Anna Gener: “La mujer que pierde su independencia económica entrega las llaves de su libertad”
CEO de Savills Aguirre Newman Barcelona y patrona de la Fundación Museo Picasso de Barcelona. Anna Gener (Barcelona, 1974) tiene el empeño de conectar el mundo de la empresa con la cultura porque cree que lo segundo ayuda a conformar equipos más humanistas y, sobre todo, más humanos. Hay que mantener alejados a los egocéntricos porque sus decisiones, a menudo aliñadas con prisas por el reconocimiento personal, pueden quebrarlo todo.
Defiende que la belleza, sea de la naturaleza que sea, impacta de manera directa en nuestras emociones. Aboga por insertar en la educación elemental nociones básicas de Historia de la Arquitectura y, además, le gustaría que nadie se sintiera empequeñecido a la hora de entrar en los museos porque las obras que hay dentro hablan de nosotros mismos.
También confiesa que ha visto a demasiadas mujeres abandonar sus carreras profesionales porque se sobreexigen demasiado y nadie debería verse en la encrucijada de dejar su talento abandonado en la cuneta. Por ello, es cruda en su reflexión: la mujer que pierde su independencia económica entrega automáticamente su pasaporte a la libertad.
La escritora Rosa Regás relataba en ‘Amigos para siempre’ que sus amigos arquitectos le habían enseñado a mirar hacia arriba cuando caminaba para contemplar la arquitectura que dominaba el espacio. ¿Tú eres de esas?
¿Sinceramente? Creo que hay muy poca conciencia de que vivimos rodeados de belleza, y, además, no la sabemos usar a nuestro favor porque no la disfrutamos, ni nos detenemos ante ella. Ciudades bellas hay muchas, Madrid y Barcelona lo son, deberíamos pensar muchísimo más en lo privilegiados que somos por poder caminar por ellas. Eso sí, siempre y cuando lo hagamos con una actitud de disfrute.
Actitud receptora.
Exactamente. Y, desgraciadamente, no hay mucho ese hábito y, la verdad, es una pena porque, incluso, los filósofos griegos tenían claro que la belleza tenía un impacto sobre las emociones humanas y, por ello, la usaban como una herramienta contra el sufrimiento o la angustia y también como un arma infalible para el placer. Además, piensa que la belleza es gratuita porque nos rodea, no hay barreras, sólo hay que tener una actitud consciente.
Sin embargo, la ignorancia provoca el desconocimiento y éste la indiferencia. No se puede cuidar o amar lo que no se aprecia.
Efectivamente, es imposible, pero la gente en general cree que la arquitectura es algo ajeno si no se es arquitecto. Es una lástima que la belleza de la arquitectura urbana no se estudie en los colegios porque cuando tienes conocimientos sobre ella, sin duda, eres capaz de disfrutarla mucho más. En la escuela elemental hay música, plástica, dibujo o literatura, pero apenas hay referencias a los espacios urbanos. La arquitectura es una grandísima olvidada y es una injusticia porque, a diferencia de un cuadro, los espacios arquitectónicos te permiten ser como un actor que está en medio de una escena.
¿Cómo será la ciudad del futuro? Estamos acostumbrados a un orden urbanístico estricto que no siempre fue así.
Antes ya se estaba reflexionando mucho sobre las ciudades, pero con la pandemia y el confinamiento este debate se ha acelerado mucho porque gente de diversas disciplinas a nivel internacional han invitado a la reflexión. Se ha evidenciado, ahora más que nunca, que la tecnología va a tener un papel fundamental en la gestión de las urbes para ser más eficientes. La tecnología, y eso hay que explicarlo bien a aquellos que muestran rechazo hacia ella, lejos de ser nociva, va a crear entornos mejor gestionados y sin despilfarro económico y, por supuesto, energético.
¿Conseguiremos en algún momento las ciudades caminables?
