La roseóla. ¿Qué es?

roseóla
El bebé puede tener roseóla

La salud es una de las cuestiones que más preocupa a los padres con respecto a sus hijos. Por eso, es habitual que intenten ponerse al día de todas las patologías e infecciones más frecuentes que experimentan los más pequeños. Al hacerlo, descubrirán, por ejemplo, a la llamada roseóla.

¿Quieres saber qué es? Sigue leyendo. Te lo explicamos a continuación:

¿Qué es?

Lo primero que hay que saber es que se trata de una enfermedad muy común y de tipo viral. De la misma manera, es necesario conocer que se presenta en pequeños con edades comprendidas entre los 3 meses y los 4 años.

A todo eso hay que añadir que es muy contagiosa y que también recibe otros nombres como el de infantum roseola o la sexta enfermedad.

Causas y síntomas

Por supuesto, es necesario, del mismo modo, tener claro qué causa la roseóla. Pues bien, el responsable de su aparición es el virus del herpes humano 6, también llamado HHV-6. Un virus que comienza a hacerse palpable después del periodo de incubación, que está en torno a la semana de haber estado expuesto al mismo.

Entre los síntomas más frecuentes que vienen a indicar que un pequeño tiene roseóla se encuentran los siguientes:

  • Fiebre muy alta, que estará entre los 39º y los 40º y que aparece de forma repentina.
  • Erupciones de color rosa por el cuerpo, concretamente por el tronco y el cuello. Esas pueden ser abultadas o planas y tienen la particularidad de que al presionar sobre las mismas se vuelven de color blanco. Asimismo, hay que tener en cuenta que no generan ningún tipo de picor.
  • Una notable disminución del apetito.
  • Dificultad para poder conciliar el sueño.
  • Dolor de garganta así como tos y mocos.
  • Cabe la posibilidad incluso de que el pequeño sufra una leve diarrea.
  • Irritabilidad.

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Erupciones provocadas por la roseóla

Tratamiento de la roseóla

Cuando unos padres sospechen que su hijo puede tener roseóla es necesario que acudan al pediatra para que realice un diagnóstico certero. En el caso de que se confirme la enfermedad indicará a los adultos las pautas que deben seguir, ya que no se puede decir que exista un tratamiento específico para la misma.

Entre las recomendaciones que dará se encuentran algunas como estas:

  • Es importante que el pequeño esté bien hidratado, por lo que deberá beber mucha agua al día. El agua puede ser sustituido por el alimento acorde a la edad del paciente o por el que indique el médico.
  • No menos relevante es que se indicará que el niño debe descansar lo máximo posible.
  • De la misma manera, les puede indicar a los padres algún medicamento para que al menor le baje la fiebre. No obstante, el uso de ese fármaco puede ir acompañado de la utilización de paños tibios en la frente del pequeño o incluso de los baños con agua tibia también.

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Fiebre alta, otro de los síntomas habituales

Otros datos a tener en cuenta

Además de todo lo expuesto, podemos señalar otros aspectos relevantes sobre la roseóla como son los siguientes:

  • La misma, como ya hemos mencionado anteriormente, es contagiosa. Exactamente se contagia a través de las gotas que se expulsan al toser o al estornudar así como incluso a través de la saliva. Eso sin olvidar que también a través de las manos que no han sido lavadas después de haber hecho caca.
  • Es importante que el niño con roseóla no acuda a la guardería o al colegio hasta que no esté curado.
  • La higiene es una de las principales herramientas para poder conseguir evitar el contagio de la enfermedad.
  • Se considera que, en la mayoría de los casos, los menores que ya han tenido roseóla se vuelven inmunes a la misma.
  • La fiebre tendrá una duración mínima de 3 días y máxima de una semana mientras que las erupciones pueden permanecer solo unas horas o bien varios días.
  • Las piernas, los brazos o incluso la cara son otras de las zonas del cuerpo donde pueden hacer acto de aparición las erupciones cutáneas asociadas a la roseóla.
  • Debido a la fiebre alta hay niños que pueden tener convulsiones. En ese caso, lo que hay que hacer es colocarlos sobre el suelo o la cama y ponerlos de lado para que no se ahoguen con sus vómitos o sencillamente con su saliva. Por regla general, no son graves, a pesar de lo que parezca.

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