El Palacio de la Bolsa cumple 125 años: de los gritos de los inversores al discreto silencio

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Imagen exterior de la Bolsa de Madrid (Foto: Flickr)
María Villardón

Corría el año 1893. Alfonso XII había muerto hacía relativamente poco y María Cristina de Habsburgo y Lorena -siempre a la sombra de María de las Mercedes de Orleans- quedaba al mando del trono a la espera de la edad adecuada del reinado de Alfonso XIII. Era la época en la que Sagasta y Cánovas del Castillo se alternaban en el poder gubernamental -Partido Liberal y Partido Conservador, respectivamente- tras el conocido Pacto de El Pardo.

Precisamente, fue Sagasta el que estaba en el Gobierno cuando España perdió frente a EEUU las últimas colonias de América Latina -Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam- y tuvo que ver llorar a toda una pesimista generación. Un hecho que levantó las críticas de ensayistas, escritores y poetas que se vieron profundamente afectados por la crisis moral, política y social decimonónica y que fue conocida por la Generación del 98 -Jacinto Benavente, Ramón del Valle-Inclán o Antonio Machado estaban entre los nombres más conocidos-.

Son apenas tres pinceladas del contexto en el que nació el Palacio de la Bolsa de Madrid. Un edificio neoclásico, proyectado por el arquitecto Enrique de Repullés y Vargas, ubicado en la Plaza de la Independencia -cercano al Banco de España, antiguo palacio del Pepe Alcañices, duque de Sesto- que costó un total de 3 millones de las antiguas pesetas.

La iniciativa para levantar este templo bursátil fue privada, pero terminaría formando parte de Patrimonio Nacional y en la actualidad Bolsas y Mercados Españoles (BME) paga un alquiler por hacer uso del imponente edificio. Eso sí, desde el primer momento los terrenos fueron cedidos por el Estado, una decisión que fue aprobada en el Congreso de los Diputados en 1884. La primera fase de la financiación, alrededor de 200.000 pesetas, se recaudó mediante el cobro de entrada a todo aquel que entraba en la Bolsa.

La obra del Palacio de la Bolsa tuvo un coste de 3 millones de pesetas y fue inaugurado por la regente María Cristina de Habsburgo y Lorena

Alfonso XIII y María Cristina de Habsburgo y Lorena (Foto. Patrimonio)

Sería años más tarde cuando, buscando liquidez para terminar la eterna obra, la plaza bursátil emitió títulos por 1,25 y 0,75 millones de pesetas. El presupuesto estaba disparado y la Junta formada por Agentes de Cambio y Bolsa no fue capaz de hacer frente al pago de los intereses y la amortización de los bonos. Finalmente, el Gobierno, para no dejar caer la plaza, aprobó un crédito extraordinario para pagar la deuda y el Palacio de la Bolsa, inaugurado por la viuda de Alfonso de Borbón, pasó a manos del Estado.

Adentrarse en esta arquitectura de 125 años de edad es sobrecogedor, luminoso y especial. Para el trabajo de construcción y ornamentación por doquier se usaron las manos de cientos de artistas y artesanos españoles. Esa era una de las máximas del arquitecto, todos debían ser patrios.

“Sin paz no es posible el comercio”, así es como denominó el arquitecto la proyección del Palacio de la Bolsa. Razón por la cual, buscando la suerte y el equilibrio de las transacciones comerciales, tiro de mitología clásica y salpicó el palacio de caduceos, la vara de Mercurio, el dios de los comerciantes.

Bajo relieves del caduceo en el Salón de los Pasos Perdidos -lugar de espera donde el personal no paraba de pasear, de ahí su denominación- con el que se representa la amistad, la transparencia, la negociación y el acuerdo. Básicamente, todos los ingredientes para rubricar un buen acuerdo entre hombres de palabra.

Salón de los Pasos Perdidos (Foto. BME)

Desde este salón -y a través de unas soberbias cristaleras- se ve imponente el parqué, la barandilla desde la que se daban órdenes de compra y el gran reloj de tres esferas construido en Estrasburgo, una réplica de la máquina del tiempo de la Bolsa de Londres.

A las espaldas de Pasos Perdidos está el Salón de Fumadores, un espacio estrecho con cómodo mobiliario donde los inversores departían entre corrillo y corrillo fumando sin parar los cigarrillos que sacaban de sus elegantes pitilleras. El espacio, por cierto, está presidido por un retrato de Juan Carlos I, aunque antes estaba allí colocado su abuelo Alfonso XIII hasta que éste pasó a exponerse en el pasillo de tránsito hacia el Salón de Cotizar.

