Adolfo Domínguez saboteó a su propio Consejo de Administración para expulsar al CEO
El propio Adolfo Domínguez boicoteó la gestión de su Consejo de Administración hasta conseguir la salida de Estanislao Carpio, según relatan a OKDIARIO algunos empleados de la gallega. Tras la expulsión del directivo de Camper, que llegó en 2012, el diseñador tomó de nuevo las riendas de la compañía y, según las mismas fuentes, compuso una nueva mesa de dirección a su medida que ahora quiere limitar a siete sillas. Por su parte, fuentes de la empresa explican que “el Consejo dimitió porque estaban de acuerdo con la antigua estrategia y no con el cambio” materializado por Carpio.
Carpio llegó a Adolfo Domínguez en septiembre de 2012 y salió apresuradamente en junio de 2016, era despedido de la compañía y tras él salía todo su equipo. El directivo llegó con el complicado reto de sacar a la textil de los números rojos y profesionalizar una empresa con marcado carácter familiar. Pero no sólo se enfrentaba a esto, además se convertía en el primer director general de Adolfo Domínguez y, según fuentes cercanas a la compañía, tenía la labor de lidiar con un diseñador de “personalidad compleja y acostumbrado a una gestión muy personalista”.
Carpio llegó hace cinco años y en 2015 fue nombrado CEO, un año antes había puesto sobre la mesa un Plan Estratégico que habría finalizado en 2018. En este proyecto se contemplaba el cierre de puntos de venta, reducción de plantilla y ajuste de costes.
En una entrevista con Modaes, a Carpio se le preguntó si la posición de Adolfo Domínguez en la compañía era una posible amenaza para la fortaleza de las cuentas y el directivo contestó que “si el fundador facilita una buena gestión, no es una amenaza”. Y añadía: “Otra cosa es si se niega a ver el futuro, pero no es nuestro caso”.
Resulta una declaración curiosa vista desde el prisma presente. Empleados de la gallega aseguran a OKDIARIO que, desde que Consejo de Administración “le pidió (a Adolfo Domínguez) que se apartase de la gestión por sus pésimos resultados y contratara a Estanislao Carpio, su única obsesión diaria era la de boicotear su gestión hasta acabar con él”. Incluso, según las mismas fuentes, afirman que el propio diseñador “tuvo reuniones privadas con sindicalistas para filtrarles información de la propia compañía”.
Por su parte, fuentes de la propia empresa, explican a este periódico que “el Consejo de Administración dimitió casi al completo porque estaban de acuerdo con la antigua estrategia y no con el cambio” de Carpio. En esa tanda de dimisiones, también salieron los consejeros representantes del Grupo Puig, según la empresa, “tomó la decisión de no estar en el Consejo y no ha explicado su renuncia”.
Según los empleados, que prefieren permanecer en el anonimato, a Adolfo Domínguez “le carcomía la envidia de ver como en 2015 y hasta julio de 2016, cuando todo explotó, los resultados de la compañía iban hacia arriba, el clima laboral había cambiado y parecía que veía la luz”. Una situación, añaden, que “era demasiado para él, dinamitó todo, engañó a Puig diciendo que traería a un nuevo CEO que no ha contratado y volvió a ponerse en el poder echando a todos los directivos”.
Actualmente, el Consejo de Administración está conformado por siete sillas, que tendría ocho si no fuera por la renuncia de Grupo Puig a estar en la cúpula. No obstante, el nuevo cuadro directivo debe refrendarse en la próxima Junta General de Accionistas del 12 de julio.
Los empleados, algunos de ellos bastante antiguos, comparan la gestión de Adolfo Domínguez con la que antaño hizo su padre y con la que están haciendo los hermanos del gallego en Textil Lonia, el grupo que ostenta bajo su paraguas a marcas como Bimba y Lola o Purificación García. Señalan, también, que el diseñador ha convertido la “empresa de moda de su padre en un auténtico cortijo agónico rodeado de lacayos” y afirman que en estos momentos están “viviendo del legado de Carpio y su equipo, mientras él y su familia gastan a capricho cargando todos los gastos a la sociedad”.
Concluyen afirmando que «aman la firma» en la que trabajan, pero «los caprichos de Adolfo Domínguez nada tienen que ver con su padre y sus hermanos».