Seleccionados: efectos y consecuencias

Seamos sinceros la Selección Española de fútbol batió su marca de público y seguidores al ganar dos campeonatos de Europa y el Mundial del 2010. Todavía arrastra parta de aquella fiebre que afectó incluso a espectadores ajenos al fútbol. No obstante ahora la temperatura ha bajado un poco hasta el punto de que RTVE no presume de audiencias al transmitir partidos como los más recientes ante Georgia o Bulgaria. La gente a la que gustaba la Selección, no el fútbol, ha regresado a sus otras aficiones y, la verdad, las narraciones de Juan Carlos Rivero y comentaristas al uso tampoco invitan a no cambiar de canal.
Pongamos por ejemplo a la afición del Mallorca, por aquello de no salir de casa y atender a lo más próximo. Ya celebramos las victorias de Kosovo aunque los goles no los marque Muriqi y del Mundial sub 20 a punto de bajar el telón en Chile, interesaban las andanzas de Jan Virgili sin mirar siquiera el resultado final. El primero en reparar que le habían fichado en Son Moix fue Dani Rodríguez, cosas de la vida.
El foco se detiene en que el delantero centro único a las órdenes de Arrasate pise de nuevo Son Bibiloni sin lesión alguna. Otros, como Asano, caen en la enfermería sin necesidad de ser convocados por sus seleccionadores o Kumbulla, que no ha aguantado ni dos partidos consecutivos. Y en cuanto al «teenager» cedido por el Barça, que no es Lamine Yamal, pero se le trata como tal, digo dentro del campo y no fuera, esperemos que sus compañeros, entrenador, técnicos, amigos y familiares, le mantengan aislado del aura de salvador de la que se le ha revestido, no solamente para no cargarle de la responsabilidad que no le corresponde y someterle a una presión añadida que redundaría en un inquietante perjuicio.