Este último espacio de estilo mudéjar con la omnipresencia de la estrella de David, es quizá uno de los más curiosos de todos y se usaba para levantar un acta oficial de la compraventa de acciones y se enviaban a los medios de comunicación. Toda la sala está repleta de todos los presidentes que ha tenido BME, aunque está principalmente dominada por una fotografía de Felipe VI.

La Bolsa de Madrid: el corazón que late con los tiempos

En la actualidad, todo desencuentro financiero, social o político que estalle erosiona la cotización de los mercados del mundo. De alguna manera, las plazas bursátiles representan el sentir de los inversores ante los acontecimientos esperados o inesperados.

Al principio, la Bolsa de Madrid tenía una actividad más bien tranquila y poco abundante, pues no se trataba de una piedra angular de financiación en el Viejo Continente. Sin embargo, por suerte, el parqué español logró esquivar con alivio el desplome de Wall Street y la Gran Depresión de los años posteriores. El conocido como ‘Viernes Negro’ no afectó a España por dos motivos: era un país fundamentalmente de industria agraria -no financiera- y, además, aún faltaba mucho para la globalización.

No obstante, tal como explican desde BME, la situación económica de España no era precisamente boyante: los niveles de paro, déficit y endeudamiento de las familias era bastante alto. Fue la época en la que Cepsa y Telefónica dieron el salto al parqué.

Durante la Guerra Civil el edificio cesó su actividad, aunque sufrió algunos disparos de bala en las vidrieras del Salón de los Pasos Perdidos

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Bolsa de Madrid (Foto: Flickr)

Durante la Guerra Civil Española el edificio cesó su actividad, aunque sufrió algunos disparos de bala en las vidrieras del Salón de los Pasos Perdidos, aunque no se ha confirmado si los impactos salieron desde exterior o desde el mismo parqué.

A finales de los años 60 se publica el nuevo Reglamento de Bolsa donde se contemplan las reglas de la admisión a cotización. En 1988 se crea la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) y un año más tarde abre sus puertas el Mercado Continuo para acciones con la cotización de siete valores.

Durante el mismo año que la Exposición Universal de Sevilla del 92 nace lo que conocemos con el Ibex 35, un selectivo en el que se compran y venden títulos de las mayores compañías del país. Se inaugura la línea de AVE Madrid-Sevilla y, además, comienzan los JJOO de Barcelona. Un espíritu de unión entre el Estado central y Cataluña que no se ha vuelto a ver en años venideros. Tras el verano, el ministro de Economía del PSOE, Carlos Solchaga, anuncia que la economía española entrará en recesión. Sería la primera gran crisis económica de la era democrática.

En el 92 el Estado privatiza Endesa, Repsol, Telefónica y Tabacalera se privatizan inyectando alrededor de 25.000 millones de euros

Para inyectar liquidez a una economía maltrecha, el Gobierno privatiza algunas de las empresas españolas más emblemáticas del país: Endesa, Repsol, Telefónica y Tabacalera se privatizan inyectando al Estado alrededor de 25.000 millones de euros, lo que suponía un 2,5% del PIB de España y entrar en la Unión Monetaria Europea sin complejos.

En 2001, en la fatídica jornada de los atentados a las Torres Gemelas las bolsas del mundo se desangraron ante la incertidumbre y el Ibex 35 cerraba con recortes del 5%. En 2004, los atentados del 11M, así como los de Londres semanas más tarde, extendieron un miedo y una incertidumbre que obligó a los países de Occidente a inyectar liquidez en el sistema financiero.

Pero, desde el punto de vista económico, lo peor estaba por llegar. Quiebra Lehman Brothers por las hipotecas suprime y el sistema se colapsa de una manera que no se veía desde el año 1929. Tras esta estrepitosa caída del banco de inversión, la Gran Crisis se propagó por todo el globo sin excepción. Una recesión tan fuerte dejó las tasas de paro por las nubes y un millonario rescate de las cajas de ahorro en España.

Una crisis de la que aún hoy Europa lucha por salir, aunque con algunas interrupciones políticas con las que no contaba como el Brexit en junio de 2016 o la llegada de Donald Trump a la presidencia de los EEUU y su particular guerra comercial contra el mundo.

Ahora el parqué -Salón de Contratación-, donde antaño se escuchaban los gritos de los Agentes de Cambio y Bolsa vendiendo y comprando acciones, se ha sumido en el más absoluto silencio. La compraventa de títulos y el humo incesante de los pitillos murieron con las transacciones electrónicas y se dejó paso al ligero tintineo de los paneles -como si de una estación de tren se tratara- donde los valores del Ibex 35, el Latibex o el MAB cambian de cotización al son de las manos de los inversores.

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