Las frases más conocidas de Federico García Lorca
Representante de la generación del 27, el poeta Federico García Lorca fue asesinado en la madrugada del 18 de agosto de 1936.
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Federico García Lorca fue un poeta, dramaturgo y prosista español que formó parte de la Generación del 27 . Es además el poeta más influyente y popular de la literatura española del siglo XX. Como dramaturgo, se le considera autor de algunas de las mejores obras del siglo XX, junto con Valle-Inclán y Buero Vallejo. Entre sus grandes obras, «Yerma», «La Casa de Bernarda Alba» o «Bodas de Sangre», pero además este gran autor que falleció en la madrugada del 18 al 19 de agosto, dejó grandes frases y reflexiones. Por este motivo, conocemos a continuación, las frases más conocidas de Federico García Lorca.
Las frases de Federico García Lorca
Representante de la generación del 27, el poeta Federico García Lorca es un claro ejemplo de la mejor literatura española. Ha escrito obras diversas, poesía, novelas, teatro y nos deja un gran legado que hemos leído muchas veces y no nos lo acabamos.
Inspiró a muchos otros autores y escritores, y por ello su nombre es importante. Siempre podemos conocerlo mejor a través de sus frases, poderosas joyas que nos pueden acompañar toda la vida. ¿Damos un repaso a las mejores frases de Federico García Lorca?.
El más terrible de todos los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza muerta
La desesperanza hace sentir que nada de lo que hagamos va a tener sentido, privándonos de las ganas de luchar por conseguir nuestros sueños.
Vamos al rincón oscuro, donde yo siempre te quiera, que no me importa la gente, ni el veneno que nos echa.
El que quiere arañar la luna, se arañará el corazón
En la bandera de la libertad bordé el amor más grande de mi vida.
La luna, como una gran ventana de vidriera que se rompe en el océano.
Tuve la suerte de ver con mis propios ojos la reciente caída del mercado bursátil, en la que perdieron varios millones de dólares, una chusma de dinero muerto que se deslizó hacia el mar.
La nieve del alma tiene copos de besos y escenas que se hundieron en la sombra o en la luz del que las piensa.
¡Libros! ¡Libros! He aquí una palabra mágica que equivale a decir “amor, amor”, y que debían los pueblos pedir como piden pan
Los pueblos son libros. Las ciudades periódicos mentirosos.
No soy un hombre, ni un poeta, ni una hoja, sino un pulso herido que presiente el más allá.
¿De qué me sirvió a mí el orgullo y el no mirarte y el dejarte despierta noches y noches? ¡De nada! ¡Sirvió para echarme fuego encima! Porque tú crees que el tiempo cura y que las paredes tapan, y no es verdad, no es verdad.
Quiero llorar porque me da la gana.
El día que el hambre sea erradicada de la tierra, habrá la mayor explosión espiritual que el mundo haya conocido. La humanidad no puede imaginar la alegría que irrumpirá en el mundo.
¡Libros! ¡Libros! He aquí una palabra mágica que equivale a decir “amor, amor”, y que debían los pueblos pedir como piden pan.
Poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse y que forman algo así como un misterio.
Nuestro ideal no llega a las estrellas: es sereno, sencillo. Quisiéramos hacer miel como abejas, o tener dulce voz o fuerte grito, o fácil caminar sobre las hierbas o senos donde mamen nuestros hijos.
La historia no sólo se verifica en la poesía sino que, gracias a ella, se condensa, adquiere un sentido, crea imágenes y los símbolos en que los americanos se reconocen.
Cuando sale la luna se pierden las campanas y aparecen las sendas impenetrables. Cuando sale la luna, el mar cubre la tierra y el corazón se siente isla en el infinito.
Cada minuto, cada persona, cada actitud puede ser el germen de una obra dramática. Cada criatura que nos tropezamos va pasando a través de su vida por climas dramáticos diferentes, en combinación infinita hasta su última escena en que se tiende para morir.
Quiero dormir un rato, un rato, un minuto, un siglo; pero que todos sepan que no he muerto; que hay un establo de oro en mis labios; que soy un pequeño amigo del viento del Oeste; que soy la sombra inmensa de mis lágrimas.
¡Hay que dar el perfume que encierran nuestras almas! Hay que ser todo cantos, todo luz y bondad. ¡Hay que abrirse del todo frente a la noche negra, para que nos llenemos del rocío inmortal!.
La nieve está cayendo en el campo desierto de mi vida, y mis esperanzas, que deambulan lejos, tienen miedo de congelarse o perderse.
He llegado a la línea donde cesa la nostalgia y la gota de llanto se transforma alabastro de espíritu.
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