Adiós al verano: la Tierra está cambiando y los científicos confirman que se va a notar en España


Cuando pensamos en el verano, solemos imaginar días largos, calor intenso, vacaciones y un ritmo de vida más relajado. Sin embargo, pocas veces nos detenemos a pensar que la duración exacta de las estaciones no es fija. Aunque en el día a día no notamos grandes diferencias, lo cierto es que el tiempo que dura cada estación puede variar ligeramente cada año debido a factores astronómicos. En 2025, por ejemplo, el verano será un poco más corto que el anterior. Sólo serán 15 minutos menos, un margen casi imperceptible para la mayoría, pero que revela cómo los movimientos celestes que rigen el planeta Tierra afectan incluso a lo que creemos más rutinario y predecible.
Detrás de éste pequeño ajuste en el calendario estacional no hay ninguna anomalía ni tampoco se trata del cambio climático. Se debe, más bien, a la combinación de elementos como la inclinación del eje terrestre, la forma de la órbita de la Tierra y las fuerzas gravitatorias que actúan sobre nuestro planeta. Son estos factores los que determinan no solo la existencia de las estaciones, sino también su duración exacta en cada ciclo anual.
La inclinación de la Tierra: clave para entender las estaciones
La existencia de las estaciones, algo tan cotidiano para nosotros, se debe a una característica clave de la Tierra: su eje de rotación está inclinado unos 23,5 grados respecto al plano de su órbita, conocido como la eclíptica. Esta inclinación provoca que, a lo largo del año, los hemisferios norte y sur reciban diferentes cantidades de luz solar, lo que da lugar a las variaciones estacionales.
Durante el verano en el hemisferio norte, el Polo Norte se inclina hacia el Sol, lo que resulta en días más largos, temperaturas más elevadas y mayor intensidad de la luz solar. Lo contrario ocurre en invierno, cuando el Polo Norte se inclina en dirección opuesta, provocando días cortos y fríos. En el hemisferio sur, el patrón es inverso.
A pesar de que esta inclinación es constante, otros factores entran en juego a la hora de determinar cuánto dura exactamente una estación. Y ahí es donde entra la forma de la órbita terrestre y la velocidad con la que se mueve el planeta a lo largo de ella.
La órbita terrestre: una elipse, no un círculo
Muchas personas imaginan que la Tierra gira alrededor del Sol en una trayectoria circular perfecta. Pero en realidad, la órbita de nuestro planeta es elíptica, una especie de óvalo que hace que en ciertos momentos del año estemos más cerca del Sol, y en otros más alejados. Estos dos puntos clave son conocidos como perihelio (cuando estamos más cerca del Sol) y afelio (cuando estamos más lejos).
Según la segunda ley de Kepler, el planeta se desplaza más rápido cuando está en el perihelio y más lentamente cuando se encuentra en el afelio. Esto tiene una consecuencia directa sobre la duración de las estaciones. Al moverse más rápido cuando está más cerca del Sol, la estación correspondiente será más breve. En el caso actual, el verano en el hemisferio norte se produce cuando la Tierra está cerca del afelio, lo que le da a esta estación una duración un poco más larga que otras, aunque esta diferencia varía año tras año.
15 minutos menos de verano en 2025: ¿por qué ocurre?
Según cálculos astronómicos recogidos por la plataforma Time and Date, el verano de 2025 tendrá una duración total de 93 días, 15 horas y 37 minutos. En comparación, el verano de 2024 duró 93 días, 15 horas y 52 minutos. Es decir, una diferencia exacta de 15 minutos menos este año. Aunque este margen pueda parecer anecdótico o irrelevante, representa la influencia constante y sutil de las dinámicas orbitales sobre nuestra vida diaria.
Estos ajustes no se deben a ningún cambio abrupto, sino a la evolución continua de las condiciones astronómicas que afectan a la posición relativa de la Tierra en su órbita. Entre ellas se encuentran los cambios en el momento exacto del afelio y el perihelio, y también la influencia de otros cuerpos celestes sobre nuestra órbita.
Las fuerzas invisibles: Júpiter, la Luna y otros actores celestes
Aunque el Sol y la Tierra son los protagonistas principales en este escenario, no están solos. Otros cuerpos del Sistema Solar ejercen también una influencia gravitacional sobre nuestro planeta. Júpiter, por ejemplo, debido a su enorme masa, tiene la capacidad de alterar ligeramente la órbita terrestre a lo largo del tiempo. También la Luna, nuestro satélite natural, tiene un papel importante. Su atracción gravitatoria no solo es responsable de las mareas, sino también de pequeñas oscilaciones en el eje de rotación terrestre, conocidas como nutación y precesión.
Estas variaciones no generan cambios bruscos inmediatos, pero sí producen efectos acumulativos con el paso del tiempo. Uno de ellos es el desplazamiento progresivo de los puntos de afelio y perihelio en el calendario. Este fenómeno, llamado precesión de los equinoccios, altera gradualmente la duración de las estaciones a lo largo de siglos.