Oscar Tusquets: “Ser cobarde no es nada sexy”
Arquitecto, escritor, pintor, humanista y artista. Oscar Tusquets (con la ‘o’ mayúscula sin acento, por favor) (Barcelona, 1941) escribe para hacer amigos y ríe con carcajadas pasadas de decibelios y altamente contagiosas. Detesta la cobardía, se considera un hombre con suerte por la época que le tocó vivir, echa de menos a personajes como Fernando Fernán Gómez y no quiere que le den lecciones morales.
Acaba de leer la autobiografía de Woody Allen, cree que Plácido Domingo podía ser pesado, pero no un hombre violento y se sentaría a cenar con Paolo Sorrentino, Sofia Coppola y David Hockney. ‘Pasando a limpio’, su último libro, ha sido un éxito y ahora “los chicos” de ‘El Apartamento’ han editado ‘Sketchbook’, un libro que recopila gran parte de los bocetos de su carrera que antes de la pandemia presentó en el ‘Bar Cock’ de Madrid.
¿Se considera un amable personaje?
Sí, rotundamente. Este adjetivo lo escogió el escritor Vila-Matas para la enciclopedia de Juli Capella y, mira, al principio me sorprendió porque también soy cascarrabias, eh, pero soy amable, persona que ama y persona que es amada.
Últimamente, no obstante, tiene escandalizado al personal con su opinión sobre los vuelos low cost y los viajes de las secretarias a las Seychelles. ¿Algo que decir?
(Risas) Bueno, el primero que no tendría que ir soy yo, que eso no lo dije. De hecho, nunca he estado. Pero, lo que es cierto es que si queremos bajar la contaminación hay que subir los precios. Es la única forma.
Su madre y sus amigas le decían a su hermana Esther Tusquets que no leyera tanto porque iba a tener problemas con los hombres, ¿así se las gastaba su madre?
Mi madre era formidable y también, como ha dejado claro mi hermana en su literatura, una mujer de rompe y rasga. Estuve enamorado de mi madre, no con complejo de Edipo, pero sí sentía por ella una gran admiración. De ella he heredado muchas cosas, virtudes y defectos.
¿Cómo cuáles?
De mi madre que hablo altísimo y de mi padre la sordera de los dos oídos, así que hablo aún más alto. Mi amigo Félix de Azúa me recomendó unos aparatos carísimos, pero te los pones y en un restaurante puedes escuchar lo que dicen cinco mesas más allá o el ruido de la cafetera, pero no escuchas ni al vecino ni a los que están contigo cenando. (Risas) La sordera tiene poca solución, así que seguiré hablando alto.
Hoy en los restaurantes modernos hay que hablar a gritos, la acústica es malísima.
¡Absolutamente! He trabajado en proyectos de restaurantes con Federico Correa y, desde luego, para que sean agradables deben estar muy bien insonorizados y tener muy buena acústica. Si no es así, yo soy de los que no vuelvo nunca más.
Fue usted quien dijo eso de que escribe para hacer amigos, pero todo el mundo se lo atribuye a Gabriel García Márquez.
Así es, se lo dije a Gabo una noche en Bocaccio, comenzó a usarlo y siempre se lo atribuyen a él. ¡Claro, menuda competencia! (Risas) Empecé a escribir tarde, como a los 50 años, y fue Beatriz de Moura (editora de Tusquets Editores) quien me publicó el primer libro. ‘Pasando a limpio’ (Editorial Acantilado), el último que he publicado, se ha vendido muy bien y ha tenido mucho éxito antes de la pandemia. Fue fantástico. Los editores me quieren por lo que escribo y porque, claro, además vendo. Me encanta estar con gente de mi edad y gente más joven que yo, me divierte, y eso te lo da el escribir y que los demás te lean. Si vendo 50.000 ejemplares de mis libros me siento como si cenara con todas esas personas, 50.000 amigos que se sientan a la mesa.
Ahora las visitas con los amigos han estado complicadas con la pandemia.
¡100 días que no veía a mis amigos! Mis hijos, que tienen 15 años, llevan también 100 días sin ver a sus amigos. Eso no hay quien lo aguante. ¡Es como si los conocieras de nuevo! Yo el primer día que podíamos salir me fui a un restaurante a cenar, uno muy bueno de Barcelona, y di besos y abrazos a todos mis amigos. Sé que tengo 79 años, los cumplí el pasado domingo, y estoy preparado para la muerte. De eso va mi próximo libro que, aunque no debería anunciarlo porque nadie lo hace, se llamará ‘Vivir no es tan divertido y envejecer es un coñazo’. Te lo digo en serio, es mejor que se muera uno de 80 a uno de 20. Además, ser cobarde no es nada sexy, ¿no crees?
Desde luego, si tengo una cita con un hombre y no puede defenderme en ninguna circunstancia por su cobardía o cursilería lo abandono de inmediato. El 22 de junio, que nos dejarán salir sin restricción, he prometido besar al primer hombre que vea en mi portal, ¿cómo ve esta irreverencia?