En este sentido, me ha gustado que Anna Hidalgo, la alcaldesa de París, haya llevado en su campaña electoral el emblema de ‘La ciudad de los 15 minutos’. En el fondo, este es un modelo mediterráneo que está muy alejado de los amplios desplazamientos del modelo de ciudad anglosajón donde el coche es imprescindible. Creo que Hidalgo lo clavó en su propuesta porque hay una mezcla de usos urbanísticos en un radio muy pequeño que permite ir de restaurantes, al trabajo o al médico caminando y, sin duda, las ciudades caminables son sinónimo de calidad de vida y tienen un impacto clarísimo en el medio ambiente. Barcelona es un buen ejemplo porque es pequeña y, además, te permite llegar a todas partes a pie, en bicicleta o en patinete.
¿Ves a la sociedad receptiva a desarrollar este tipo de ciudad y renunciar a parte de su comodidad?
Tengo la teoría de que el carácter de una sociedad impacta en cómo son nuestras ciudades y a la inversa también, por supuesto. Piensa, por poner un ejemplo, que si viviéramos en Los Ángeles quizá no nos dedicaríamos a lo mismo o tendríamos sensibilidades sociales e inquietudes artísticas distintas. Creo, además, que las sociedades vigorosas avanzan porque, de repente, hay un movimiento de inteligencia colectivo que empuja la transformación de los espacios. Me parece una eclosión de ganas y elementos muy bonita.
Bueno, sin ir más lejos, Barcelona se transformó mucho gracias al conocido como ‘Espíritu del 92’ con los JJOO de telón de fondo. Un halo internacional impregnó toda la ciudad.
Sí, ese es un caso muy claro. Sinceramente, yo nací en una ciudad que era fea, recuerdo todo gris, con las fachadas llenas de suciedad y polución. No era atractiva por nada en concreto. Pero, te diría que, incluso antes de los JJOO, hubo un movimiento muy interesante en la Barcelona de los años 80 cuando el Ayuntamiento lanzó la campaña: ‘Barcelona ponte guapa’. Una acción que animó a los habitantes a reformar sus fachadas o poner ascensores en sus fincas, pero, sobre todo, lo que hubo fue una voluntad colectiva de consenso para hacer de la ciudad un lugar más bello. En mi adolescencia recuerdo todo con andamios y lonas; sin embargo, como en una obra de teatro, el telón iba cayendo y ¡apareció la Barcelona del Modernismo! Comenzaron a aflorar colores, detalles o filigranas modernistas que estaban desaparecidos por la suciedad y la dejadez.
Barcelona, además, ha contado con varios hitos internacionales que han marcado su desarrollo: el Art Nouveau, la Exposición Internacional de 1929 y, sin duda alguna, el estallido olímpico.
Sin duda. En relación a la parte olímpica, creo que hubo algo muy interesante y fue la recuperación del espacio marítimo. Barcelona se conectó con su parte más mediterránea. Teníamos mar, pero no nos acercábamos a él porque era la Barcelona empobrecida, peligrosa, cercana a la portuaria; pero, claro, esto era negar nuestra esencia. También creo que esto supuso una cohesión social muy clara porque ahora es un espacio de disfrute donde se mezcla gente de toda procedencia social, educativa o de origen y, al menos para mí, lo bonito es que todos hacemos el mismo ocio vengamos de donde vengamos: la contemplación de la playa. Para mí el tema de los JJOO supuso que Barcelona tuviera, contra todo pronóstico, un lugar en el mundo.
¿Ese cosmopolitismo que se instaló con los JJOO está desgastado por los últimos acontecimientos políticos que, desde luego, nada tienen que ver con la arquitectura?
Desgraciadamente, a nivel turístico mucha gente se ha sentido invadida y, de repente, ha comenzado a decir que esto de la Barcelona cosmopolita no era tan interesante porque perdíamos la ciudad y comenzaba a ser de todo el mundo. A mí me gusta que las ciudades sean de todo el mundo porque, de hecho, y así lo pronostican los grandes urbanistas, es más que probable que las personas no vivamos siempre en el mismo lugar. Estudiamos en un sitio, trabajamos en otro o quizá volvamos a nuestros lugares de origen y esto nos convierte en ciudadanos flotantes que se enriquecen de diferentes culturas. Honestamente, y te lo digo como persona que vive su ciudad, yo a Barcelona la deseo cosmopolita. ¡Cuánta más gente venga de fuera, mejor, y ello no tiene porqué cambiar su esencia! Es más, creo que el discurso anticosmopolita ha venido por una gestión del turismo mal hecha que ha creado esa sensación de invasión.
