Celsa y Duro Felguera, los dos grandes ‘marrones’ de la banca
La banca española se hace a un lado y da por hecho que los fondos tomarán el control de Celsa
Los Rubiralta se rebelan contra los fondos: ponen en duda su legitimidad para reestructurar Celsa
Duro Felguera dice estar en una fase «muy avanzada» para la incorporación de inversores estratégicos privados
Duro Felguera anuncia despidos a los sindicatos un año después de recibir 120 millones de la SEPI
La banca española tiene dos grandes marrones encima de la mesa en este inicio de curso: la siderúrgica catalana Celsa y la ingeniería asturiana Duro Felguera. Dos compañías que están al borde de la quiebra y en las que se juegan muchos millones a pesar de haber sido rescatadas por la SEPI, debido la actuación de sus propietarios y gestores, a los que preocupa más seguir en el machito que el futuro de la empresa. Y que cuestiona claramente cómo ha utilizado Pedro Sánchez nuestro dinero para ayudar a empresas supuestamente viables afectadas por la pandemia.
Empecemos por Celsa. Se trata de un caso parecido a los de Abengoa o Pescanova (sin fraude, al menos que se sepa): empresas rentables y con negocios sólidos que se embarcan en proyectos que requieren un endeudamiento salvaje al que luego no pueden hacer frente porque no se cumplen sus fantásticas proyecciones de ingresos. El covid hizo daño a la siderúrgica, como a todos, y la SEPI la rescató con 550 millones, que se dice pronto, la mayor inyección concedida por el fondo de ayuda a la solvencia. Eso sí, su entrega sigue pendiente porque está supeditada a que haya un acuerdo con los acreedores.
Y cuando parecía que volvían los buenos tiempos, llegó el subidón de la luz -su negocio es electrointensivo- y la hundió del todo. Todas las fuentes consultadas coinciden en que Celsa no tiene un problema de negocio, sino de exceso de deuda a la que no puede hacer frente… ni podrá jamás. Oliéndose la tostada y como son gatos escaldados de la burbuja inmobiliaria, los bancos españoles fueron vendiendo los créditos concedidos a la empresa en los últimos años, y ya sólo les quedan 525 millones de financiación de circulante (líneas a corto plazo para pagar nóminas y gasto corriente). Ahí están Santander, BBVA, CaixaBank, Sabadell y, con muy poco, Abanca.
«Chuleo» a la banca
El resto, unos 2.300 millones, fue adquirido por fondos de inversión que compran con mucho descuento y ganan dinero si logran recuperar algo de esa deuda. Esta actividad se llama distressed y son los famosos «fondos buitre», porque hacen negocio con empresas quebradas (nada que ver con lo que llama la izquierda «fondo buitre», que es básicamente cualquier fondo de inversión, ya que no tienen ni idea de qué son ni de qué hacen).
Estos fondos, entre los que se encuentran algunos de Goldman Sachs y Deutsche Bank, han ofrecido al principal accionista, Francesc Rubiralta, de los Rubiralta de toda la vida, diferentes soluciones para tratar de salvar la crisis. Pero el empresario y su abogado Luis Cortés «les han chuleado», en palabras de una de las fuentes, exigiendo que cualquier reestructuración pasara porque Rubiralta mantuviera el control de la empresa.
Lógicamente, los fondos se han hartado del «chuleo» y han decidido cortar por lo sano, ante el vencimiento este mes del resto de los 2.800 millones de deuda que no han vencido ya (Celsa acumula impagos desde 2020). Esperaron a que entrara en vigor la nueva Ley Concursal y, al minuto siguiente (las 00:01 horas del lunes), presentaron un plan de reestructuración sin instar el concurso de acreedores, algo que permite la nueva norma.