(Muchas risas) ¡Eso está prohibidísimo! Acuérdate que en Reino Unido querían prohibir hasta el sexo entre personas. ¿Cómo iban a ser capaces de controlar eso? ¡Qué barbaridad!
Hoy lo más irreverente probablemente lo hace Paolo Sorrentino, ¿ha visto ‘The New Pope’ y ‘The Young Pope’?
¡Hombre, claro, me apasiona! Le sigo hasta en Instagram y sigo a poca gente. ¿Cómo hará esos concilios vaticanos en una Capilla Sixtina con toda la plana cardenalicia y las pinturas de Miguel Ángel? Está claro que no tiene permiso para rodar en el Vaticano y lo hace con ordenador, pero son perfectos.
Con Jude Law de Papa he pensado en hacerme monja.
¡Claro! No me extraña. (Risas) Es una serie muy irreverente y provocadora, hay algunas historias de monjas también en la serie. Desde que ha aparecido Sorrentino, además, a los debates irreconciliables de la fiesta de los toros y los bidets debemos añadir un tercer asunto en discordia: ‘La gran belleza’. Lo tengo comprobado, si sacas el tema de esta película la mesa se divide en dos, incluso los matrimonios, y en Italia pasa lo mismo.
Allí son muy formales con la religión católica, pero muy informales con muchos otros temas.
He trabajado mucho allí como diseñador y como arquitecto. De hecho, he viajado más a Milán que a Madrid y mis hijos se llaman Luca y Valeria por Italia, hazte una idea lo bien que la conozco y mi conexión con el país. Sí, es una sociedad absolutamente contradictoria y, además, es verdad que en una cena de gente progresista hablan muy en serio de lo que dice el Papa. Aquí no nos preocupamos de ello, allí sí.
¿Conoces estos calendarios con fotos en blanco y negro de curas bellísimos?
No, no los conozco.
Pues es impresionante esto. Los venden en los quioscos de Roma, cada mes tiene una foto de curas de unos 20 años con sotana de una belleza deslumbrante, una cosa tremenda. Casi porno gay.
Cuando veo a un cura guapo lo único que pienso es que es una lástima que se haya unido a Dios.
(Risas) ¿¡Pero tú no querías ser monja!?
Bueno, sí, claro. Pero, estará de acuerdo conmigo en que Jude Law es capaz de levantar sin problema el número de fieles católicos, ¿o no?
Sí, sí, sin duda. Mira, yo antes que decir si estoy de acuerdo o no con alguien siempre me pregunto. ¿Iría a cenar con esta persona? Bueno, pues con Sorrentino me encantaría ir a cenar.
¿Y con quién más?
Si fueran personas muertas, podría poner a Sócrates o a Fidias; pero vivos, me gustaría cenar con gente con la que no cenaría habitualmente como David Hockney, aunque está sordo como yo y sería una conversación entre dos sordos (ríe), también con Hannah Arendt, aunque esté muerta, y con Sofia Coppola. Hay que tener mucho talento para ser hija o hijo de alguien como Francis Ford Coppola, dedicarte a la misma profesión y que te salga. ‘Lost in Traslation’ es magnífica, he vivido y trabajado en Japón y el país es justamente lo que ella describe en la película. Me gustaría mucho que estuviera en la cena, sí, porque, además, yo sin mujeres me aburro mucho porque sin ellas acabas hablando de fútbol y, si te descuidas, contando chistes verdes y a mí me deprimen mucho.
Los chistes verdes son la decadencia. Mejor ir con gente con la que discutir acaloradamente.
A mí me gusta codearme con artistas y gente diversa, en mi cumpleaños sólo había dos arquitectos. Ronald Reagan decía: “Quiero en mi Administración a gente que dé un paso atrás en sus carreras”. Es una frase genial. ¿Quiénes de los que nos gobiernan hoy han ido atrás en sus carreras? Nadie o casi nadie. Si soy el director general de General Motors, por ejemplo, y me llaman para ir cuatro años al Gobierno puedo hacerlo por patriotismo, pero sería un paso atrás en mi carrera. Es igual que si me llamaran del Ayuntamiento de Barcelona, sería un paso atrás en mi trayectoria, eso lo tengo clarísimo.
¿No le interesaría presentarse a alcalde?
No, no, no. (Risas) Seguro que no. Como alcalde no, pero como asesor de urbanismo lo haría mejor, seguro.
La arquitectura le abandonó y la burocracia se multiplicó.
Lluís Clotet, que fue socio mío 20 años y es mi mejor amigo, decía que nuestros proyectos se parecían más a los de los arquitectos góticos que a los que hacen los arquitectos ahora porque, en el fondo, nosotros proyectábamos planos, dibujábamos, íbamos a dirección de obra, hablábamos con los albañiles. Sin embargo, ahora tienes que tratar con las compañías de seguros, las ordenanzas incompatibles, los políticos, los abogados… Ha cambiado mucho la profesión y, aunque me abandonó, tampoco lo envidio mucho. Ahora estoy acabando dos rascacielos en Barcelona que se pararon con la crisis económica, pero será la última obra así.
