El terremoto demográfico de Japón

Japón es conocido por la robótica, la automoción, las manufacturas, los servicios financieros y también por sus grandes movimientos sísmicos, terremotos y tsunamis, el último de esta misma semana causado por un terremoto de magnitud 8,8 en el este de Rusia frente a Petropavlovsk-Kamchatka, el de mayor intensidad en los últimos 73 años.
Pero el mayor de los terremotos de Japón es su explosiva demografía, factor crítico de la geo economía, caracterizada por una población muy envejecida y una baja tasa de natalidad de 1,26 hijos por mujer muy por debajo del nivel de reemplazo del 2,1, que ha ejercido una profunda influencia en los datos económicos pobres del país, condicionando su débil posición en el contexto de la geo política mundial.
Japón cuenta con una de las poblaciones más longevas del mundo, 85 años de promedio frente a los 83 de España, donde más del 29% de los ciudadanos superan los 65 años, enfrentándose a una reducción significativa en su fuerza laboral activa. Un envejecimiento que disminuye la capacidad productiva e incrementa la presión sobre los sistemas de pensiones y salud, elevando el gasto público en un contexto de crecimiento económico estancado.
La contracción de la población en edad de trabajar limita la innovación y el dinamismo económico, lo que dificulta la competencia con economías emergentes de Asia, como China y la India, que cuentan con poblaciones mucho más jóvenes y en constante crecimiento.
Esta tendencia ha llevado a una disminución constante de la población japonesa, que se espera disminuya de los 124 millones de habitantes de 2025 a menos de 87 millones en el año 2070. La reducción demográfica impacta directamente en el consumo interno, un pilar clave de la economía japonesa, ya que menos consumidores significan una menor demanda de bienes y servicios.
En el ámbito geoeconómico, esta dinámica lleva debilitando, año tras año, la influencia de Japón como mercado consumidor, reduciendo su atractivo para las inversiones extranjeras y limitando su capacidad para liderar los sectores de alto crecimiento, como la tecnología de consumo.
El impacto demográfico también se refleja en la productividad y la innovación, aspectos cruciales en la geoeconomía global. La escasez de trabajadores jóvenes y calificados ha llevado a una menor adopción de tecnologías disruptivas y a una ralentización en la modernización de industrias clave. Aunque Japón sigue siendo un líder en sectores como la robótica y la automoción, la falta de un capital humano renovado dificulta mantener dicha ventaja competitiva frente a países con poblaciones más dinámicas y economías más abiertas como las de Europa o América del Norte.
En el contexto fiscal, la menguante demografía japonesa ha contribuido a una deuda pública de 8,15 billones de euros superando ya el 250% del PIB, siendo una de las más altas del mundo. El aumento del gasto en atención médica y pensiones para una población envejecida con un gasto público en salud del 11% del PIB, combinado con una base tributaria menguante debido a la reducción de la fuerza laboral, crea un círculo vicioso que restringe la capacidad del gobierno para invertir en infraestructuras, educación o investigación.
Esta situación reduce la competitividad de Japón en la geo economía mundial, ya que los recursos disponibles para proyectar poder económico, como la financiación de proyectos internacionales o la cooperación económica, se ven limitados. En comparación con países como China, que ha utilizado su músculo financiero para expandir su influencia global, Japón enfrenta restricciones estructurales que dificultan su proyección económica. El PIB real de Japón creció solo un 0.9% en promedio anual desde el año 2000.
La contracción demográfica limita el crecimiento potencial, ya que menos trabajadores y consumidores frenan la actividad económica. Japón depende cada vez más de la robotización de todos los ámbitos de la sociedad y de la productividad por empleado, pero las reformas estructurales han sido muy lentas y los resultados peores de lo esperado.
Finalmente, la demografía japonesa también afecta su papel en las alianzas geo económicas y comerciales. La disminución de su mercado interno y su capacidad productiva reduce cada vez más su peso en las negociaciones comerciales internacionales, como los acuerdos comerciales de la Asociación Transpacífico que aglutina 11 países de la zona (CPTPP), las relaciones con la ASEAN o con los EEUU de Trump compartiendo el triste honor del 15% en los aranceles con la Unión Europea. Japón depende de sus exportaciones a los EEUU para sostener su sistema de bienestar por lo que ha accedido a invertir 550.000 millones de dólares en dicho país.
