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El lío de Grifols: los directivos pillados, Wallapop y el Joventut de Badalona

El lío de Grifols: los directivos pillados, Wallapop y el Joventut de Badalona
Eduardo Segovia
  • Eduardo Segovia
  • Corresponsal de banca y empresas. Doctor y Master en Información Económica. Pasó por El Confidencial y dirigió Bolsamanía. Autor de ‘De los Borbones a los Botines’.

Grifols -farmacéutica que forma parte del Ibex 35-ha protagonizado uno de los episodios empresariales más llamativos de los últimos tiempos, con la posibilidad y posterior desmentido de la entrada de un fondo de capital riesgo en su accionariado mediante una ampliación. Pero la gran historia de Grifols está en una sociedad formada por sus principales directivos que posee el 8,67% de la farmacéutica y que está endeudada hasta las cejas, lo cual amenaza el futuro de la cotización.

La sociedad de estos directivos se llama Scranton Enterprises y está domiciliada en Países Bajos por motivos fiscales (la pela es la pela). Ahí están Víctor Grífols i Roura, el fundador de la empresa y presidente y consejero delegado hasta 2017, Ramon Riera, consejero de la compañía, y Tomás Dagá, fundador de Osborne Clarke en España. Como consejero delegado han colocado a un profesional de la banca de inversión, Lucca Tassan, de JP Morgan.

Grifols
El empresario Víctor Grífols, junto a su amigo Artur Mas.

Aparte de la participación en Grifols, tienen una serie de inversiones de lo más curiosas. Por ejemplo, son dueños del Joventut de Badalona, un histórico de nuestro baloncesto venido a menos al que salvaron de la quiebra en 2018, tienen en 5% de Wallapop o el 76% de los cavas Juvé & Camps.

Scranton, muy endeudada y sin dividendo

Pero la joya de la corona es Grifols, donde son el segundo accionista. Y ahí vienen los problemas. Los socios de Scranton tienen esa participación apalancada (comprada con deuda), por un importe que fuentes conocedoras de la situación sitúan entre 800 y 1.200 millones; es difícil saberlo porque Scranton no da cuentas públicas. Y la acción, que llegó a estar por encima de 34 euros en febrero de 2020, ha perdido la mitad de su valor desde entonces afectada por el castigo brusátil a las farmacéuticas que no desarrollaron vacunas contra el coronavirus. Es decir, estos directivos están muy pillados en la acción.

A esto hay que sumar que Scranton hacía frente al servicio de esta deuda con el dividendo de Grifols… que ha sido suspendido por la crisis de la empresa derivada de la pandemia. ¿Eso qué significa? Pues que, si no pueden pagar los vencimientos de la deuda, no tendrán más remedio que vender acciones en el mercado. El famoso margin call de la película del mismo nombre de Kevin Spacey, Demi MooreJeremy Irons.

Y eso puede poner mucha presión sobre la acción: como mínimo, impedirá que empiece a recuperar para tratar de volver a los niveles de 2020; y muy probablemente, amplificará las caídas sufridas. En este contexto se inscribe la reciente movida con la posible ampliación de capital de 2.000 millones, nada menos, para dar entrada a un capital riesgo y reforzar sus fondos propios ante una deuda disparada (6.480 millones) , que finalmente ha sido descartada por Grifols (al menos de momento).

No hay ampliación pero sí nubarrones

Esta ampliación pretendía dar entrada en el capital al fondo Hellman&Fridman, que fue descartado. Después mostraron interés algunos gigantes del private equity como CVC y KKR, pero finalmente la compañía dio marcha atrás y comunicó que desechaba la operación en su día del inversor. ¿Por qué? No hay explicaciones oficiales. Algunas fuentes sostienen que fue porque estos directivos no quieren diluirse, es decir, reducir su porcentaje, con lo que tocan a menos beneficios (lo que supone una pérdida para ellos).

El valor reaccionó con fuertes alzas tras haber caído previamente por la posibilidad de la ampliación, precisamente ante el temor a esa dilución y a que la entrada de un fondo se hiciera con descuento sobre el precio de mercado. Pero el futuro de la joya de la industria farmacéutica española dista mucho de estar despejado. Si Scranton finalmente no tiene más remedio que vender, que el resto de los accionistas se abrochen los cinturones. Y lo mismo se puede aplicar a otras de sus participaciones, donde pueden verse forzados a liquidar posiciones para pagar sus deudas. El Joventut corre el riesgo de cambiar de manos otra vez.

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