Hablemos Rápido.

Manuel León: “Hoy en día a la mínima eres un fascista”

Manuel León
El artista Manuel León @CeliaMacías
María Villardón

Artista y tradicionalista. Manuel León (Sevilla, 1977) mira al pasado para reinterpretar el presente. En sus pinturas conviven la diversión del Arte Pop y el recogimiento espiritual de Murillo. Sus obras se venden mucho, pero reconoce que mucho más fuera que dentro. En España el IVA a las transacciones artísticas está muy alto, demasiado. Las juergas de su casa saben a flamenco. Sería posible escuchar a la cantaora Rocío Márquez o al Niño de Elche en una sobremesa entonando unas alegrías.

Vive de pintar, pero Sergio Ramos, y no le duelen las prendas en reconocerlo, compró algunos de sus cuadros y disparó su popularidad. Puso el nombre y la obra de León en nuestro mapa. Lee a Chaves Nogales, cita a Tom Wolfe y a Calderón de la Barca, alude a los existencialistas alemanes y, además, no está dispuesto a morirse joven para que su obra sea reconocida. Que no se apure León, no hará falta llamar a las Parcas. Ahora –y hasta el 31 de julio– expone en Madrid ‘Historia de un silencio: algo parecido pasa en el arte’ en la prestigiosa Galería Javier López & Fer Francés.

¿Qué tierras te traes, Manuel?

Estoy en Sevilla, aquí en Villanueva del Ariscal. Me he aficionado a estar en el campo con todo esto de la pandemia. El otro día hablando en una cena con Palomo Spain, que es de Posadas (Córdoba), me decía que el futuro estaba en el campo y estoy de acuerdo.

Ser rural está de moda.

Eso parece y, además, con internet puedes hacerlo todo desde cualquier sitio. Ahora mismo estoy a 10 kilómetros de Sevilla y en 2,50 horas me bajo en la Estación de Atocha de Madrid, ¿qué más puedo pedir?

¿Cuántas fiestas buenas se arman en tu casa con tanto amigo flamenco?

(Risas) Sí, alguna que otra se monta. Hace poco estuvieron en casa Rafa (Almarcha) y Paola (Prieto) de Siempre Así y César (Cadaval) con su mujer y echamos un rato muy bueno de vinos y guitarra, me sirvió para coger ánimo y viajar a Madrid para inaugurar en la Galería Javier López & Fer Francés en este tiempo tan raro con esto del Covid.

Es que César Cadaval entona, eh.  

Sí, sí, además tiene un montón de canciones que tú conoces seguro, pero no sabes que son suyas. Anda que no habrás cantado tú ‘Sevilla tiene un color especial’, por ejemplo. ¿Dónde lo has escuchado tú cantar?

Como soy muy aficionada al flamenco y la copla, creo que le vi alguna vez en ‘El Son, la Sal y el Son’ de Canal Sur.

¿Ah sí? ¿Te mola la copla?

Sí, claro, me gustaría ir en bata de cola a todas partes. Al súper y a trabajar.

(Muchas risas) Date cuenta de una cosa: el traje de flamenca avanza y evoluciona también con la moda, pero es un traje muy tradicional. Piénsalo bien, una fallera que avance con la moda es fabuloso. ¿Sabes por qué me he declarado yo tradicionalista?

No, ¿por qué?

No me siento cerca de ciertas políticas progresistas, quizás porque hay cosas de la nueva política que no me gustan nada. Por ejemplo, no estoy nada de acuerdo con el relato del tener que pedir perdón por la conquista de América o he echado mucho de menos que alguien de nuestra élite política defendiese que es un acto fascista pintar o derribar estatuas como las de Fray Junipero Serra.

Estudiabas Bellas Artes en los años 90 en Sevilla, con el arte contemporáneo en auge en todo el mundo, pero tú comprabas libros de Sorolla, Velázquez y Fortuny.

Ellos eran muy modernos en su época. Lo que hoy es vanguardia o, mejor dicho, lo que en su momento fue vanguardia, más tarde se convierte en clásico. Picasso llegó a ser un clásico cuando en Europa renace la pintura en los años 60 y 70 con los artistas alemanes porque, de alguna manera, le rinden un homenaje como pintor porque sus obras tienen ya la veneración de los clásicos. Aquí a Sevilla vienen muchos artistas que se pegan meses viviendo y alucinan con nuestras tradiciones. Ya sabes que es una pasada de ciudad.

