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Estos son los peores bollos de bollería industrial que existen: un análisis lo corrobora

Estos son los peores bollos de bollería industrial que existen: un análisis lo corrobora
Janire Manzanas
  • Janire Manzanas
  • Graduada en Marketing y experta en Marketing Digital. Redactora en OK Diario. Experta en curiosidades, mascotas, consumo y Lotería de Navidad.

Según datos de ASEMAC, la producción de ultraprocesados en España aumentó en un 9,01% en 2022 en comparación con 2021, alcanzando un volumen de 203.858 miles de Kilos. A pesar de los esfuerzos de la industria por reducir el contenido de azúcares, grasas y sal en ciertos productos, especialmente desde que se adhirieron al Plan de Colaboración para la Mejora de la Composición de los Alimentos y Bebidas en 2017, algunos expertos consideran que estos esfuerzos son insuficientes.

Argumentan que los consumidores tienden a creer que los productos etiquetados como bajos en sal o azúcares son más saludables, pero en realidad pueden seguir siendo poco recomendables, incluso después de la reformulación.

Los bollos de bollería industrial que deberías evitar

Tanto Antonio Rodríguez, autor de El libro de ‘Sinazucar.org’, como la médico y nutricionista Núria Monfulleda, coinciden en que la bollería industrial no es saludable y no se puede recomendar en ninguna dieta. Aunque no la consideran tóxica, tampoco la consideran buena para la salud. Ambos expertos enfatizan que no existe una distinción entre bollería industrial buena y mala, y que su consumo debe ser ocasional y sin culpabilidad.

Rodríguez sugiere construir una relación saludable con la bollería industrial y otros ultraprocesados, consumiéndolos muy ocasionalmente. Aunque algunos productos intenten promocionarse como más saludables, la composición básica de la bollería industrial, que incluye harina refinada, azúcar y grasas no saludables como la de palma, no es beneficioso para la salud, independientemente de pequeños detalles como el tipo de grasa utilizada, tal y como recoge ‘La Vanguardia’.

Asimismo, advierte que las galletas, aunque algunas se promocionen como más saludables por contener fibra, harinas integrales o edulcorantes, deben tratarse igual que otros productos de bollería industrial, como bollos o palmeras. Aunque algunas galletas tengan una composición ligeramente mejor, la diferencia no es significativa, y su consumo habitual puede ser perjudicial debido a su alto contenido de azúcares y grasas poco saludables. La sustitución de azúcar refinado por edulcorantes tampoco es beneficioso, ya que acostumbra al paladar al sabor dulce, dificultando la transición a una alimentación más saludable.

Por otro lado, advierte que los productos de panadería no son mejores que la bollería industrial, incluso si se compran en panaderías artesanales. Aunque es probable que no contengan conservantes ni estabilizantes, esto no los convierte en opciones más saludables, ya que siguen teniendo un alto contenido de grasas, azúcares y harinas de mala calidad.

Teniendo esto en cuenta, sugiere buscar alternativas cuando se desee satisfacer el paladar con un placer dulce, ya que tanto los productos industriales como los caseros no son la mejor opción para una alimentación habitual. Incluso los pasteles caseros, como el clásico bizcocho de yogur, contienen harina refinada y azúcar, por lo que recomienda reservar este tipo de productos para ocasiones especiales.

El peligro de los azúcares refinados y las grasas trans

El consumo habitual de azúcar refinado puede tener repercusiones significativas en la salud debido a su impacto en la función metabólica del organismo. Este tipo de azúcar tiende a desencadenar un estrés en el páncreas al provocar una respuesta excesiva de insulina para regular los niveles de glucosa en la sangre después de su ingesta.

Esta situación puede generar una disminución en la sensibilidad de las células a la insulina, lo que lleva a un ciclo en el que el cuerpo requiere una mayor producción de esta hormona para lograr el mismo efecto, lo que puede afectar negativamente la función del órgano.

Además, se ha observado una posible asociación entre el consumo regular de azúcar refinado y un aumento en la incidencia de ciertos tipos de cáncer, especialmente aquellos relacionados con el sistema digestivo. Esto se debe a que la glucosa es la principal fuente de energía para el crecimiento celular, incluidas las células tumorales.

Las grasas trans se forman durante el proceso industrial de hidrogenación de aceites líquidos en grasas sólidas. Aunque inicialmente se pensaba que eran una alternativa más saludable a las grasas saturadas, se ha demostrado que son aún más perjudiciales para la salud cardiovascular y pueden contribuir a determinadas enfermedades como la obesidad y la diabetes tipo 2.

Se recomienda que menos del uno por ciento de las calorías diarias provengan de grasas trans, y organizaciones como la OMS y la FDA establecen pautas para limitar su consumo. Las grasas trans aumentan el colesterol LDL («malo»), reducen el HDL («bueno») y pueden conducir a la acumulación de colesterol en las arterias, aumentando el riesgo de enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares.

Además, su presencia en alimentos bajos en nutrientes y altos en calorías puede contribuir al aumento de peso y al riesgo de diabetes tipo 2. La FDA considera que un alimento es libre de grasas trans si contiene menos de 0,5 gramos por porción y establece criterios para el etiquetado de alimentos saludables en relación con su contenido de grasas trans y grasas saturadas.

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