nombrada ministra de Empleo y Seguridad Social en el primer Gobierno Rajoy (2011); permanece en el cargo hasta el triunfo de la moción de censura (2018). Formó parte del sector ‘sorayista’ de aquel Gobierno y llevaba años trabajando en el equipo económico que capitaneaba el que fuera todopoderoso ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro.

Mujer afable, respetada en el partido y por los sindicatos; gran capacidad de negociación donde acude a la mesa con las lecturas hechas. Huye del protagonismo. Hoy por hoy dice carecer de ambiciones políticas, aunque mantiene magnífica relación con el líder popular Feijóo. Una voz que siempre se escucha tanto en el PP como en la patronal. De talante moderado, cree en la iniciativa privada y la economía de mercado, lo que no significa obviar lo público y en el rol subsidiario del Estado.

Yolanda Díaz, 52 años, aspira a todo con su movimiento Sumar. Su cambio de imagen física (de vestir pantalones vaqueros en todo tiempo y ocasión a lucir modelitos de alta costura) es el asombro de los paisanos gallegos que la conocieron en su época de revolucionaria radical. Dicen que es una comensal fija en el privativo restaurante gallego del centro de Madrid Lúa, cuyo menú no es precisamente asequible para un ‘fijo discontinuo’. Ejerce de gallega a la hora de compadrear en el proceloso mar de las distintas facciones de la izquierda radical, guardando equidistancia con las que preservar su figura educada y sin agresividades. No ha adjurado de su militancia comunista, ni de su admiración por iconos sagrados del comunismo mundial (Fidel Castro, Che Guevara, Lenin o Chávez), pero aspira a levantar una corriente transversal al que se puedan uncir sensibilidades socialdemócratas. Si fracasa su único input subrayable, la reforma laboral light, de su nombre y ambición, no quedará nada, salvo paveses. Es normal que se aferre a ello como clave ardiendo.

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