Alcampo es el único super mercado español que lo implanta desde 2003

Comprando ‘a ciegas’: los productos de alimentación sin etiquetas en braille

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Familia en un supermercado (Foto: Getty)

Imagínense levantarse por la mañana e ir a la cocina pensando en el desayuno. Abren la nevera, cogen un tetra brik y se sirven un vaso de leche para disfrutar de él. Imagínense que todo este proceso lo hicieran a oscuras y no pudieran saber qué contiene el envase de cartón. Esto es lo que le sucedió una mañana a Rocío, una invidente que un buen día, en vez de tomarse un vaso de leche para desayunar, se bebió un caldo de pollo.

«A media mañana se me antojó un zumo de naranja, pero abrí uno de piña. Fui a abrir una lata de arroz y la lata resultó ser de calamares en su tinta…». Son solo ejemplos que escogió Rocío para poner en marcha una campaña en Change.org que exigiese el etiquetado en braille en los productos de alimentación. Hoy ya cuenta con casi 54.000 firmas.

No hay obligatoriedad en el sector consumo de etiquetar los productos en braille. El único que está legislado a nivel europeo es el farmacéutico, que incluye en todos los medicamentos el sistema de lectura para invidentes.

La decisión recae en los supermercados

Si las cadenas de supermercado quisieran, podrían implementar el braille en los productos que distribuyen. De momento, la única que lo ha hecho es Alcampo: desde 2003 cuenta con productos de marca propia etiquetados en braille. «Hoy por hoy contamos con más de 600. La incorporación del braille en nuestra marca propia es la respuesta a nuestro compromiso de asegurar un comercio sin barreras, donde todos los clientes puedan comprar en igualdad de condiciones», explica María José Rebollo, responsable de Comunicación de la compañía.

Precisamente es lo que reclaman desde la Comisión de Braille Española (CBE) de la Organización Nacional de Ciegos Españoles (ONCE), con quien Alcampo contó para llevar a cabo su iniciativa. María José Sánchez, responsable del departamento, asegura a OKDIARIO que están en contacto con las principales cadenas para explicarles de ‘tú a tú’ cómo es el proceso. «Tenemos derecho a leer el producto que tenemos en la mano y nos da la oportunidad de elegir».

Sánchez afirma que ha habido alguna iniciativa por parte de otras cadenas «pero son más tímidas». Algunos como Carrefour, El Corte Inglés o fabricantes de Mercadona ya han contactado con ellos, aunque desde la cadena de Juan Roig consideran que es responsabilidad de la Asociación Española de Distribuidores, Autoservicios y Supermercados (ASEDAS).

Desde ASEDAS indican que la industria de alimentos y fabricantes de envases «trabajan para dar soluciones adecuadas a las personas invidentes que faciliten sus compras. Por ejemplo, los supermercados han hecho accesibles sus páginas web a invidentes para que puedan hacer su compra online». Sin embargo, en lo que respecta al etiquetado, «se trata de decisiones que tiene que dar el conjunto de la cadena, fundamentalmente los fabricantes, que son los que envasan los productos», apuntan.

Sin costes económicos

El troquel, molde que se utiliza para estampar el braille en los productos, no tendría costes económicos según la CBE. «El impacto contra el cartón para que se generen los puntos en el cartonaje industrial apenas supondría un coste económico. En otro etiquetado, los costes son insignificantes. Cuando se hace una tirada para etiquetar en braille tendría un coste ínfimo», señalan.

Sin embargo, el problema radica, según Sánchez en que al no haber obligatoriedad, «les supone una complicación adicional. Hasta que entiendan que sus proveedores podrían hacerlo tan sencillo como en Alampo», apuntan.

Día y Lidl aún no se plantean esta posibilidad para los productos de ‘marca blanca’, mientras que otras cadenas no han respondido a nuestras preguntas.

En casa, más obstáculos

Como Rocío, más de 80.000 personas en España son ciegas y tienen este problema. Para evitar confusiones, hacen la compra por teléfono o por Internet, ya que la pueden leer a través de los dispositivos móviles o de programas adaptados en el ordenador. Si hacen la compra en un establecimiento físico, en ocasiones les ayudan.

Pero, los obstáculos no terminan en el supermercado. «Donde más complicaciones tenemos es en casa. Cuando vas a ir a comer y estás solo, no puedes elegir» qué te apetece de primer o segundo plato. «En casa es difícil saber lo que vas a abrir. Solo puedes distinguir un tetra brick de una lata, pero no lo que hay dentro», indica María José.

Desde la Comisión reclaman una regulación como todas las cuestiones de consumo. «Igual que se marca la información del producto, el peso, el volumen, los ingredientes, etc., para la población que ve, lo que no podemos verla tendríamos que estar protegidos», critica.

Libertad para el consumo y el código QR

Solo piden la información «necesaria para reconocer el producto y si tiene una característica imprescindible – sin lactosa, sin gluten, sin sal- pero simplemente con saber si son sardinas o boquerones en vinagre, se nos abriría un mundo de información para poder consumir», dice la responsable de la Comisión.

Además, Sánchez asegura que al no necesitar color, no perturba que se pueda leer con toda normalidad. «Reclamamos un consumo en igualdad, que todos los productos estén etiquetados y reclamamos el compromiso de productores y distribuidores», denuncia.

Si no es el etiquetado en braille, también podría ser mediante el código QR, el código de barras bidimensional que almacena datos codificados en una url de Internet. «Esa información la podemos leer a través de nuestros dispositivos móviles. Solo tendría que tener marca táctil para poder localizarlo».

Un argumento que apoyan desde ASEDAS: «las últimas tendencias sobre accesibilidad no van por la línea del etiquetado si no, sobre todo, por el uso del código de barras: la captura a través de los smartphones permitiría hoy en día no solo identificar por voz todos los productos, sino capturar el instante toda la información que el resulte útil al consumidor (nutricional, alérgenos, calidad, caducidad, etc.)», indican.

Así, podrían elegir entre un zumo de piña o de naranja, las sardinas o los boquerones. Pero simplemente elegir.

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