Toxoplasmosis en el embarazo. Todo lo que necesitas saber
Los riesgos de la toxoplasmosis en el embarazo y cómo evitar
Lo que no sabes de la toxoplasmosis
Toxoplasmosis en el embarazo: Prevención y tratamiento
La toxoplasmosis es una infección causada por un parásito llamado Toxoplasma gondii, que se encuentra en muchos animales, especialmente en los gatos y los cerdos. La mayoría de las personas que se infectan con este parásito no presentan síntomas o solo tienen síntomas leves, como fiebre, cansancio, dolor muscular o inflamación de los ganglios. Sin embargo, puede ser muy peligrosa para las mujeres embarazadas y sus bebés, ya que puede provocar abortos espontáneos, partos prematuros o malformaciones congénitas, por lo que será bueno saberlo todo sobre la toxoplasmosis en el embarazo y cómo la podemos evitar.
Toxoplasmosis en el embarazo
A la hora de poder llevar adelante un embarazo sano y sin contratiempos de ningún tipo, se hace necesario tener la mayor información posible sobre el mismo. Y es que así, se evitará caer en errores y situaciones que lo puedan poner en serio peligro. Precisamente por este motivo, merece la pena descubrir qué es la toxoplasmosis. Sabiendo todo sobre esa cualquier futura mamá podrá evitar estar en riesgo y que también lo esté su bebé.
Lo primero que hay que saber es que bajo ese nombre se encuentra una infección que está ocasionada por un parásito, de tipo microscópico, que responde al nombre de toxoplasma gondii. Si cualquiera la puede sufrir, es más peligrosa en el caso de que la persona afectada sea una embarazada ya que, entre otras cosas, puede transmitirla al feto poniendo en serio riesgo a este.
Para poder evitarla, es fundamental ser consciente antes que nada de cómo se transmite.
¿Cómo se contagia la toxoplasmosis?
La toxoplasmosis se puede contagiar de varias formas:
- Al comer carne cruda o poco cocinada que contenga quistes del parásito.
- Al ingerir frutas o verduras sin lavar que estén contaminadas con huevos del parásito.
- Al beber agua contaminada con huevos del parásito.
- Al manipular la arena de los gatos o la tierra donde hayan defecado los gatos, que son los huéspedes principales del parásito y pueden liberar millones de huevos en sus heces.
- Al entrar en contacto con objetos o superficies contaminadas con materia fecal de gato, como guantes, palas o juguetes.
- Al recibir una transfusión de sangre o un trasplante de órgano de una persona infectada.
¿Cómo se diagnostica la toxoplasmosis?
La toxoplasmosis se diagnostica mediante un análisis de sangre que mide los anticuerpos contra el parásito. Los anticuerpos son unas proteínas que produce el sistema inmunitario para defenderse de las infecciones. Hay dos tipos de anticuerpos que se usan para detectar la toxoplasmosis: IgM e IgG.
- La IgM es el primer anticuerpo que se produce cuando hay una infección reciente. Suele aparecer entre una y tres semanas después del contagio y desaparece en unos meses.
- La IgG es el anticuerpo que se produce después de la IgM y que permanece en la sangre durante toda la vida, confiriendo inmunidad frente al parásito.
El resultado del análisis de sangre puede ser:
- IgM negativa e IgG negativa: significa que no hay infección ni inmunidad frente al parásito. La mujer es susceptible de contagiarse durante el embarazo y debe tomar medidas preventivas.
- IgM positiva e IgG negativa: significa que hay una infección reciente, probablemente durante el embarazo. La mujer debe recibir tratamiento y hacerse pruebas adicionales para evaluar el riesgo de transmisión al feto.
- IgM negativa e IgG positiva: significa que hay una infección pasada, anterior al embarazo. La mujer tiene inmunidad frente al parásito y no hay riesgo para el feto.
- IgM positiva e IgG positiva: significa que hay una infección reciente o pasada, pero no se puede determinar el momento exacto del contagio. La mujer debe hacerse pruebas adicionales para aclarar si la infección ocurrió antes o durante el embarazo.
Síntomas de la toxoplasmosis
Hay que establecer que para poder saber si una embarazada tiene toxoplasmosis hay que fijarse bien en ciertos síntomas, que, en ocasiones, pueden llegar incluso a ser confundidos con los de una simple gripe. En concreto, los más habituales son los siguientes:
- Fiebre y dolor de cabeza.
- Exceso de sudoración, especialmente en lo que es horario nocturno.
- Dolores musculares.
- Fatiga que se manifiesta de manera constante.
- Aparición de sarpullido en alguna parte del cuerpo.
- Dolores de garganta.
Tratamiento para la toxoplasmosis
El tratamiento de la toxoplasmosis depende del estado de la mujer y del feto:
- Si la mujer no está embarazada y no tiene síntomas, no necesita tratamiento, ya que su sistema inmunitario controla la infección.
- Si la mujer no está embarazada pero tiene síntomas, puede recibir un tratamiento con antibióticos para aliviarlos y evitar complicaciones.
- Si la mujer está embarazada y tiene una infección reciente, debe recibir un tratamiento con antibióticos para reducir el riesgo de transmisión al feto y prevenir las secuelas. El tratamiento se suele iniciar lo antes posible y se prolonga hasta el final del embarazo.
- Si el feto está infectado, se puede administrar un tratamiento con antibióticos al bebé después del nacimiento para evitar o minimizar las secuelas. El bebé debe hacerse un seguimiento médico durante al menos un año para detectar posibles problemas de salud.
¿Cómo se previene la toxoplasmosis?
La mejor forma de prevenir la toxoplasmosis es evitar el contacto con el parásito. Para ello, se recomienda seguir unas medidas higiénicas y alimentarias, especialmente si la mujer está embarazada y no tiene inmunidad frente al parásito:
- Cocinar bien la carne hasta que no quede ningún rastro de sangre o jugo rosado. Evitar el consumo de embutidos, jamón, salchichas o patés que no estén cocinados o curados.
- Lavar bien las frutas y verduras antes de comerlas. Pelarlas o cocerlas si es posible. Evitar el consumo de ensaladas o zumos preparados fuera de casa que no se sepa cómo han sido lavados.
- Beber agua potable o embotellada. Evitar el consumo de agua de fuentes, pozos o ríos que no estén tratados.
- Lavarse las manos con agua y jabón después de manipular carne cruda, frutas o verduras sin lavar, arena de gatos o tierra. Usar guantes si es posible.
- Cambiar a diario la arena de los gatos y limpiarla con agua hirviendo. Evitar el contacto directo con las heces de los gatos. No adoptar ni acariciar gatos callejeros o desconocidos. Alimentar a los gatos con comida comercial y no con carne cruda o restos de comida.
- Limpiar bien los utensilios y superficies que hayan estado en contacto con carne cruda, frutas o verduras sin lavar, arena de gatos o tierra. Usar lejía si es posible.