Disturbios Barcelona

Ángel, policía víctima de Tsunami: «Quisieron terminar con nuestras vidas y ahora les amnistían»

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Ángel no ha vuelto a ejercer porque tiene muchas secuelas físicas y psicológicas

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Ángel Hernández es uno de los policías nacionales heridos tras los graves disturbios del procés. Tras la sentencia de los líderes independentistas catalanes –18 de octubre de 2019– las calles de Barcelona ardieron. Allí se encontraba, entre otros muchos, Ángel. Pertenecía a la Unidad de Intervención Policial de La Coruña y le destinaron al Aeropuerto del Prat para reforzar a los compañeros y evitar los actos que llevaban sucediendo desde hace días, con el fin de reprimir las protestas de Tsunami Democràtic.

Las revueltas comenzaron a complicarse y es en ese momento cuando mandan a la unidad en la que estaba Hernández a la plaza Urquinaona porque los compañeros UIP de Valladolid se estaban quedando sin material. «Por las emisoras estábamos escuchando como ya había compañeros heridos, comienza diciendo en la entrevista.

El relato de Ángel es sobrecogedor. «Cuando llegamos a Urquinaona, estaba todo ardiendo y volaban adoquines». Cuando la unidad de Ángel se encontraba en una de las esquinas de la calle Jonqueres comenzaron a caer adoquines de gran tamaño: «Parecían baldosas gordas de las aceras», a lo que añade que «en un momento, me encontraba municionando la bocacha y sentí un impacto muy fuerte en la cara anterior de mi antebrazo, justo donde no protege la codera» relata. En ese momento, Ángel se da cuenta de que lo que estaba pasando en Barcelona, era bastante más grave de lo que se pensaba. «Después sentí otro impacto más grande que casi me tira al suelo y me doy cuenta de que no puedo mover el brazo».

En ese momento, Hernández pide ayuda a sus compañeros y les avisa de que no puede seguir y de que no siente el brazo. «Mis compañeros me llevan al furgón y al quitarme el guante de protección vemos que llevo la mano llena de sangre», relata angustiado. Las ambulancias no podían acceder a la zona donde se encontraban las unidades policiales y son los propios compañeros los que llevan a Ángel a Jefatura. En ese momento, cuando le retiran la manga del uniforme policial, ven la gravedad de la herida. «Nos damos cuenta de que tengo una fractura abierta y que el hueso ha perforado la carne del antebrazo y me inyectan calmantes por una vía» argumenta.

A los 20 minutos, llega un aviso por la emisora policial donde anuncian que hay un compañero muy grave: «Comienzan a decir que hay un compañero en una situación crítica y yo les digo que estoy bien, que le lleven a él al hospital», dice emocionado al recordar aquella situación. El compañero grave era Iván, el policía nacional que pasó varios días en la UCI. «El compañero decía que no podía respirar y empezó a convulsionar».

El ambiente en la plaza Urquinaona y calles adyacentes era «totalmente caótico». «Contenedores ardiendo, llamas por todos los lados, lluvia de adoquines, lanzamiento de cócteles molotov, botellas con ácidos corrosivos…». Desde ese día, la vida de Ángel Hernández cambió para siempre. Ángel relata que, con antelación, los radicales «subieron esos adoquines de gran tamaño a las azoteas y ventanas de un sexto piso» y añade que «la finalidad no era herir a los policías, la finalidad era terminar con la vida de varios policías», sentencia.

Tras estos hechos tan graves, a Ángel Hernández lo jubilaron por una incapacidad permanente total, ya que no reúne las condiciones para poder seguir ejerciendo con las funcionales policiales. «Actualmente, vivo con limitación de movimiento en mi brazo y tengo que vivir con muchas secuelas físicas y psicológicas cada día». Aquellas revueltas de octubre ocasionaron también en el policía jubilado un estrés postraumático que le hace tener que acudir a psicólogos cada cierto tiempo.

Él y sus compañeros se sienten defraudados. «Siento que nos expusimos y arriesgamos nuestras vidas para que al final a esta gente no le pase nada», dice indignado. «A mí nadie puede decirme que aquéllo no pasó por mucho que intenten borrar esos hechos». Ángel es rotundo al afirmar que están en contra de la amnistía y que así lo relataron en un escrito, a la vez que da las gracias a Ignacio Fuster-Fabra, el abogado que defiende a estos policías heridos en las revueltas de Tsuanami de 2019.

«Los únicos que sufrimos las consecuencias durante el resto de nuestras vidas somos los policías heridos y nuestras familias». Hernández deja claro además que lo único que importa al Gobierno es «borrar los delitos de aquellos que los cometieron, silenciaron, promovieron y que los alentaron», argumenta ángel Hernández.

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