Los agricultores siguen pidiendo subvenciones sin saber que las ayudas están hundiendo al sector

trigo
Los recursos agrícolas, como el máiz o el trigo, se engloban dentro de la categoría agrícola de 'commodities' (Foto: GETTY/ISTOCK).
Borja Jiménez

Este año tampoco ha habido excepción. Las manifestaciones, pacíficas y más violentas, de los agricultores reclamando precios ‘más justos’ para sus productos se han vuelto a suceder. Sin embargo, son varios los economistas que alertan a los propios agricultores de que sus exigencias son equívocas: “No tienen que pedir precios más justos, sino el fin de las subvenciones”.

Y es que productos tan básicos para la agricultura castellana como son la uva o la leche siguen con los precios por los suelos. Un problema que, según explica el economista Javier Santacruz, está muy ligado al mundo de la agricultura, y que se debe única y exclusivamente a las subvenciones públicas.

El campo sigue en un limbo económico bajo un marco regulatorio enormemente desfavorable y en el que la política de intervención siempre ha sido la misma desde la creación del Servicio Nacional del Trigo en los primeros compases del franquismo y recién terminada la Guerra Civil: control de precios y subvenciones directas al productor”, señala Santacruz.

La agricultura, aunque pesa apenas el 4,2% en el PIB, es un sector lo suficientemente importante como para ser muy cautelosos y más aún con el historial de conflictividad que acumula.

¿Por qué las subvenciones tiran el precio?

Las subvenciones directas sobre un determinado cultivo provocan, según explica Santacruz, el descenso de los precios. El motivo no es otro que, como el agricultor percibe una renta adicional que no viene del mercado, los compradores de su producto –conocedores de ello-, reducen los precios de compra hasta que se equilibre con el precio, pero sin subvención. De modo que, lo que debería servir para apoyar al agricultor, como es una subvención, en realidad lo que hace es dar un mayor beneficio para el intermediario.

En realidad, la raíz del problema es que durante muchísimos años, desde los años 40, hace más de 70 años, el campo se subvenciona. Entonces, las subvenciones al campo tienen un efecto boomerang, y es que lo que tú crees que te está aportando como renta, independientemente de los precios y la producción que tenga el agricultor, son subvenciones por superficie, ya no son por producción, y esto se ha convertido en que lo que te dan por un lado, te lo quitan por otro. ¿Quién lo quita? Pues el que compra”, matiza Santacruz.

accesorios de vino

Pero no sólo las subvenciones abaratan los precios del producto. “En el caso del vino, las existencias a principios de campaña eran prácticamente nulas, pero empezó a entrar de una forma masiva mosto americano. En EEUU, Chile o Canadá, se produce ya una uva de bastante calidad. La avalancha que ha entrado ha sido tan enorme, que ha tirado por los suelos los precios del vino en origen”, explica el economista.

Nueva Zelanda como ejemplo

Hace más de 20 años, en Nueva Zelanda un gobierno de izquierdas fue, paradójicamente, quien eliminó las subvenciones al campo. Acabó con ellas. Se dieron cuenta de que las subvenciones, lejos de beneficiar, les perjudicaba. Una conclusión que sacaron en el país hace 30 años, que ha provocado que Nueva Zelanda se haya convertido en una de las principales potencias del mercado agrícola mundial.

De hecho, existe un fondo de inversión español que se dedica a invertir en compañías agrícolas, que es Panda, que tiene una exposición muy grande a compañías de Nueva Zelanda muy buenas, todas agrícolas, claro, y que son buenas por márgenes, por negocio y por todo. “Algo que han conseguido porque se eliminaron las subvenciones al campo”, concluye Santacruz.

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