Japón ha intentado contrarrestar estas tendencias mediante políticas de estímulo económico y reformas estructurales, pero los resultados han sido limitados debido a las grandes restricciones demográficas. En un mundo donde el poder económico está cada vez más ligado al tamaño y la vitalidad de la población, Japón enfrenta el desafío de reinventar su modelo económico para mantener cierta relevancia en la geoeconomía global, posiblemente mediante una aceleración en la automatización y en la introducción de robots humanoides.
Otro de los aspectos clave de la bomba demográfica nipona es su baja inmigración. Una combinación de factores históricos, culturales, políticos y sociales que han creado un entorno que no favorece la entrada y permanencia de los extranjeros debido a las políticas migratorias restrictivas. Los visados de trabajo son muy estrictos, con requisitos rigurosos de calificación y empleo preexistente con procesos administrativos largos y complejos. El gobierno prioriza la homogeneidad cultural y la seguridad, limitando la entrada de extranjeros.
El dato es muy llamativo, en 2024, solo el 3% de la población era extranjera, frente a porcentajes mucho mayores en países como EEUU 14%, España 14% o Alemania 18%. Bajo una cultura de homogeneidad étnica de la «nación única» frente a la tradicional hospitalidad con los turistas, los trabajadores inmigrantes a menudo se enfrentan a la discriminación, a la exclusión social o a dificultades para ser aceptados como parte de la sociedad japonesa, lo que desincentiva la inmigración permanente y la integración a largo plazo.
El idioma japonés es muy complejo de aprender y escasamente hablado fuera del país, lo que representa un obstáculo significativo para los inmigrantes. La falta de dominio del idioma limita el acceso a los empleos calificados y la integración social, especialmente fuera de las grandes ciudades en el mundo rural.
Además, las extensas jornadas laborales y la cultura corporativa rígida de Japón pueden ser poco atractivas para los extranjeros. Los salarios en sectores de baja calificación, como la agricultura o la construcción, no siempre son competitivos en comparación con otros países desarrollados.
La falta de redes de apoyo para inmigrantes, como comunidades establecidas o servicios de integración, también desanima la llegada de nueva inmigración. El Sistema de Trabajadores Extranjeros Cualificados vigente desde el año 2019 permite cierta entrada de trabajadores en sectores específicos, pero con unos límites estrictos y sin un enfoque en la integración social de dichos trabajadores.
Sirva como ejemplo del impacto de esta ausencia de población inmigrante trabajadora la comparación del crecimiento económico y el Producto Interno Bruto (PIB) de España con el Japón. Un análisis sencillo basado en datos recientes y en proyecciones disponibles hasta julio de 2025 nos indica que la economía española creció un 3,2% en el año 2024 frente al 0,1% de Japón.
El PIB per cápita de España alcanzó los 35.000 dólares (medido en términos nominales), mientras que Japón cayó a 32.500 dólares, debido en parte a la importante depreciación del yen de un 40% en los últimos años por lo que en términos de paridad de poder adquisitivo (PPA) sigue siendo superior en el caso de Japón frente al de España.
El crecimiento del PIB per cápita en España está impulsado por la creación de empleo especialmente de trabajadores inmigrantes y una leve mejora en la productividad.
En el contexto de la geo economía global este increíble y llamativo «sorpasso» de la economía española sobre la japonesa en en PIB per cápita refleja realmente un cambio global del liderazgo en crecimiento de las economías basadas en servicios, que benefician a países como España frente a las economías industriales como Japón, Corea del Sur o Alemania.
Según la Organización Mundial del Comercio, el sector servicios pasó de representar el 53% del PIB mundial en 1970 al 67% en el año 2021. Y para cubrir los crecientes y numerosos puestos de trabajo del sector servicios la inmigración es uno de los motores clave sin el cual la nación del sol naciente, sin suficientes nacimientos, no es capaz de retomar el liderazgo en el crecimiento pese a las décadas empleadas en la robotización de las tareas básicas sustituyendo aquellas que en occidente realizan las personas.
Sine ortus in sole oriente
José Luis Moreno, economista ha sido director de Economía en la Comunidad de Madrid y en el Ayuntamiento de Madrid. Analista económico y empresarial.