Aún estoy intentado superar que John Galliano fuera a la Feria de Sevilla, conociera a Manuel Lombo y terminara cantando ‘Silencio por un torero’ de Juana Reina en un desfile de París.

(Risas) ¡Fíjate! Pues si te gusta Manuel Lombo espera a escuchar a Jose Luis Pérez Vera. Está trabajando con Rafa Almarcha en un nuevo proyecto y creo que va a ser espectacular.

Tú también cantas un poquillo, ¿no?

(Risas) Cantaba, cantaba. Aunque con ellos me da un poco de vergüenza. Con toda la gente que conozco puedo cantar cuando estamos en casa, pero ahora ya sólo les hago los corillos. ¿Sabes qué pasa? Que como no tengo técnica de canto me jorobé la garganta, me salieron unos pólipos y me tuvieron que operar, así que le he cogido un poco de miedo.

Se ganó un artista y se perdió un cantaor.

¡Eso me dicen a veces! (Risas) También hay una cosa ahí casi pornográfica porque el hermano de mi padre (Rafael León) era cantante de Los Payos. ¿Tú te acuerdas de la canción esa que decía ‘la playa estaba desierta/ el mar bañaba tu piel/cantando con mi guitarra/para ti, María Isabel’? (Canturrea y asiento) Pues esa era de mi tío Rafael, quedaron los segundos en el Festival de Benidorm cuando Julio Iglesias ganó con ‘Gwendolyne’. Mi tío, a pesar de este éxito, murió de inanición en el barrio de La Alameda de Sevilla. ¿Tú sabes lo que es eso? Morirte ahí de hambre. Por eso mis padres tenían un miedo horrible a que yo fuera cantaor, artista o algo así.

Bueno, al final no cantas, pero te dedicas a algo creativo.

Sí, la cabra tira al monte, pero también demostré a mis padres que iba en serio y trabajaba todos los días. Cuando eres joven haces mucho el gilipollas todo el tiempo. Trabajaba en bares, pero luego por las noches y las tardes estaba siempre pintando y, al final, nos les quedó más remedio que confiar en mí por mucho miedo que les diera.

¿Tus padres viven? ¿Han visto lo bien que te va?

Mi padre ya murió, pero cuando expuse en el CAC (Centro de Arte Contemporáneo) de Málaga lo supo y eso ya era como jugar en primera división.

Ya sé que eras famoso antes de conocer a Sergio Ramos, pero ¿ahora tus obras valen más?

(Risas) ¡Me ha subido la popularidad! Al fin y al cabo, me ha venido bien, la gente te respeta y también te odia más. Hay de todo, es la moneda de pago al trabajar en esto. Pero, evidentemente, la gente que estaba pensando en comprar a la competencia decidió comprar obras mías, ahora ya se atreven más. Se compran una obra por 3.000 euros porque les gusta y porque, además, también es una inversión para ellos mismos y para dejarles a sus hijos.

Tom Wolf decía que en el mundo del arte, como en todos los mundos, hay camarillas que te elevan a los cielos o te hunden en el fango. ¿Tú lo percibes esto?

Pasa, pasa. Si abre un bar y abren alrededor cuatro o cinco más, lo más probable es que todo el mundo tenga éxito. Si le va bien a tu compañero, a ti también te irá mejor, eso está claro, pero el problema es que esto es una merienda de negros. Y no olvides una cosa: si la cultura en España se toma en cuenta una mierda, los del arte contemporáneo muchas veces vivimos de la nada.

Más compradores internacionales que nacionales, ¿no?

¡Muchísimos más! Pero, además, ¿sabes cuál es el problema? El artista de media carrera, como es mi caso, se lleva a ferias en EEUU, Japón, Alemania o Shanghai, pero como te ponen los cuadros al lado de los artistas americanos y ven que tus precios son mucho más bajos, la gente tiende a pensar que es peor producto. Pero, claro, es que en España nos cuesta mucho tener precios altos porque te comes un mojón.

Contando con el IVA del 21%.

Claro. La galería se lleva el 50% de la venta y no me importa, eh, siempre he firmado eso con todas las galerías porque hacen un súper trabajo moviendo las obras y está justificado. Pero, el tema de los impuestos es ridículo, en lugar de tantas ayudas a la cultura, que podría estar de acuerdo, lo que tienen que hacer es bajar lo que se come el Estado.

