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Lydia Valentín describe sus inicios en halterofilia: «La niña se nos va a poner como Hulk»

Lydia Valentín atiende a OKDIARIO tras recibir el premio María de Villota que reconoce sus valores y trayectoria deportiva

Pasa revista a su carrera deportiva marcada por el dopaje de sus rivales

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Lydia Valentín
Lydia Valentín.

Camina Lydia Valentín por la sede del Comité Olímpico Español como lo ha hecho a lo largo de toda su trayectoria deportiva sobre la tarima de halterofilia, con la conciencia tranquila. Su aplomo se añade a los asteriscos necesarios para comprender el valor y la excelencia de su currículum. Lo ha ganado todo. Oro olímpico, mundial y europeo. Hace un año y medio dejó de competir y ya ha vivido sus primero Juegos como ex deportista.

«Los de París han sido unos Juegos Olímpicos totalmente diferentes. Los he vivido de una manera… Pues bueno, viendo competiciones, apoyando la halterofilia internacional y también lo que es el deporte español y deporte en general. Cuando cierras ciclos se pasa a vivir y disfrutar de otra manera, que también es chula y diferente», analiza la berciana durante su conversación con OKDIARIO.

Durante la charla con este medio no sostiene ninguna de sus medallas, pero sí el premio María de Villota que reconoce sus valores y trayectoria deportiva. «Recuerdo mi retirada de manera muy bonita. Le tengo mucho cariño a Alejandro Blanco. Cuando tomé la decisión de retirarme hablé con él y tenía claro que era el momento. Fue como dar las gracias a la vida por todo lo que había conseguido. Y el día siguiente fue como… ¡Guau! Ahora voy a reflexionar sobre todos los éxitos que he conseguido alcanzar», asegura a OKDIARIO.

Lydia Valentín es un referente de los deportes minoritarios en España. Se ha labrado una reputación más allá de la barra. En un deporte, la halterofilia, infestada de dopaje, que le arrebató durante años las preseas que había ganado limpiamente. La triple medallista olímpica tuvo que esperar casi una década para degustar el oro que había ganado merecidamente en los Juegos de Londres 2012. También para colgarse la plata de Pekín 2008.

«Fue Londres, fue Pekín… Dos de mis tres medallas olímpicas. Aunque siempre me quedo con lo mejor de cada acontecimiento. Fue algo agridulce porque sí que es verdad que es una faena que te den las medallas después, pero podría haberse tapado el resto de la vida y que nadie hubiera sabido nada. Que se destapara la corrupción me hizo feliz por poder tener  las tres medallas juntas», confiesa a este medio.

La halterofilia caminó durante esos años por un oscuro camino marcado por el dopaje. Tanto que el propio presidente del Comité Olímpico Internacional amenazó con revisar su inclusión en futuros programas. «La gente daba positivo, volvía a competir, daba positivo otra vez, volvía a competir…Se sabían cosas. Al final llevaba toda la vida en halterofilia y sabía qué países van como van. Tampoco fue algo nuevo», declara Lydia Valentín a este periódico.

La berciana también tuvo que hacer frente a los estereotipos de género que rodea un deporte, la halterofilia, ciertamente masculinizado. El corazón que Lydia Valentín hacía tras los levantamientos fue una seña de identidad, como las muñequeras rosas, los lazos en el pelo, los pendientes o el cinturón de Hello Kitty. Su esencia.

«Nunca lo he considerado como una lucha. Es verdad que es un deporte de fuerza y más vinculado con el género masculino. He estado haciendo alto rendimiento con compañeras constantemente. Entonces yo sí que es verdad que nunca me he sentido diferente, pero a nivel social, pues a lo mejor era como que chocaba bastante», reconoce.

Los primeros, sus familiares. «Llamaba mucho la atención que practicara halterofilia desde pequeña. En mi familia era como ‘¡Dios mío, la niña se nos va a convertir en Hulk’». Y en eso se convirtió. En una persona corpulenta, persistente y de gran corazón. Su legado lo confirma.

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