Eres miembro del patronato de la Fundación Museo Picasso de Barcelona, ¿cómo surge aquello?
El museo, que es propiedad del Ayuntamiento de Barcelona, tiene un patronato público-privado y tuve la suerte de que me invitaran a formar parte de él. Te puedes imaginar que fue una de las ilusiones más grandes de mi vida y me estoy tomando muy en serio esta responsabilidad porque, si me permites una reflexión sobre los museos, a veces nos cuesta mucho sentirlos propios porque pensamos que es un espacio elitista o reducido para especialistas y, al final todo lo que hay en un museo es de todos y no es necesario saber de arte, sólo tener la actitud de explorar y contemplar. Además, el Museo Picasso de Barcelona vive del turismo internacional, eso es así, pero ahora no pueden venir a ver las obras, así que aprovechemos este momento privilegiado que tenemos de sentir nuestros los museos, aunque, por supuesto, celebremos de nuevo cuando venga a vernos la gente de fuera a ver nuestros museos porque eso se llama compartir.
Formar parte de este museo, ¿qué te ha permitido hacer?
Yo vengo del sector de la empresa y, desgraciadamente, y a mi modo de ver, está muy desconectada del mundo de la cultura. Para mí la cultura es esencial en mi vida, no me puedo desligar de esta vivencia, pero, además, como veo que me favorece tengo esa vocación de tratar de que más gente lo viva de esta forma. La Fundación del Museo Picasso es un lugar que me permite hacerlo, aunque ya lo venía haciendo de manera muy humilde a través de mis publicaciones en redes sociales. Digamos que esta vocación divulgativa, como de invitar al disfrute que supone el mundo del arte siempre la he tenido. Al mundo de la empresa, estoy convencida, nos beneficiaría mucho la cultura porque tendríamos un punto de vista más humanista y podríamos entender mejor el comportamiento de las personas de nuestros equipos.
De alguna forma, la cultura es mirar al pasado para lograr comprender el presente.
Claro, nos explica a nosotros mismos. Siempre defiendo que los equipos de trabajo deben ser muy diversos y multidisciplinares, tengo claro que los equipos humanos que son muy uniformes en género o ideológico, entre otros aspectos, no funcionan igual de bien porque al final necesitamos entendernos con gente que no piensa como nosotros. El resultado de un equipo humano diverso es mucho mejor siempre y, sin duda, tiene mejor resultado en los entornos tan complejos a los que nos enfrentaremos como sociedad.
¿Son complejos o los hacemos complejos?
(Ríe) Hombre, creo que ahora el mundo está en una encrucijada importante. Para empezar nos tenemos que tomar en serio de una vez el problema de la sostenibilidad y la lucha climática. La pandemia y el confinamiento obligado ha puesto de manifiesto cómo evoluciona la naturaleza cuando nosotros nos retiramos y esto da que pensar. Y las desigualdades sociales son otro gran problema, la pandemia puede provocar una situación que se nos vaya de las manos y tenemos que volcarnos en que nadie se quede en el camino.
En la pasada crisis de 2008 hubo quien decía que sólo sería posible la recuperación económica si la clase media aceptaba de una vez por todas que se iba a empobrecer. ¿Estamos en este punto?
Este es un cisne negro con el que no contábamos, pero no puedo evitar ser optimista porque esta crisis viene por causas exógenas y no por un desequilibrio de las variables macroeconómicas. Por ello, creo que si hacemos bien las cosas tenemos la oportunidad de recuperarnos rápido, pero no nos podemos permitir que haya capas de la población que se queden en la precariedad.