La última, ¿por qué? ¿Ya no hará más cosas de arquitectura?
De esta envergadura seguro que no, aunque yo me considero capaz aún de proyectar y dirigir proyectos, pero no meterme en toda la mecánica burocrática. Con esta obra se empezó bien, llegó la crisis, se paró y ahora ha renacido. Muy bonito. Te confesaré que cuando voy por la calle y veo una estructura, sé si hay un arquitecto detrás y lo miro todo con un poco de nostalgia, lo reconozco. Villalonga, otro amigo mío escritor, escribió un libro que se llamaba ‘La nostalgia es un error’ y, sin embargo, ¡estaba lleno de nostalgia! El arte está lleno de nostalgia.
¿La inmortalidad sería un castigo o una bendición?
La muerte está ligada a la vida. La inmortalidad sería horrible, todo lleno de gente. En este momento, no tengo miedo a la muerte, pero muchísimo miedo al dolor. He hecho bastantes cosas en la vida, he tenido una suerte tremenda, soy la primera generación occidental que no ha tenido posibilidad de ir a la guerra. He sido un joven en una época apasionante.
Esta época parece infinitamente más aburrida porque casi todo resulta ofensivo.
No compares, claro. Hay personajes que añoro tremendamente como, por ejemplo, al arquitecto José Antonio Coderch que te miraba a los ojos, un tío guapísimo, y te decía muy alto: ‘¡¡No hay que ser autoritaaario!!’.
Coderch se moriría en esta sociedad tan correcta.
Imagínate, no podría, como tampoco podría Fernando Fernán Gómez. Añoro los personajes así, no ahora con todos tan buenos, Dios mío. Lo conocí personalmente y, claro, una conversación con Berlanga, por ejemplo, criticando los panties porque decían que las chicas tenían que llevar liguero con medias de seda me dejaba boquiabierto escuchando. Era algo muy banal, lo sé, pero muy interesante. Yo no estaba de acuerdo, personalmente, pero me importaban estas opiniones tan refrescantes.
Fernán Gómez contaba en la película ‘La silla de Fernando’ de David Trueba y Luis Alegre que su hijo aprendió a decir taxi antes que papá y mamá porque él y María Dolores Pradera se pasaban la vida en taxi buscando qué comer. Lo decía con sorna, pero retrataba algo real, claro.
(Muchas risas) No conozco esa película, la miraré. Todo ha cambiado, ahora los actores hacen yoga, comen sano, no comen carne, no se acuestan tarde. ¡Dios mío! No sé, he tenido mucha suerte en la vida.
Guárdese aquello, eh, porque yo estoy desolada con mi actualidad.
Bueno, lo que explicabas de besar al primer tío de la calle tras el confinamiento es fantástico. Es una buena actualidad.
Es sólo por saltarme las normas, no crea. Me divierte.
Normal, es que escuchar lecciones morales en la televisión durante más de una hora es lo último que se necesita. Tuve la suerte de ir a un colegio alemán y tenía un profesor de física y otro de matemáticas muy buenos que lo primero que hacían, antes de hacer ecuaciones, era decirte lo que iban a intentar demostrarte, pero jamás te daban lecciones morales de nada. ¡Es todo aburridísimo! Como Cataluña, que no lo hablo casi nunca porque es un tema muy aburrido, prefiero hablar contigo de la Coppola, escribir y hacer amigos.
¡Y amigas! No olvide a nadie y tampoco nada de piropos.
(Risas) Siempre que veo a una amiga y está guapa se lo digo, ¿por qué no? Estamos limitándonos demasiadas cosas. Ahora estoy leyendo la autobiografía de Woody Allen y hay una cosa comprensible en ella, hay un 40% de las paginas dedicadas a desmentir a Mia Farrow y yo lo entiendo. Hay un momento en el que tus editores y productores te abandonan, te traicionan actores que han sido tus íntimos amigos y, claro, él explica todo con pelos y señales. Sobre ella dice que es una gran actriz y que trabajar con ella era una maravilla, pero, claro.
¿Debemos separar la obra de la persona que la crea?
Sí, una mala persona puede hacer una maravillosa obra de arte. Sabemos que Caravaggio asesinó a una persona, por ejemplo, o que George Washington tenía esclavos, pero hay que poner todo en su contexto. Quizá no los trataba mal, pero tenía esclavos. Mira, yo comprendo, por ejemplo, que Plácido Domingo podía ser un pesado que quería ligar, pero no creo que fuera un hombre violento. La cantante de opera más guapa, Ainhoa Arteta, dijo que jamás había tenido ningún problema con Plácido Domingo, son las feas sobre todo las que protestan. Ella se ha manifestado públicamente a favor del cantante de ópera, igual que Penélope Cruz y Javier Bardem –que no es que sea santo de mi predilección– han defendido abiertamente a Woody Allen en EEUU. Todo hay que ponerlo en su momento.