El Málaga le debe una al Madrid
La jornada 38 tiene siempre la mezcla perfecta de drama y euforia. Siempre queda algo en juego y quienes no han hecho sus deberes a tiempo buscan, a la desesperada, lograr el objetivo en la última fecha del campeonato. Málaga y Real Madrid se ven las caras esta temporada, pero no es la única vez que los blancos llegan a la ciudad costasoleña con el título de Liga en aire.
Los malagueños llegan al final de temporada con los deberes hechos. El conjunto de Míchel parecía abocado a jugársela por no perder la categoría, sin embargo, una racha espectacular en los últimos ocho encuentros -en los que han sacado 19 puntos- les mantendrá una temporada más en la élite. Ahora, en undécima posición y con su permanencia sellada, verán desde la barrera como el Madrid busca levantar su 33ª Liga… en su estadio.
No es la primera vez que ambos conjuntos se citan en La Rosaleda en el cierre de la competición. No hace mucho, en 2010, los madridistas visitaban Málaga con el mismo objetivo, pero sin depender de ellos mismos. Además, los boquerones se jugaban su continuidad en Primera división… y tenían todas las papeletas para bajar.
Igualados a 36 puntos con Racing, Valladolid y Tenerife, los entrenados entonces por López Muñiz necesitaban rascar algo de la visita de los madridistas para lograr una permanencia que se antojaba difícil. Los pucelanos y malacitanos eran los que tenían, a priori, el futuro más negro. Los blanquivioletas intentaban en el Camp Nou la machada de lograr la salvación frente a un Barça que tenía, mínimo, que igualar el resultado del Madrid para proclamarse campeón.
En Málaga se adelantaban los locales con un tempranero gol de Duda que hacia soñar con la permanencia. Para cuando los blancos quisieron empatar el choque, el Barça ya vencía holgadamente un partido que terminaría 4-0. No habría alirón en La Rosaleda y el punto, en ese instante, servía a los locales para mantener la categoría.
Los de Pellegrini, que dirigía su último partido como entrenador madridista, se dejaban llevar en un choque que terminaría empate a uno. Del jubilo en las gradas se pasó a una invasión de campo que cerraba la permanencia del equipo un año más en Primera. Aquel día, el llanto volaba a la capital, mientras que en el estadio malagueño se desataba la alegría.