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Científicos de Harvard piden que todos los padres hagan ésta pregunta a sus hijos cuando vuelven del colegio

Harvard hijos
Blanca Espada

Aunque los niños ya están de vacaciones de verano, o a punto de empezarlas, lo cierto es que el curso escolar ha sido largo y seguro que, como padres, habréis tenido muchas conversaciones al salir del colegio. Sin embargo, entre todas las preguntas que solemos hacerles, hay una que, según la ciencia, puede ser la más adecuada de todas. Una pregunta sencilla, revelada por expertos de la Universidad de Harvard, que merece la pena anotar para el próximo curso, y tenerla lista cuando vuelvan a casa tras un día de clase.

Durante años, la mayoría de los padres han sido animados a involucrarse activamente en la vida escolar de sus hijos, preguntando cómo les ha ido el día o si han sacado buenas notas. Pero lo que muchos no saben es que este enfoque, aunque bienintencionado, podría estar generando justo el efecto contrario: ansiedad, frustración y la sensación de que el valor del niño depende exclusivamente de su rendimiento. Afortunadamente, hay una alternativa simple, pero poderosa. Jennifer Breheny Wallace, periodista especializada en crianza y autora vinculada a Harvard, plantea una idea revolucionaria por su sencillez: dejar de preguntar por el colegio como primera opción. En lugar de eso, sugiere que la primera pregunta al llegar a casa sea algo tan cotidiano como: “¿Qué comiste hoy?”. Un cambio que puede parecer trivial, pero que esconde una profunda intención: demostrar que te importa tu hijo como persona, no sólo como estudiante.

La pregunta qué hacer a los hijos según Harvard

Muchos padres, sin mala intención, tienden a recibir a sus hijos con preguntas que giran en torno a sus deberes, exámenes o resultados. “¿Cómo te ha salido el control de mates?”, “¿Tienes muchos deberes?”, “¿Estás preparado para el examen de mañana?”… son frases comunes que se repiten a lo largo del curso en miles de hogares. Pero, según Wallace, este tipo de preguntas pueden provocar que el menor sienta que su valía está directamente asociada a su desempeño académico.

La presión escolar, especialmente cuando es reforzada en casa de manera diaria, puede convertirse en una fuente importante de ansiedad. Esto no significa que los padres no deban interesarse por los estudios de sus hijos, pero sí que deberían replantearse la manera en la que lo hacen. El objetivo no es eliminar la implicación, sino suavizar el enfoque y dar espacio a que el niño se exprese desde su humanidad, no desde sus logros.

Por ello, esta experta vinculada a Harvard, invita a que los padres, hagan otro tipo de preguntas antes de las que se relacionan con los estudios. Y entre todas, una de las mejores puede ser la referente a saber qué ha comido el niño ese día. Jennifer Breheny Wallace insiste en que, al cambiar la temática inicial de la conversación, se consigue abrir un espacio más relajado, más cercano y menos condicionado por el éxito o el fracaso académico.

Además, empezar por una pregunta sencilla sobre la comida, o cualquier otro aspecto cotidiano y neutro, puede generar un clima emocional más distendido que facilite, más adelante, hablar de otras cuestiones. Un niño que siente que puede hablar sin miedo a ser juzgado o evaluado, es más propenso a compartir lo que realmente le preocupa. La clave está en generar confianza, no en recitar una lista de temas escolares.

El exceso de presión y sus consecuencias emocionales

Laurence Steinberg, psicólogo de Harvard especializado en desarrollo adolescente, ha señalado además que la presión académica es, en muchos casos, más dañina que la que proviene del uso de redes sociales. Según sus investigaciones, muchos adolescentes confiesan que lo que más ansiedad les provoca no es Instagram o TikTok, sino la sensación constante de no estar a la altura en clase, de decepcionar a sus padres o de fallar en los exámenes.

Esta presión no siempre viene acompañada de gritos o exigencias explícitas. A veces, está presente de forma sutil, en preguntas insistentes, en silencios incómodos cuando no se obtiene la respuesta deseada o en gestos que el niño percibe como decepción. Los expertos insisten en que mostrar interés es bueno, pero hay que hacerlo sin generar expectativas tóxicas. Acompañar no es lo mismo que fiscalizar.

Cómo construir vínculos sanos desde lo cotidiano

Una buena relación entre padres e hijos no se construye sólo en los momentos grandes, sino sobre todo en los pequeños. En los gestos, en la forma de preguntar, en la escucha activa. Cambiar el enfoque de las conversaciones diarias puede parecer un detalle menor, pero es el tipo de hábito que, repetido con constancia, transforma profundamente la manera en la que los hijos se sienten vistos y comprendidos.

Preguntar por la comida, por con quién jugaron en el recreo, por si vieron algo gracioso, por lo que más les gustó del día… todas estas son puertas de entrada a su mundo emocional. Porque cuando un niño siente que es querido por lo que es y no por lo que consigue, se fortalece su autoestima y se crea un ambiente familiar donde puede crecer sin miedo al error.

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