Y puede que un mes vendas cuatro obras y en tres meses vendas una obra.

Y puede ser que en seis meses venda cero. Así de claro te lo digo y eso es un lío muy gordo, no voy a pintarte esto como si fuera el Paraíso. A mí me va bien, pero lo mismo me pego tres meses sin vender nada. Llevo 20 años pintando y no siempre sé si voy a poder vivir de esto. Si uso el discurso del sistema liberal, que estoy a favor porque no quiero ningún tipo de comunismo, el capital simbólico que genera el arte debería bastar para que fuera tomado muy en cuenta. Piénsalo, ¿cuánta gente entra en la T4 con la idea de ir a ver el Museo del Prado o ir a ver el ‘Guernica’? Eso es muchísimo dinero.

Sí, pero me hablas de museos muy grandes, pensemos en los visitantes que van, por ejemplo, al Museo Sorolla.

¡A ese voy! Que soy ‘mu’ frikie y estoy majareta. (Risas) No es muy conocido, es cierto, al final como aficionado al arte prefiero que no haya nadie, quieres disfrutarlo con poca gente, obviamente, pero nunca me podrán discutir que la cultura también mueve mucho dinero.

¿Qué te ha dado esta profesión?

Los momentos felices que he vivido y el reconocimiento de mi trabajo porque, al fin y al cabo, te juegas mucho más que el dinero. Y, desde el punto de vista personal, he conocido a mucha gente que no pensaba que conocería. Conocer a Sergio (Ramos) ha sido una pasada o a Rafa, que siempre lo he admirado, tengo 43 años y Siempre Así lo petaba cuando era joven. El otro día me decía una señora en la exposición de Madrid que, si hubiera más valentía en España, deberían poner una de mis Venus al lado de un Tiziano en el Museo del Prado. Claro, pensé que era algo muy loco y que eso que no pasaría nunca, pero te confesaré que sólo de escucharlo se me puso el cuerpo contento.

Te tienes que morir para eso.

(Suspiros de duda)

Te viene mal esto ahora mismo, ¿no?

(Risas) ¡Total, tampoco hay que morirse! Ten en cuenta que Goya en su día murió con un buen capitalazo, eh, se fue a Burdeos y no se fue de exiliado político, sino a buscarse un nuevo negocio porque el puerto francés estaba sustituyendo a los puertos españoles en el comercio. Además, allí estaba gestándose la litografía, una técnica que te permitía reproducir una imagen más veces que un grabado.

El Greco también se murió con bastante dinero.

(Risas) ¡Bueno, claro! Y Picasso se murió con tres castillos. A mí la historia que me gusta y la que mejor refleja el mercado del arte es la de José Ribera. Era valenciano, de Játiva, y estaba en Nápoles –que en aquel momento pertenecía a la Corona española– triunfando con su pintura y le dijeron que regresara a España, pero él no estaba muy seguro de vender sus cuadros aquí. Siempre dudas si vas a triunfar fuera del lugar donde ya lo haces.

Tu obra triunfa mucho en México, aunque no eres mexicano tu pintura tiene un aire a los grandes murales de Diego Rivera. Bueno, también físicamente podrías pasar por mexicano, tienes un aire a José Alfredo.

(Risas) Con un gorro de mariachi, ¿no? Qué cachonda. Date cuenta que los mexicanos son españoles. Sí, de hecho, tengo fotos de Celia (Macías) en México DF viendo los murales de Rivera que parece que estoy embobado. Son una pasada, para mí es como un Miguel Ángel.

Oye, que nos cierran los tablaos flamencos.

No creo que el Ministerio de Cultura se esté dando cuenta de la forma en la que se puede ayudar a la Cultura. ¿No hay que ayudar a un tablao y su modelo de negocio? Un tablao da trabajo a un montón de gente, más de lo que se piensa, cantaores, guitarristas, bailaores súper buenos que viven de los tablaos y éstos están unidos al turismo, pero parece que todo está yéndose al carajo.

¿Los tablaos se han enfocado demasiado para gustar a los extranjeros?

¡Si es que la gente no quiere pagar por escuchar flamenco aquí en España! La gente quiere ir a un bar y que, de repente, uno se ponga a cantar y a tocar la guitarra. Un romanticismo barato para que los artistas vivamos todos del aire. Eso también es muy nuestro, estamos muy mal acostumbrados. Montar una pieza de teatro o danza conlleva mucha inversión porque son profesionales que ensayan durante tres meses y no cobran nada, una guitarra buena cuesta hasta 10.000 euros, las clases de canto de la gente que canta todos los días para estar al día en técnicas, vocalización, etc ¡Eso cuesta dinero! 

