Cuatro infantas de España, matrimonios, reclusiones y envenenamientos
¿Cómo fue la vida de cuatro infantas de España hace exactamente 500 años? ¿Qué sucesos marcaron la historia de España y de Europa? En 1520, hace exactamente 500 años, el hijo de Felipe el Hermoso y Juana I de Castilla era nombrado emperador del Sacro Imperio Germánico como Carlos V. Empezaba así uno de los periodos más ricos y complejos para España. Ese mismo año, tenían lugar dos importantes conflictos: La Guerra de los Comuneros y la rebelión de las Germanías en los reinos de Mallorca y Valencia. 1520 coincidió también con la epidemia de peste que asoló entre otras ciudades Valencia.
Tales eran los estragos de esta plaga que ese mismo año de 1520 se celebró la primera reunión contra las pestes en Basilea en la que se acordaron “normas profilácticas” para combatirla. Pero tras estos acontecimientos, entre bastidores, las cuatro hermanas del mayor emperador de nuestra historia sobrevivieron como pudieron a los intereses de la política mundial, a sus matrimonios concertados, a las intrigas palaciegas, a los difíciles partos y a la pérdida de sus hijos al poco de nacer. Fueron auténticas heroínas.
Leonor de Austria: entre la peste y los matrimonios concertados
Las cartas estaban echadas desde que Leonor vino al mundo. Esta infanta de España y Archiduquesa de Austria sería reina consorte de Portugal y más tarde de Francia. En 1520, hace 500 años, daba a luz a Carlos, su primer hijo, que no llegaría a cumplir un año. Leonor era una de esas piezas de ajedrez en el tablero europeo, cuando las infantas eran movidas según los intereses de cada casa real. Su abuelo Maximiliano había intentado unir su destino al del futuro rey Enrique VIII, pero ella tuvo la suerte de que cambiara de idea escapando así de un destino incierto a la vista de lo que ocurrió con las otras esposas del monarca inglés. Finalmente, y tras barajar varias opciones, fue casada con su tío Manuel I de Portugal, treinta años mayor y todo un anciano en la época, apodado ‘el Afortunado’.
Curioso apelativo para quien era doblemente viudo tras desposarse con sus dos tías, Isabel y María, hermanas de su madre. En 1520 Leonor, a sus 22 primaveras, sobrevivía a las intrigas de la corte portuguesa, se recuperaba del parto y sobre todo, intentaba escapar a la plaga de peste que causaba estragos en España y Portugal. Un año después, su esposo fallecía víctima de la enfermedad. A partir de ahí, su vida daría un gran e inesperado giro. Pero eso ya forma parte de otra historia.
Isabel: seis partos, unas dosis de veneno y el exilio
Hace 500 años, Isabel, infanta de Castilla y Aragón, con 19 años de edad, intentaba abrirse camino en su reino de adopción. Como parte del plan de expansión de Felipe el Hermoso había sido desposada cinco años antes con Cristián II rey de Dinamarca y Noruega. A esas alturas ya se desenvolvía con el danés y no necesitaba al intérprete para hablar con su esposo al que había recuperado al fin, después de la oportuna muerte de su guapísima amante tras ingerir unas dosis de veneno.
Nunca se supo con certeza quien se lo suministró, aunque algunos apuntan a la mano de Maximiliano, el abuelo de Isabel, tal vez fue ella la que estuvo detrás. Convertida un año antes en reina de Suecia, en 1520, y coincidiendo con la muerte de su hijo de apenas un año, también ella daba a luz, en este caso a su cuarto hijo, una niña a la que puso por nombre Dorotea. Fue tal vez la más paciente de las hermanas de Carlos I, logrando ser aceptada entre sus vasallos aunque no tuvo una vida fácil. Dos de sus hijos murieron al nacer y ella sobrevivió a rebeliones y a la capitulación de su marido y al exilio a los Países Bajos.
María de Austria: desposada a los 13 años
Eran mujeres notables en cuyo diccionario no existían palabras como “debilidad” o “desobediencia”. Sus destinos estaban marcados y los pactos volaban sobre su cabeza sin que ellas pudieran siquiera opinar. María de Austria, tampoco tuvo una vida fácil. Fue la más inteligente de la familia, la que tuvo mayor habilidad política. Gracias a ella, al mediar entre sus hermanos Carlos V y Fernando, se evitó la ruina de la dinastía. Su hermano Carlos necesitaba el apoyo de la nobleza centroeuropea para contrarrestar el poderío del Imperio otomano.
Para ello, se concertó su matrimonio con Luis II, rey de Hungría, Bohemia y Croacia. En 1520, hace 500 años, la hija de Juana I de Castilla o Juana la Loca tenía 11 y no sospechaba que dos años después sería desposada siendo apenas una niña. Nos gusta pensar que en aquel entonces aún disfrutaba de la vida siendo ajena a las adversidades que la aguardaban. Entre otras, la caída del ejército de su esposo a manos de Solimán el Magnífico en la batalla de Mohács cuatro años después de casarse con él. Pero eso era solo el principio de una existencia sembrada de aventuras.
Catalina: criada en reclusión entre privaciones y maltratos
En cuanto a Catalina, creció junto a su madre en el castillo de Tordesillas donde padeció privaciones y maltratos a manos de los marqueses de Denia, guardianes de su madre. Entre los muros de aquella fortaleza en la que Juana de Castilla pasaría cuarenta y seis años de reclusión forzosa hasta su muerte, Catalina aprendió el valor de la palabra perseverancia.
En 1517, al poco de llegar a España su hermano Carlos, la liberó de tan trágico destino ofreciéndole como compensación por su infancia infeliz el trono más rico de Europa, el de Portugal. En 1520 la sexta y póstuma hija de Felipe II y Juana I de Castilla, contaba trece años. Tan solo faltaban cinco para que fuera desposada con su primo, Juan III de Portugal, al que daría nada menos que 9 hijos. Como princesa de la Casa de Austria, la hija más joven de Isabel la Católica estaba destinada también a convertirse en reina.
Todas ellas forman parte de nuestra historia, de nuestro legado. Sus vidas están recogidas por la historiadora Vicenta Márquez de la Plata en el libro: Póker de Reinas, las Cuatro Hermanas de Carlos V publicado por Ediciones Casiopea.