La ciudad de España en la que será imposible vivir en unos años: olas de calor con hasta 6 grados más


En los últimos años, las olas de calor se han convertido en fenómenos recurrentes que afectan directamente a millones de personas en todo el mundo. En España, un reciente estudio de a Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) ha puesto sobre la mesa una realidad muy preocupante: si no se toman medidas urgentes para frenar las emisiones de gases de efecto invernadero en la capital catalana, hacia finales de siglo la olas de calor podrían ser hasta seis grados más intensa. Vecinos y turistas ya experimentan olas de calor asfixiantes, pero todo apunta a que la calidad de vida durante el verano se verá seriamente comprometida en las próximas décadas.
Del mismo modo que ocurre en otras ciudades, los materiales de construcción, como el hormigón y el asfalto, absorben radiación solar durante el día y, cuando llega la noche, la liberan lentamente. Este efecto recibe el nombre de isla de calor urbana, y hace que las noches sean verdaderos hornos en la ciudad condal. Durante las últimas ola de calor, la tasa de mortalidad ha crecido hasta un 27% debido a una combinación letal: máximas muy altas durante el día y mínimas nocturnas por encima de lo 25 grados que impiden que el cuerpo pueda recuperarse.
Barcelona se prepara para olas de calor hasta 6 grados más intensas
Sergi Ventura del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la UAB y líder del estudio, simulaciones meteorológicas de alta resolución combinadas con la metodología de pseudo-calentamiento global (PGW). Se trata de una técnica que consiste en recrear eventos climáticos pasados, como las olas de calor que tuvieron lugar entre lo años 1991 y 2020, pero situándolos en un futuro más cálido, evaluando distintos escenarios de emisiones de gases de efecto invernadero.
Los resultados de la investigación que, si no se reducen de manera significativa las emisiones en las próximas décadas, para 2100 las temperaturas máximas medias en la capital catalana podrían aumentar unos cuatro grados y las mínimas nocturnas subirían alrededor de 3,5 grados. En momentos puntuales, la subida podría alcanzar 6 grados más que en la actualidad.
Teniendo en cuenta estos datos, Barcelona podría registrar olas de calor cada vez más intensas y frecuentes, en la que se superarían los 45 grados. Por la noche, las mínimas podrían situarse en 32 grados, de manera que conciliar el sueño sería prácticamente imposible. A esto hay que sumar un descenso medio previsto de la humedad relativa (6% en el día y 5,3% en la noche), lo que aumentará la sensación de calor y favorecerá la deshidratación.
Isla de calor urbana
Uno de los principales responsables de que las ciudades registren temperaturas mucho más alta que zonas rurales cercanas es el efecto isla de calor. Los edificios y el pavimento absorben buena parte de la energía solar durante el día y la liberan una vez anochece. Esto provoca que durante la noche las temperaturas no bajen lo suficiente, dificultando el descanso.
En Barcelona, una ciudad costera, la brisa marina solía hacer que las temperaturas fueran más agradables durante el verano en comparación con otras ciudades del interior. Sin embargo, la alteraciones en lo viento locales y los cambios previstos en la humedad relativa podrían debilitar este efecto y dejar a la ciudad más expuesta.
Cambio climático
Tal y como refleja el estudio, el nivel de intensidad que alcanzarán las ola de calor dependerá en gran medida de las acciones contra el cambio climático que se tomen en la próximas décadas. Si no se adopta ninguna estrategia de manera urgente, más allá del aumento de las temperaturas, los patrones meteorológicos se verían alterados, habría más sequías y aumentaría la probabilidad de tormentas extremas tras las olas de calor para finales de siglo.
Sin embargo, incluso si se redujeran las emisiones de gases de efecto invernadero, hay consecuencias que ya son inevitables, y se seguirán intensificando en las próximas décadas. Por este motivo, el equipo de la UAB insiste en que la adaptación es una necesidad urgente para proteger a la población del estrés térmico.
Existen multitud de estrategias de adaptación que pueden adoptar los gobierno, como la ampliación de zona verdes. Estos espacios no sólo ofrecen sombra, sino que también ayudan a enfriar el ambiente. Asimismo, la instalación de vegetación en fachadas, muros y azoteas con jardines verticales y cubiertas vegetales, puede reducir la temperatura superficial de los edificios. Esto, a su vez, disminuiría la necesidad de encender el aire acondicionado en las vivienda y oficinas y, por ende, las emisiones que conlleva su uso.
Otra línea de acción que recomiendan los investigadores consiste en rediseñar los edificios para que sean más eficientes desde el punto de vista energético. Para ello, es necesario utilizar materiales que reflejen la radiación solar, mejorar el aislamiento térmico y favorecer diseños que permitan un enfriamiento natural.
En definitiva, aunque el escenario más pesimista plantea que Barcelona será una ciudad donde no se podrá vivir en verano, todavía es posible evitarlo si se actúa ahora.