Los fondos se quedan con Celsa
Este plan incluye la transformación en capital de una parte de la deuda que era convertible y, como el resto del endeudamiento sigue siendo inasumible, también deciden convertir el resto mediante una ampliación. Como la empresa no puede afrontar sus deudas, el capital actual vale cero, por lo que, con esta conversión de deuda, los acreedores se quedan con el 100% del capital y Rubiralta, con cero.
Por supuesto, el empresario catalán se está resistiendo como gato panza arriba con todo tipo de argumentos, empezando porque los fondos no tienen legitimidad para reclamar hacerse con la compañía o que se salvaría con los 550 millones de la SEPI pero que los acreedores se niegan al acuerdo que les permitiría recibirlos (acuerdo que dejaría el control a Rubiralta, claro). Pero no parece que tenga ninguna probabilidad de salirse con la suya. Tiene pinta de que la suerte está echada.
Duro Felguea se funde el rescate
En cuando a Duro Felguera, hace un año que recibió 126 millones de dinero público, curiosamente (en realidad, no) la misma cantidad que le debe el Gobierno de Venezuela por una central de ciclo combinado y que Nicolás Maduro no tiene ninguna intención de pagarle hasta las calendas griegas. Impago que se adereza con un feo asunto de pago de comisiones que investiga la Justicia. Según fuentes cercanas a la empresa de Gijón, en estos 12 meses ya se ha fundido prácticamente 100 millones del rescate (concretamente, le quedan 28).
¿Cómo es posible? Pues porque no le entra nuevo negocio, más que contratos para terceros -como TSK o Técnicas Reunidas- para cubrir los costes estructurales pero que no le dejan margen. «El rescate les ha servido para pagar los atrasos con los proveedores y para mantener una estructura que está pensada para facturar 1.000 y pico millones, pero no facturan ni la mitad», según una de las fuentes. Se suponía que tenía que entrar nuevo negocio de la mano del socio que se comprometió a incorporar hace un año y del que sigue sin saberse nada. Y la mala imagen de la compañía con todos estos problemas le ha causado un daño reputacional que explica que nadie la contrate.
Ante esta situación, a los gestores de Duro Felguera no les queda más remedio que acometer un ERE para reducir esa estructura a algo más razonable. Un ERE que estaba comprometido desde el principio con la SEPI pero que se han resistido a hacer hasta ahora para no echarle la culpa al «Gobierno de la gente». La justificación ahora es que va a entrar un nuevo socio, por fin, pero que exige que antes le «limpien» la empresa.
El socio que nunca llega
La compañía asegura que ha habido 30 interesados y que tiene 4 ofertas en firme, una de ellas de Capital Energy, pero ésta lo niega (y no está precisamente para invertir en empresas en apuros). Como todas sean igual… Esto recuerda al estallido de la burbuja inmobiliaria, cuando todos los ladrilleros asseguraban que habían encontrado un socio que les iba a salvar. Y curiosamente, siempre era un árabe (jeque, emir, fondo soberano…) al que iban a engañar. Por supuesto, nunca aparecieron esos socios y todas quebraron.
Con este panorama, la banca se ha negado ya en dos ocasiones a prestarle más dinero y a no cobrar el inminente vencimiento de deuda de octubre, de 4 de los 85 millones que todavía debe a las entidades tras las fuertes quitas de la refinanciación de 2018. Así que es probable que, pese a todos estos rescates, tengamos un impago en las próximas semanas que puede llevar al concurso a Duro Felguera, en el que los contribuyentes perderíamos todo lo que hemos puesto. Maravilloso.
Para terminar, es evidente que los rescates de la SEPI -recordemos el de Plus Ultra- se han hecho por motivos políticos y no económicos: contentar a los socios catalanes del Gobierno en el caso de Celsa y al Ejecutivo socialista asturiano en el de Duro. Pero se han incumplido siempre los dos requisitos del fondo de rescate: que fueran empresas estratégicas y que fueran solventes, sólo con problemas puntuales por la pandemia. Y el Gobierno lo sabía perfectamente. Ahora, a subir impuestos para tapar todos estos agujeros de los que nadie habla.