Curiosamente, un planteamiento parecido es el que propone el economista Fernando Trías de Bes en su libro ‘La solución Nash’. Tomar medidas económicas cuanto antes, incluso endeudarnos más, y evitar el desastre mediante la compra de tiempo por parte del Estado y la orquestación de los agentes económicos.
No he leído el libro, la verdad, pero lo que sí tengo claro es que tenemos que volver recuperar la vida económica y social a base de convertir en lugares seguros los espacios en los que nos movemos día a día. Te diría, además, que hay que actuar en el corto plazo para recuperar los ritmos anteriores lo más rápido posible y en el largo plazo tenemos que saber hacia qué modelo económico queremos ir. España depende mucho del turismo y es fantástico, pero tenemos que empezar a barajar la posibilidad de que si esto falla, que puede pasar y no hace falta sólo una pandemia, tenemos otras alternativas.
“No abandonéis, lo he visto demasiadas veces y no merece la pena”. Esta es una de las cosas que les dices en tu discurso a las alumnas de ESIC en su graduación. ¿Qué es lo que has visto a lo largo de estos años?
Ese día estaba verdaderamente emocionada porque me veía a mis amigas y a mí el día de nuestra graduación. Sentíamos que la sociedad era igualitaria y que te daba las mismas oportunidades que a tus compañeros hombres, pero lo cierto es que, cuando entras en el entorno laboral empiezas a ver, y a mí extrañaba, que todos los jefes son hombres. Es chocante porque llegas de la universidad y allí la autoridad es más diversa, pero luego ves que a medida que las mujeres avanzan en su carrera profesional hay una sangría de talento femenino impresionante.
Aquella noche les interpelé a ellas porque, y esto es real, hay un momento dado en el que piensas en abandonar, tirar la toalla o bajar la velocidad porque no se puede más y ninguna mujer debería llegar a eso. Ahí algo está mal resuelto. Les quise transmitir que, y aunque en ese momento no quise ser demasiado cruda, hoy lo seré, perder la independencia económica es perder la libertad y esto es terrible porque no puedes tomar decisiones sobre tu vida. La tentación de abandonar está ahí, pero hay que pensarlo dos veces porque al final la vida cambia, los niños crecen o las circunstancias se relajan, así que hay que intentar encajarlo todo, pero jamás perder la independencia económica porque estarás entregando las llaves de tu libertad.
Mujeres que abandonan para ser salvadas, con muchas comillas, por supuesto, por la seguridad económica de un hombre.
Es que veo una regresión, no sé si ha sido porque han visto a las mujeres de mi generación de entre 40 y 50 años machacarnos 12 horas diarias trabajando y piensan: ‘Pero, ¿qué burrada es esta? Esto no lo quiero para mí’. Perfecto, no lo quieras, pero busca algo que te encaje y mantente ahí porque es el pasaporte a la libertad.
De todos modos, tal y como está pensado el mundo, la conciliación es la gran mentira de este siglo.
Sí, sí, porque las obligaciones vinculadas a la familia y al hogar aún recaen de forma mayoritaria en la mujer, a pesar de que hemos avanzado mucho, y eso es lo que te puede quebrar.
¿Cuándo te hacen directora general de la compañía no sientes un miedo horrible?
Sí, mucho, mucho. Además, el nombramiento coincide con la gran crisis económica de 2008. Sentí como un peso que me caía encima muy grande, pero traté, con humildad y sabiendo que tendría que trabajar muchísimo, de hacerme con mi espacio. En una carrera profesional, en la que sea, siempre se debe tener mucha paciencia con uno mismo y ser muy constante, pero no sobreexigirte.
El ego y las prisas van de la mano. Los egocéntricos suelen tener mucha prisa en ser reconocidos.
Sí, tienes prisa y algo que aún es peor, es que no tienes en cuenta lo que pasa alrededor, estás tan focalizado en ti mismo que no te enteras de nada. Desde el punto de vista de la gestión, la clave es leer bien a la gente que trabaja contigo, entender el tejido de emociones que es la vida empresarial y económica. Por eso, los egocéntricos pueden terminar tomando decisiones que lo rompen todo porque la única variable que tienen en cuenta son ellos mismos.