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Ni enero ni julio: si tu hijo ha nacido en estos meses tiene mayor riesgo de sufrir trastornos mentales

Un estudio noruega revela que los niños que nacen a finales de año tienen mayor riesgo de sufrir problemas mentales

El 70% de los trastornos mentales se inician en la etapa infanto-juvenil

Estos son los retos y soluciones en salud mental de los menores

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Blanca Espada

¿Qué pensarías si te digo que es posible que el mes en que nace un niño puede marcar como va a ser su salud mental? A primera vista, la idea suena extraña, casi como algo imposible de entender. Sin embargo, una investigación reciente llevada a cabo en Noruega parece demostrar que sí existe una relación. Según este estudio, los niños nacidos en los últimos meses del año, sobre todo en octubre, noviembre y diciembre, tienen más probabilidades de ser diagnosticados con trastornos como el TDAH, en comparación con los nacidos a principios de año.

Lo que llama la atención es que este patrón se repite sin importar si el bebé nació a término o de forma prematura, o si es niño o niña. ¿La razón? Los expertos apuntan al calendario escolar. En una misma clase, un niño de diciembre puede ser casi un año menor que uno de enero, y en la infancia esa diferencia de madurez es enorme. Así, lo que en uno se considera comportamiento normal, en otro puede verse como falta de atención o inmadurez. Esto nos lleva a una pregunta inevitable: ¿estamos confundiendo madurez con trastornos? El estudio publicado en la revista BMJ Paediatrics Open no da una respuesta definitiva, pero sí sugiere que la edad relativa dentro del aula influye mucho más de lo que pensamos en cómo se evalúa a los niños. Y, tal vez, en algunos casos estamos poniendo etiquetas que no corresponden.

El estudio sobre el mes de nacimiento y los trastornos mentales

La investigación fue desarrollada por la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología (NTNU) y no se basa en una muestra pequeña. Los investigadores analizaron los datos de más de un millón de niños y adolescentes de entre 4 y 17 años para entender qué llaman efectos relativos de la edad. Dicho de otro modo: cómo influye ser el más pequeño de la clase en la probabilidad de que se diagnostique un problema de salud mental.

Los resultados fueron claros. Los nacidos en octubre, noviembre o diciembre tenían entre un 20% y un 80% más de probabilidades de ser diagnosticados con TDAH, dependiendo de si habían nacido a término o prematuros. Pero no se trata solo de hiperactividad. Los investigadores también encontraron más retrasos en el lenguaje, dificultades motoras o problemas para seguir el ritmo escolar. Nada extraño si pensamos en lo rápido que evolucionan los niños en los primeros años.

Las niñas prematuras, el grupo más sensible

Dentro de los datos, hubo un hallazgo que preocupó especialmente: las niñas nacidas de forma prematura y en los últimos meses del año mostraron un riesgo mayor de padecer ansiedad, depresión u otros trastornos emocionales. Aquí la prematuridad y la edad relativa en la clase se suman, generando una vulnerabilidad evidente.

Esto no significa que todas vayan a tener problemas, pero sí que se enfrentan a un entorno donde las comparaciones pueden hacer mucho daño. La doctora Christine Strand Bachmann, autora del estudio, insiste en que lo importante es entender que no todos maduran al mismo ritmo y que el sistema escolar debería ser más flexible con estas diferencias.

¿El problema está en el sistema educativo?

Los expertos apuntan a que la raíz del problema podría estar en cómo organizamos las aulas. Un niño nacido en diciembre entra al colegio con la misma edad oficial que otro de enero, pero con casi un año menos de desarrollo. Es una diferencia que afecta a su concentración, a su aprendizaje y hasta a su forma de relacionarse con los demás. No es que esté mal o retrasado, es que simplemente es más pequeño.

Algunas propuestas sugieren flexibilizar las fechas de escolarización o, al menos, ofrecer más apoyo a los pequeños del curso durante los primeros años. Esto permitiría evitar diagnósticos innecesarios y ayudar a que todos tengan las mismas oportunidades, independientemente de su mes de nacimiento.

Qué pueden hacer los padres

El papel de las familias es crucial. Observar sin comparar, reconocer que su hijo puede necesitar un poco más de tiempo o ayuda, y no dejarse llevar por las expectativas del entorno son pasos fundamentales. Hablar con los profesores para explicar estas diferencias también es una buena forma de evitar que se interprete como un problema lo que es simplemente un ritmo de maduración distinto.

Los especialistas recomiendan también fomentar actividades que ayuden al niño a ganar confianza, trabajar su autoestima y darle espacios donde pueda expresarse sin sentirse juzgado. No todo es cuestión de notas o de rendimiento escolar; el bienestar emocional es igual o más importante.

Un dato para reflexionar

Este estudio noruego no pretende dar un veredicto definitivo, pero sí abrir un debate sobre cómo vemos a los niños. A veces, un simple detalle como el mes de nacimiento puede marcar la forma en que interpretamos su comportamiento. Nacer en octubre, noviembre o diciembre no es ni bueno ni malo, pero puede requerir más empatía y paciencia para que el niño se desarrolle sin sentirse “menos” que sus compañeros.

Quizá la solución no sea cambiar el calendario escolar, sino aprender a mirar de forma distinta. Cada niño tiene su tiempo, su ritmo, y tratar de encajarlos a todos en el mismo molde solo provoca frustración. Entender esto puede ser el primer paso para evitar diagnósticos apresurados y acompañar a cada uno de la mejor manera posible.

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