El banco central espera alterar a corto plazo la conducta de las empresas y de los consumidores

La subida de tipos tardará más de un año en secar la inflación, según el BCE

Christine Lagarde
Christine Lagarde, presidenta del BCE.

La subida de tipos del 0,75% aprobada la semana pasada por el Banco Central Europeo, hasta situarlos en el 1,25%,  y las próximas que se producirán de aquí hasta diciembre tardarán más de un año en secar la inflación, según fuentes de la institución de Fráncfort.

De momento, y a corto plazo, «esperamos alterar las pautas de conducta tanto de las empresas como de los consumidores, afectando a sus expectativas, que son claves para evitar los llamados ‘efectos de segunda ronda’, básicamente que los salarios acaben aumentando de manera inoportuna desatando una espiral alcista de los precios».

Los críticos con el endurecimiento de la política monetaria aducen que esta tendrá efectos muy limitados porque estamos en presencia de una inflación de oferta, derivada del encarecimiento del gas por la guerra de Ucrania, y que esto seguirá así por mucho que suban las tasas de interés.

Pero la posición del BCE no concuerda con esta tesis. «Los componentes de la oferta sí tienen un impacto claro sobre los productos de consumo, y además en el sector servicios lo que está tirando de los precios es la demanda, como demuestra la inflación subyacente -que descuenta la influencia de la energía y de los alimentos no elaborados».

«Un tercio de la inflación que padecemos tiene que ver con las restricciones de la oferta debidas a los altos precios del gas que no controlamos así como a deficiencias en el aprovisionamiento de otras materias primas y el suministro de componentes y demás elementos básicos para asegurar la fluidez de la producción, pero sabemos cada vez con más certeza que esta espiral se traslada con rapidez a los bienes de consumo y a los servicios. La inflación es la inflación, y ya está, no le demos más vueltas, y debemos actuar con determinación para frenarla en seco», aseguran las mismas fuentes.

El cambio de estrategia del banco central reconoce implícitamente una evidencia empírica que parecía haber quedado aparcada durante los últimos tiempos: que la inflación es un fenómeno monetario inducido por la fuerte expansión de la masa monetaria en circulación, que lleva creciendo exponencialmente durante la última década y que es la que respalda todas las operaciones económicas.

Este error fue el que llevó a la presidenta de la institución, Christine Lagarde, a asegurar antes del verano que la inflación parecía transitoria, para cambiar de opinión ya en julio reconociendo que la escalada de precios mostraba signos de consistencia y que había venido «para quedarse con nosotros durante un tiempo».

Otro de los asuntos que ocupa cada vez más tiempo en los servicios de estudios del banco es valorar de manera precisa si las tensiones inflacionistas de la política europea de descarbonización y de transición hacia una ‘producción energética verde´ van a ser permanentes y van a afectar a la orientación de la política monetaria a corto plazo.

La demanda de algunos minerales como el litio y el cobalto está vinculada con la producción de baterías de coches eléctricos, y otros como el cobre, el níquel o el manganeso son básicos para las tecnologías bajas en dióxido de carbono. Como la oferta de estos productos es muy rígida, las subidas de precios parecen inevitables a medio plazo.

A causa de la incertidumbre de las políticas energéticas y las previsiones de demanda «se está generando una elevado riesgo de volatilidad en los mercados de energía». Las fuentes citadas creen que será inevitable subir los impuestos sobre el CO 2, la gasolina y otro tipos de combustibles para reducir la llamada ‘inflación verde’ y acotar su impacto en la actividad económica.

 

 

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