La viabilidad de EiDF depende de una disputa personal entre su presidente y el auditor PwC
La viabilidad de EiDF Solar vuelve a entrar en escena, y la pelea entre Fernando Romero y el auditor, PwC, ha pasado a ser personal. Fuentes consultadas por OKDIARIO aseguran que desde «BME Growth barajan la posibilidad de su exclusión de Bolsa», pero que los últimos escándalos con empresas que parecían grandes oportunidades y terminaron en fiascos merman «mucho la imagen de la propia Bolsa».
Fernando Romero lleva meses discutiendo con PwC: primero con la división de Galicia y ahora a nivel nacional, porque en lo que algunos de sus trabajadores llaman «un ataque de ego», el presidente de EiDF consideró que desde Galicia le estaban haciendo la vida imposible e hizo una llamada pidiendo que sustituyeran a «esa gente por alguien que entendiera con quién estaban tratando».
Lo cierto es que la respuesta de PwC fue proseguir en la misma línea, exigiendo documentos e indagando sobre las distintas empresas vinculadas a EiDF, y terminó por no firmar las cuentas, con lo que eso supuso para la compañía.
Fernando Romero sabe que cambiar ahora de auditor sería como poner un letrero de que algo no va bien, así que ha logrado que firmen los números pero han emitido, eso sí, un informe que «aprecia todavía debilidades en la empresa». La pelea entre Romero y PwC es algo personal, más allá de unas cifras que no terminan de encajar.
La opción Laurion
El problema de EiDF, en realidad, es de valoración. Los hermanos Romero (el propio Fernando y Óscar Antonio) montaron un entramado societario en el que financiaban las operaciones de esas pequeñas empresas gracias a los pagarés que emitía EiDF, pero que «no se podían cobrar a corto plazo», y a su vez, con el crédito que obtenían las empresas gracias a los pagarés, financiaban de nuevo a EiDF. Entretanto, además, la propia compañía vendía los activos a esas empresas, y financiaba nuevas operaciones. Lo que ocurría, en realidad, es que no era necesario un montante real detrás, porque las empresas, presuntamente independientes, estaban vinculadas a la familia Romero y sólo cambiaban el valor en libros de los distintos activos.
Dos accionistas cambian la dinámica, pero la valoración sigue siendo un misterio: Atitlan y Laurion. El primero entra en diciembre de 2023, inyecta casi 40 millones de euros y permite finalizar 81 Mw en infraestructuras que ya estaban en construcción. El segundo es quien va a decidir el futuro de la compañía si Fernando Romero y PwC siguen sin entenderse (porque el auditor no comulga con ruedas de molino y no va a firmar lo que tenga que ver con el pasado).
Laurion lleva tiempo en el juego de comprar y vender compañías dedicadas al sector de las renovables. Especialmente aquellas que, como EiDF Solar, se dedican a construir las infraestructuras y venderlas después con los contratos públicos en marcha. Varias operaciones de este estilo han reportado pingües beneficios a Jordi Berini, presidente ejecutivo de Laurion Group.
Laurion entró el pasado noviembre, refinanció la deuda y observó como PwC no firmaba las cuentas y la compañía se desplomaba en bolsa. Pero Berini no quiere vender, ni lo va a hacer en el futuro. Su intención es que la acción supere incluso los 15 euros. Aunque ya está haciendo dinero. En medio de la estrepitosa caída, la pelea con PwC y la suspensión de cotización, Berini compró a Fernando Romero una parte importante de su participación a un precio que rondaba el euro por acción. Romero pasó de tener el 70% de la compañía a tener algo más de la mitad, y Berini cerca de un 13%, convirtiéndose en vicepresidente del grupo EiDF Solar.
La compañía cotiza en el entorno de los 7,30 euros por título, aunque llegó a estar en los 29,78.
El futuro de EiDF
La idea de Berini es vender los activos de la compañía (o la propia EiDF si alguien la quisiera) pero se ha fijado un precio superior a los 15 euros por título. Es lo que considera Laurion que valen los activos de la energética, aunque distintas fuentes consultadas por OKDIARIO aseguran que «los activos que tenían valor se vendieron a lo largo del pasado año para lograr una sensación de credibilidad», y ahora resulta muy complicado «encontrar a alguien que vaya a pagar por lo que queda».
Las salvedades a las que apunta PwC en su último informe dejan claro que, si bien las cuentas mejoran con Atitlan y Laurion, todo el bajage inicial de la compañía, las sociedades de la familia Romero que podrían haberse vendido entre sí los activos para elevar su valor, y la «propia soberbia de Fernando Romero, pensando que puede obligar a firmar lo que desee» al auditor, hacen muy difícil la viabilidad de la compañía. Se ha perdido la confianza de los inversores y las acciones se negocian entre grupos o inversores más grandes que negocian precios distintos a los que apunta la negociación.
Romero no quiere cerrar la empresa pero sus grandes accionistas están jugando ahora a elevar la cotización para salir de la energética, sin una confianza real en el futuro a largo plazo de la compañía.