Dices que eres de la tradición, pero vas con la sudadera puesta todo el día y pareces más un rapero que un señorito andaluz.

(Muchísimas risas) Chaves Nogales en ‘Andalucía Roja’, un libro brutal, cuenta que en el campo los jornaleros se quejan de que el señorito les explota y, justo en ese momento, pasa con el caballo y todos se levantan para saludarle y hacerle la pelota alabando al animal. Pero, él, que sabe lo que dicen, comenta que les entiende porque trabajar en el campo es muy duro, lo peor que hay, pero que de señorito no se gana tanto dinero ya porque todos se han ido a Madrid y han vendido todas sus tierras. Y lo que pasa, y así lo cuenta, es que al final todos quieren ser señoritos.

En la biografía de Juan Belmonte, también de Chaves Nogales, se cuenta cómo en la Segunda República hay asaltos a su finca y el torero se queja de que lo llamen señorito cuando él procedía de una familia pobre y tenía esas tierras a base de jugarse la vida en el albero.  

¡Lógico! Tu imagínate a Sergio Ramos cuando tiene que escuchar lo de ‘¡Niñato! ¡Que no sabes lo que es trabajar!’. No te haces a la idea del nivel de sacrificio de un futbolista profesional que juega a ese nivel. Sergio se viene aquí a una barbacoa y a las cinco o las seis de la tarde, después de no beber nada y darle de arte a todo el mundo, se va a entrenar y nosotros nos quedamos allí con nuestras copas y nuestras cervezas. Y piensas: ‘Pero, ¿este es el niñato?’ ¿Para un día de vacaciones que tiene se pega cuatro horas entrenando? Es muy sacrificado. Lo que hay es mucha envidia, el ser humano es envidioso.  Te pueden abrir la puerta, pero te lo tienes que ganar; y, aún trabajando mucho, te pueden mandar a la mierda. También dependes de la suerte.

¿Qué es lo que te da más miedo ahora mismo?

Me asusta la autocensura. Tienes que estar midiendo todo el tiempo lo que dices porque, además, ahora mismo a la mínima que digas ya eres un fascista.

Ya, ya. Qué me vas a contar.

(Risas) ¿Te llaman fascista mucho?

A veces. Pero siempre digo que sí que, efectivamente, soy súper fascista. (Risas)

(Risas) ¡Viva lo impuro y lo mezclado! No hay que ponerse tan dignos. Me acuerdo de lo que contaba Wolfe en ‘La palabra pintada’ sobre Andy Warhol y lo educado que era cuando iba a casa de los millonarios coleccionistas de Nueva York y no comía nada en la mesa porque no sabía usar todos los cubiertos que tenía.

Se sentía fuera de lugar.

Recuerdo que cuando fiché por mi actual galería madrileña Javier López & Fer Francés me asaltaron algunos complejos, yo vengo de un pueblo y esta galería está en la Champions, sus clientes son coleccionistas muy importantes y me agobiaba no estar a la altura. Sin embargo, con el tiempo me he ido acostumbrando y ahora en las inauguraciones pasó muy buenos ratos de charla. Al final encuentras a gente buena en todas partes, yo creo que hay que saber estar en La Florida o en las 3.000 viviendas.

Quevedo decía que la mitad de la gente era idiota y la otra mitad probablemente lo fuera.

(Risas) ¡Tiene razón! ¡Menuda la gente del Siglo de Oro! A los existencialistas alemanes les encanta Calderón de la Barca y aquí casi que pasamos de él.

Pensaba pasar de puntillas por la tauromaquia, pero… ¡Qué diablos!

A mí me gusta mucho, me metió mucho en este mundillo (Alejandro) Talavante. Un tío que a mí me fascina, es una persona muy especial, pero es que para ponerse a 10 centímetros de un toro de lidia que puede atravesarte el hígado tienes que serlo. No necesito argumentar nada por la vida del toro, he visto como los crían, viven bien y en la plaza veo la lucha del ser humano y el animal; pero es que, además, yo en el toreo veo mucho arte. Como decía Antoni Muntadas: ‘La percepción requiere participación’.

@MaríaVillardón

Lo último en Cultura

Últimas noticias