El pesimismo se instaura en la economía mundial

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La desaceleración económica sigue acechando a los ciudadanos españoles. De acuerdo con los indicadores que venimos recogiendo en los últimos meses, se puede observar como los crecimientos de las principales economías del mundo, entre los que destacan los de los países de la Zona Euro, siguen moderándose en línea con las previsiones realizadas por los organismos. Unos crecimientos que, ante el mayor deterioro que vive la economía, se muestran más pesimistas que antaño; pues muchos se han revisado nuevamente a la baja.

Los conflictos que vive el escenario internacional, donde el Brexit sigue acechando a unas economías de la Unión Europea muy debilitadas, sumado a la incertidumbre generada por la inacabable guerra comercial entre los dos principales motores de la economía mundial, ha acabado por lastrar las previsiones realizadas sobre el crecimiento económico. Unas previsiones que se ajustan en línea con este final de ciclo expansivo que ha ido incrementando las tasas de crecimiento de los países hasta el momento.

Y es que la economía no está en su mejor momento. El escenario económico a nivel mundial sigue presentando serias dificultades para continuar con ese crecimiento que se ha ido cosechando durante los últimos 10 años. De acuerdo con las previsiones de crecimiento de los organismos, el crecimiento de la economía mundial sigue mostrando un escenario más pesimista de lo esperado; precedido de unas tensiones comerciales que siguen sacudiendo a uno de los principales motores de crecimiento económico del mundo.

En relación con las previsiones de crecimiento del PIB mundial, la economía en todo su conjunto espera crecer, para 2019, a ritmos del 3,1%. Es decir, mientras en 2018 registrábamos una tasa de crecimiento del 3,8%, durante el 2019 se espera que esta registre un crecimiento de 7 décimas porcentuales menos, en contraste con el año pasado. Unos niveles de crecimiento que sitúan al crecimiento mundial en niveles de principios de hace una década, donde la economía atravesaba una de las peores recesiones económicas de la historia.

Unos ritmos de crecimiento muy relacionados con el comercio global. De acuerdo con el Banco Mundial, las exportaciones suponen un agregado del 57% del PIB Mundial. Es decir, ante la abrupta caída que han experimentado las mismas en un escenario comercial donde la guerra comercial ha sacudido los mercados de bloqueos e incertidumbres, el flujo de transacciones en el mundo ha caído a niveles bastante preocupantes, pues mientras las previsiones de comercio global en abril preveían un crecimiento del 2,6%; ahora, ante las revisiones ejercidas, se espera que oscile por el 1,2%. Es decir, una fuerte caída producida, en primer lugar, por la guerra comercial, pero también por la desaceleración que vive la economía.

Mientras que en años anteriores registrábamos ritmos de crecimiento superiores al 3%, lo previsto por la Organización Mundial del Comercio muestra ese gran lastre que supone la guerra comercial. Un lastre que ya comienza a surtir efecto en la producción industrial en muchos países, así como en la propia actividad económica del país. Si observamos los indicadores de producción industrial de las principales economías del mundo, podemos ver como los PMIs manufactureros ya muestran niveles de contracción. De acuerdo con estos indicadores, todos muestran un registro de niveles inferior al umbral de los 50 puntos, lo que muestra esa contracción de la que hablamos.

Una contracción que, efectivamente, también está teniendo su impacto en el empleo. Debemos entender que ante una caída en la producción industrial, las fábricas que emplean a miles y miles de empleados en el mundo corren el riesgo de prescindir de personal. Una situación que pone en peligro el empleo en muchos países que, como Alemania, están viendo sus industrias en niveles bastante moderados, donde los decrementos se siguen dando de forma gradual. Una cadena pesimista que podría derivar en una destrucción de empleo y un peor deterioro de la tasa de desempleo; donde en algunos países, como España, podría significar un gran perjuicio para la economía.

Como podemos visualizar, en economía se suele decir que todos los flujos están conectados y efectivamente es así. Ante la caída de la actividad económica a nivel global, otros indicadores como el empleo corren grave peligro. Una situación que, como calificaba el Fondo Monetario Internacional (FMI), refleja esa desaceleración sincronizada en casi la totalidad de los países que integran el planeta. Una desaceleración que ya afecta hasta las economías más robustas del planeta como lo es Estados Unidos, la cual prevé crecer ya a ritmos del 2%; mientras en años anteriores lo hacía a ritmos del 2,9%.

Estamos ante una situación bastante complicada. Mientras tanto, determinados políticos insisten en forzar la máquina hasta el último momento, llevando los conflictos comerciales hasta el límite y agravando, consecuentemente, el estado de la economía ante las continuas incertidumbres y el deterioro experimentado por el balance de riesgos a nivel global. Se avecinan curvas para los próximos meses, razón que ha provocado ese incremento de la tasa de ahorro en determinados países, así como esa moderación en el consumo que estamos viviendo a lo largo del año.

En resumen, la situación, aunque está lejos de una recesión como la de 2008, no es para autocomplacerse y cometer el error de la pasividad política. Es decir, las políticas adoptadas deben ir en consonancia del escenario vigente y las actuaciones en materia de política económica deben tomarse con un diagnóstico real y confiable. Tomar decisiones arbitrarias como incrementar los propios niveles de deuda en aquellos países más endeudados, pese al coste de la misma, es el ejemplo de las acciones que no pueden llevarse a cabo. Debemos sanear la economía, pues de hacerla más vulnerable, el riesgo en posibles shocks futuros se incrementa exponencialmente.

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