El traje de la Champions le sienta mejor
Zidane se fiaba de la Roma lo mismo que Rajoy de Pedro Sánchez: poco o nada. La Champions es la Champions y por eso el técnico madridista eligió a su once más fiable. Ni el más ofensivo, ni el más famoso, ni el más caro. De las incorporaciones del verano pasado jugaba Casemiro, que se ha hecho con un puesto en tiempos revueltos. Será porque con el brasileño el Real Madrid tiene más equilibrio de Pinito del Oro. Y también Danilo, que ha empezado a parecerse en los últimos partidos al lateral derecho del Oporto y no al lateral torcido que se ha visto estos meses en el Bernabéu.
El dilema James o Isco se resolvió esta vez en favor del colombiano, inédito ante el Celta. También regresaban al once Kroos y Modric, que necesitaban un descanso después de parecer fundidos como el queso de un sandwich mixto. Y Bale, la gran esperanza blanca. Enfrente Spaletti sacaba un once indigno de un entrenador italiando, con más delantera que un programa de Mediaset. La Roma juntaba arriba a Salah, Perotti, El Shaarawy y Dzeko en busca de una remontada imposible en la Champions.
El partido nació dinamico y furioso, como una canción de reaguetton. La Roma salió a meter al Madrid en su área, pero en la primera irrupción de Bale por la izquierda la cabeza de Cristiano se quedó a un centímetro de impactar con el balón. Le siguió una incursión de Danilo por la diestra, que Cristiano remató en la frontal y pidió un penalti que no era. El Madrid, como Podemos, usaba bien las bandas.
Presionaban los de Zidane y robaban la pelota muy arriba. Casemiro mereció una amarilla que le habría hecho perderse la ida de cuartos pero el árbitro polaco se hizo el sueco. Cristiano tuvo una falta que, como no le había pitado nadie, mandó a las nubes. Dominaba el Madrid, dinámico, sólido y muy concentrado.
El egipcio veloz y el bosnio errante
El 13 fue el minuto de la suerte para el Madrid. Una contra maravillosamente conducida por Salah, que ya volvió locos a los defensas blancos en la ida, desató el silencio en el estadio. El egipcio desarboló por velocidad a cuantos madridistas le salieron al paso. Se plantó en la frontal y la puso para Dzeko, mano a mano con Keylor Navas, pero el delantero de la Roma la echó a un lateral de la red. El fantasma de otro Schalkazo desplegaba su sábana sobre el Bernabéu.
No se arrugó el Madrid, que siguió castigando a los romanos por los costados. Un disparo lejano de Modric en el minuto 20, después de una jugada coral de los blancos, lo despejó con apuros Szczesny, casi se la sacó de encima el meta de la Roma. Gobernaban los de Zidane, atacando bien y defendiendo mejor. Pero las contras de la Roma eran un dolor de muelas. Otra vez Salah tuvo el 0-1 en sus botas, pero el egipcio es como un coche de choque: sabe acelerar, pero no frenar. De nuevo un disparo romano al lateral de la red.
A la media hora emergió Cristiano entre el ejército de Spalletti para trazar una diagonal con dos regates. Su disparo seco, raso y cruzado lo despejó el meta romanista cuando ya se colaba. Y a los 33 de nuevo Sczesny arrebató el gol a Ronaldo con una salida acertadísima a los pies del luso. El 0-0 era por pura casualidad, como los aciertos de Manuela Carmena.
El partido tenía emoción y vértigo. Molaba. Hasta Casemiro pudo marcar después de una jugada de orfebrería entre Modric y Cristiano, pero al brasileño le salió un tirito de puntera fácil para el portero de la Roma. Respondió Salah con otro disparo flojito desde dentro del área que atrapó abajo Keylor. Luego Bale, que jugó todo el primer tiempo como extremo por la banda izquierda, reclamó un penalti por mano de un defensa romanista, pero era involuntaria.
Gobierna el Madrid, perdona la Roma
Arrancó el segundo tiempo y el Madrid siguió a lo suyo. Presionar, dominar, atacar. Sczcesny volvió a salvar a la Roma al sacar abajo una volea de James dentro del área. Los de Zidane se merecían el 1-0. Pero la Roma dio el tercer (y quién sabe si último) aviso después de otro fallo incomprensible de Salah en un mano a mano con Keylor Navas. El egipcio demostró que los pies los tiene sólo para correr, como Usain Bolt.
Entonces el Madrid empezó a dudar. Una jugada de Florenzi, que sentó a Ramos en la frontal, la sacó Keylor con un vuelo espectacular. Un minuto después, a la salida de un córner, el meta costarricense sacó milagrosamente un tiro a bocajarro de Manolas. Los blancos empezaban a estar sobre el alambre y el Bernabéu lo sabía.
Una llegada de Modric, que se perdió a córner tras tocar en un rival, devolvió el pulso al Bernabéu. Zidane movía el banquillo y metía a Lucas Vázquez para trabajar en la banda. Bale, por prescripción y precaución médica, se iba al banquillo. Y tuvo que ser precisamente Lucas el que amagara una bicicleta en la banda derecha, sentara a su par y la pusiera al centro del área. Fue una jugada de extremo atrevido y talentoso. Allí esperaba agazapado el deprededador Cristiano, listo para adelantarse tanto al portero como al central de la Roma. Golazo y respiro.
Letal a campo abierto
El Madrid entonces tenía espacio para correr y los cuartos de Champions en el bolsillo. Y ya se sabe que los blancos a campo abierto son letales. A los 67 condujo la contra Kroos, luego aceleró Cristiano y James, que llegaba por su izquierda, marcó con un tiro raso. El colombiano se reivindicaba y le hacía falta el gol como a Punset un secador de pelo. El Madrid estaba en cuartos y Cristiano perdonó el tercero en el 69 después de una nueva contra conducida por James y Lucas.
Spalletti sacó entonces a Totti, quizá para que el Bernabéu le tributara una ovación cerrada a un jugador que pudo ser madridsta pero eligió seguir siendo centurión. También Zidane quitó a Casemiro para evitar que viera una amarilla que tenía postre. El Bernabéu le tributó una merecida ovación al brasileño, que ha pasado de proscrito a indiscutible para Zizou, porque el técnico francés se guía por la meritocracia.
Con un postrero remate de Perotti al palo en los minutos de la basura, el Bernabéu cerraba el telón de la Champions, al menos hasta los cuartos, donde el Real Madrid ya espera rival en su camino hacia la Undécima que, al menos anoche, no pareció un sueño.