Jaume Guardiola, el banquero que sobrevivió al corralito argentino e hizo grande a Banco Sabadell
Jaume Guardiola (Barcelona, 1957) siempre decía que, después de pasar por el corralito de Argentina -era el responsable de BBVA en el país en aquella época-, cualquier crisis parecía pequeña. Y le han tocado unas cuantas: la crisis financiera mundial, el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, el procés (donde no le tembló el pulso para llevarse la sede del banco fuera de Cataluña antes de que CaixaBank hiciera otro tanto) y, ahora, el covid. Paradójicamente, ha sido la ruptura de las conversaciones de su banco actual, Sabadell, con BBVA lo que le ha costado el puesto. Este lunes dará su última rueda de prensa como consejero delegado para presentar los resultados de 2020.
El trago amargo de Argentina le curtió como banquero: «No hay nada peor que un corralito, la gente se agolpa en el banco para sacar su dinero y no se lo puedes dar. Ve cómo la moneda se devalúa y que sus ahorros cada vez valen menos sin poder hacer nada. Y el banco es el único sitio donde puede descargar su rabia». Después de ese trauma y de dirigir también a BBVA en México, Guardiola dio el gran salto en junio de 2007, cuando recibió la llamada de Josep Oliu, el presidente de Banco Sabadell.
El único banco catalán en esa época (lo demás eran cajas) había visto como su rival gigante, La Caixa, le birlaba a su consejero delegado, el reputado Juan María Nin, para resolver el enfrentamiento por el poder entre varios históricos de la entidad. Necesitaba relevarlo rápidamente para evitar un vacío de poder que no gustaba nada al mercado ni al Banco de España. Y decidió jugar fuerte fichando a una de las estrellas emergentes de BBVA: Guardiola compartía ese estatus con nombres como José Ignacio Goirigolzarri, José Sevilla, Manuel González-Cid o Daniel de Fernando.
Guardiola aceptó la oferta y abandonó la sede entonces en Azca sin un recuerdo demasiado bueno de su anterior jefe, Francisco González. Además, Sabadell era el único banco cotizado, junto a Bankinter, que tenía un consejero delegado con poderes de verdad frente al tradicional modelo del presidente ejecutivo plenipotenciario tradicional en la banca española (y que sigue vigente en la mayoría de las entidades). Algo que le ha obligado a una cohabitación con Oliu fructífera pero con inevitables altibajos y que, a la postre, ha acabado en un distanciamiento insalvable por el frustrado proyecto de fusión con BBVA.
Artífice de la mayor expansión de la historia de la banca
Guardiola se puso manos a la obra para dirigir la mayor expansión que se había visto de un banco en España, que transformaría al Sabadell de un pequeño banco de la burguesía catalana con cierta fuerza en banca privada -de altos patrimonios- en la cuarta entidad de España e incluso lo internacionalizó (luego con las quiebras masivas de cajas, La Caixa le superó).
Nin ya había comprado el Banco Herrero, el Atlántico y el Urquijo, y Guardiola se lanzó nada más llegar a por Guipuzcoano, con lo que el banco lograba tener una importante presencia en los tres grandes polos económicos españoles: País Vasco, Cataluña y Madrid. La gran oportunidad que iba a transformar para siempre a Sabadell se presentó en 2011. El Banco de España había tenido que intervenir la alicantina CAM (Caja de Ahorros del Mediterráneo) ante la magnitud de su agujero tras el estallido de la burbuja inmobiliaria y necesitaba colocarla cuanto antes. El resto de grandes bancos no querían tocarla ni con un palo por miedo a lo que se encontraran dentro.
Pero Oliu y Guardiola plantearon una jugada innovadora: pedir al entonces gobernador Miguel Ángel Fernández Ordóñez -que posteriormente diría que la CAM era «lo peor de lo peor»- garantías que cubrieran el 80% de las pérdidas potenciales del ladrillo de la caja hasta 16.000 millones; lo que se conoce como EPA (esquema de protección de activos). Es decir, en vez de pagar por quedarse la caja, pretendían que les pagaran por quedarse con ella. MAFO buscó una forma de que no afectara al déficit público endosando las pérdidas al Fondo de Garantía de Depósitos en vez de al FROB, y, desesperado como estaba, accedió.
Esta operación duplicó el tamaño de Sabadell, le dio una impronta prácticamente nacional y le puso a la altura por fin de los grandes jugadores del mercado. Incluso se atrevió a plantear una absorción del Banco Popular antes de que aquella entidad entrara en barrena, lo que habría evitado la resolución y la pérdida de todo el dinero de sus accionistas.
TSB, su gran lunar
Pero el siguiente movimiento del tándem Oliu-Guardiola fue mucho menos afortunado: tras pequeñas incursiones en Estados Unidos y México, se lanzaron a la conquista del Reino Unido aprovechando que Lloyds tenía que desprenderse de su filial TSB por las condiciones de su rescate. Sabadell creyó haber hecho una buena jugada y, además, Lloyds debía hacerse cargo de los costes de la transición tecnológica.
Pero precisamente esa transición convirtió en desastrosa la inversión: el día en que se activaba la nueva plataforma, esta se vino abajo y dejó sin servicio a los clientes durante horas. Los tabloides británicos pusieron el grito en el cielo aludiendo a los tópicos sobre los españoles (chapuceros, vagos, poco fiables) y la cúpula de Sabadell acabó compareciendo ante el Parlamento de Westminster para explicar el desaguisado.
El coste reputacional fue tremendo y, a día de hoy, el TSB sigue sin aportar beneficios y costando dinero a Sabadell. Es el gran borrón de la trayectoria de Guardiola al frente del banco. Tras el fracaso de las conversaciones con BBVA, el banco considera uno de sus pilares de su nuevo plan estratégico la venta del banco británico y tiene asumido que el precio será muy inferior a los 2.300 millones que le costó.
Bici, mochila y Camp Nou
Guardiola fue pionero entre los ejecutivos en ir a trabajar con una mochila en vez del tradicional maletín. De hecho, suele ir a la torre de Diagonal con Balmes en bicicleta plegable. Entre eso y sus años de jugador de fútbol sala, conserva un buen tipo y está considerado uno de los hombres más atractivos de la banca. Ahora prefiere un deporte más tranquilo, como el golf.
Culé irredento, presume de tener un número de socio del Barcelona inferior a cualquiera de los miembros de las últimas directivas, incluidos los actuales candidatos a las próximas elecciones. solía acompañar al equipo en los partidos fuera de España cuando lograba cuadrar su agenda… y cuando se podía ir a los estadios.
Catalán de corazón pero no independentista, tuvo que nadar y guardar la ropa en los momentos más tensos del procés, como todos los empresarios de la comunidad. Pero cuando la cosa se puso fea, decidió junto a Oliu domiciliar el banco en la antigua sede de la CAM en Alicante para no correr el riesgo de quedarse sin acceso a la liquidez del BCE, lo que le valió ser tildado de «traidor» por los partidarios de la intentona golpista. Y siempre se ha lamentado de que estas prioridades estén minando el peso económico de Barcelona en favor de Madrid.
Hoy pasará los trastos a otro histórico de la banca española, César González Bueno. Y, aunque los tiempos han cambiado mucho desde que llegó al banco, deja el listón alto.