Análisis

Un BCE más inflacionista con el que perdemos casi todos

Por Diego Barceló Larran, director de Barceló & asociados (@diebarcelo)

BCE compra deuda
Imagen del BCE.

El jueves 8 de julio, el Banco Central Europeo (BCE) cambió su objetivo de política monetaria. Hasta ahora, la meta era conseguir una inflación “inferior, pero cercana al 2%”. Ahora, el objetivo es simplemente un 2% de manera “simétrica”: la inflación por encima y por debajo del objetivo son igualmente indeseables.

Se quiere presentar como un cambio menor, casi cosmético. No lo es. Antes, una inflación inferior al 2% era, hasta cierto punto, “deseable”; ahora es “indeseable”. El BCE ha cambiado para ser más inflacionista. Ahora busca depreciar en mayor medida la moneda que el propio BCE emite. Tal el sinsentido al que hemos llegado: que un banco central cambie para envilecer con más fuerza la moneda cuyo valor debería defender.

A lo largo de los últimos doce años, en dos de cada tres meses, la inflación estuvo fuera de la meta establecida por el BCE. Que la inflación estuviera por debajo del objetivo fue más habitual que lo contrario. Concretamente, de los últimos 144 meses, la inflación estuvo dentro del objetivo del BCE durante 47 meses, lo superó en 31 meses y quedó por debajo en los restantes 66 meses.

Con el nuevo objetivo “simétrico” del 2%, los resultados cambian: durante 123 de los últimos 144 meses, la inflación estuvo fuera del nuevo objetivo; en 98 de esos meses, la inflación fue inferior al mismo. Esto quiere decir que la nueva definición del objetivo inflacionario da al BCE un margen más amplio para el activismo monetario: emitir aún más dinero, comprar aún más bonos y quién sabe qué más, ya que se reservan la posibilidad de “considerar, conforme sea necesario, nuevos instrumentos de política”.

El objetivo de inflación se ha convertido en un fetiche, por el cual el BCE acepta hacer cualquier cosa y correr cualquier riesgo. Incapaz durante años de alcanzar una inflación de, digamos, 1,6% o 1,7%, ahora el BCE pretende ir más allá: el 2%. Y ya nos anticipa que eso “puede implicar un período transitorio en el que la inflación se sitúe ‘moderadamente’ por encima del objetivo”. Frase que desmiente la anunciada simetría, pues ir más allá del objetivo ahora es parte del juego.

¿Quién gana con una inflación mayor, con un euro que pierda más valor? Los políticos, que, por ejemplo, van a ver cómo la deuda pública se erosiona más rápido (con una inflación de 2%, 1.000 euros hoy valen 552 en 30 años; con una inflación del 1,1% -media de los últimos 10 años-, en cambio, cae hasta 720 euros). ¿Quién pierde con una inflación mayor? Todos los que ahorren y hagan su vida en euros. En suma, ganan los políticos y los burócratas del BCE (que justifican su rol “combatiendo” la inflación que ellos mismos alientan) y perdemos todos los demás.

El BCE ya no tiene nada de diferente del Gosplán soviético (el ministerio de planificación). Por “nuestro bien” nos obliga a utilizar una moneda que se dispone a envilecer en mayor medida, haciéndonos correr a nosotros todos los riesgos que surjan, inevitablemente, de sus errores de planificación. De mano, ya sabemos que toda esta manipulación monetaria exacerba (no modera) los ciclos económicos, inestabilidad que acarrea consumo de capital. Por más que los modelos matemáticos del BCE no lo contemplen, nada impide que la mayor emisión monetaria de la historia europea haga que la inflación se estabilice, por ejemplo, por encima del 3%.

Este paso del BCE va contra la idea de una Europa próspera y unida. Los alemanes, con toda razón, se preguntarán si habrá valido la pena deshacerse del marco alemán, la moneda de mayor calidad del continente, para tener una política monetaria inflacionista. Los demás, podemos preguntarnos desde ahora mismo: ¿tiene sentido fijar objetivos de inflación, inalcanzables por medios convencionales? ¿Por qué tenemos que aceptar pasivamente la decisión de un grupo de tencnócratas que ha ido más allá del objetivo fundacional de estabilidad de precios? ¿No es hora de abolir el curso forzoso del euro y ponerlo a competir con otras monedas? ¿No es hora ya de que los ciudadanos europeos dejemos de ser rehenes del BCE y se nos permita elegir en qué moneda queremos cobrar nuestros salarios, pensiones, pagar nuestras deudas y celebrar nuestros contratos?

@diebarcelo

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