Memoria de ‘peixet’

Memoria de ‘peixet’

«La izquierda lo fio todo a incendiar los centros educativos con el catalán. No sabía [la izquierda] que la señora Prohens, el conseller Vera y yo mismo, somos isleños de pura cepa (de socarrel), que amamos nuestra lengua propia, que la defendemos, que la hablamos siempre y que nuestros límites eran la autonomía del centro, la libertad de las familias y que nuestros límites eran la Ley de Normalización Lingüística o el Estatuto de Autonomía. (..) ¿Cómo ha empezado el curso? Con toda normalidad pese a los intentos de confrontación, pese a los intentos de incendiar la comunidad educativa». Así se expresaba en el último debate sobre la autonomía balear el portavoz del PP, Sebastià Sagreras, convirtiendo lo que ha sido una claudicación en toda regla ante el pressing del lobby catalanista en un «acierto» de gestión del todavía consejero de Educación, Antoni Vera.

No ha habido confrontación en los claustros a propósito de la libre elección de lengua porque el Govern ha hecho todo lo posible para que el plan piloto y la libre elección de lengua de primera enseñanza fracasaran. Vender una rendición en toda regla como un alarde de clarividencia estratégica y política de la líder suprema, sencillamente es tomarnos por tontos. Una práctica, la de convertir la cobardía en un signo de inteligencia política, que no por extendida entre los medios de la pepesfera resulta menos ridícula.

No menos ridículo resulta asimismo el discurso amoroso con la lengua catalana del telúrico Sagreras. Un discurso más propio de un Arzalluz de aldea en la barra del bar que de un portavoz de un partido (supuestamente) liberal y nacional español que debería anteponer el respeto a los pactos con sus aliados y a los derechos lingüísticos de todos los administrados a sus entusiasmos lingüísticos a cuenta de sus hondas raíces isleñas.

Sagreras, que por lo visto sigue haciendo política aferrado al terruño de sus ancestros, no comprende que no se trata de ser más nacionalista que los de Més y menos tomar en vano el Estatuto de Autonomía y la Ley de Normalización Lingüística de los que no se deriva en absoluto el trato del español como un idioma extranjero en la enseñanza. Tampoco parece discernir que en cuestiones de idioma, o deciden los maestros, o deciden las familias. Pero no los dos. Tertium non datur.

Prohens prosigue con la misma violación sistemática de los derechos lingüísticos que Francina Armengol, ni más ni menos, sólo que aparentando que hace algo cuando no hace prácticamente nada, lo que es muchísimo peor porque sus votantes no son precisamente los de Armengol. A los políticos, sobre todo a los que hemos votado, hay que juzgarlos por lo que hacen, no por lo que dicen, y menos por las intenciones que dicen tener. Nadie ha visto ahora mismo las políticas del cambio que esperaban la mayoría de votantes de Vox y no pocos del PP, por mucho que el «cambio» no se le caiga de los labios a Prohens, la reina que renunció a la confrontación para apostarlo ahora todo a la conciliación.

En realidad, poco se ha notado este cambio más que en la propaganda, pero claro está que los ciudadanos de a pie no estamos en condiciones de percibir los progresos que desde las alturas sí perciben en primera persona los políticos del PP y los medios que les hacen la ola, subidos al tren de la euforia por haberse apropiado de banderas de la izquierda y anunciado infraestructuras ferroviarias que Dios dirá.

¿Por qué el PP ha perdido históricamente el poder?

En lo que llevamos de autonomía, el Partido Popular ha gobernado 25 años por 16 la izquierda capitaneada por el PSIB, primero con Xisco Antich (1999-2003, 2007-2011) al frente y después con Francina Armengol (2015-2023).

Aunque sólo fuera para afinar en su diagnóstico, Sagreras no debería soslayar las lecciones del pasado. ¿Por qué el Partido Popular perdió el poder en tres ocasiones (1999, 2007, 2015), aun venciendo claramente en las urnas? Por dos causas. La primera por maltratar a sus únicos posibles aliados: la UM de Maria Antònia Munar. La segunda, por hacer políticas de izquierdas, una tentación en la que Prohens parece haber caído.

La primera causa de los fracasos electorales del PP balear reside en su nula cultura de pacto, ávidos en despreciar, ningunear y humillar a los únicos potenciales socios de gobierno, todo con el objetivo de fagocitarlos y quedarse con toda la tarta del poder. Igual que se decía de los Borbones, los populares ni perdonan ni aprenden. Son tan avariciosos (golafres, como diría un socarrel como Sagreras) que ahora mismo, cuando gobiernan en todas las instituciones de las Islas, parece molestarles tener que transigir con alguna propuesta de Vox, con un peso institucional mínimo tras haber negociado de la peor manera posible sus formidables resultados en mayo de 2023. Después de haber regalado la investidura y el gobierno en solitario a Prohens, de los famosos 110 acuerdos apenas se habrían consumado tres o cuatro de la agenda exclusiva de Vox, con otros tantos todavía en tramitación, en palabras de su actual portavoz, Manuela Cañadas.

En su afán por humillar a Vox y quedar bien con la izquierda, el PP se arriesga a que si Vox no alcanza el 5% de los sufragios en las próximas elecciones autonómicas y queda fuera de la cámara balear (cosa ahora mismo improbable), tampoco consiga por sí mismo la mayoría absoluta. Que se lo pregunten a Jaume Matas, que con un 47% no la consiguió (2007). De ahí que los cañellistas más viejos del lugar siempre aconsejaran tener aquella «rueda de recambio» en alusión a UM.

Las pésimas relaciones del PP de Gabriel Cañellas y Jaume Matas con la Unió Mallorquina de Maria Antònia Munar, un partido ideológicamente cercano al PP regionalista y a las antípodas de Vox, llevaron a los populares a perder el Consell de Mallorca en 1995 y todas las instituciones en 1999 y 2007, aun habiendo rebasado el 43% de los votos en la primera y el 47% en la segunda.

Si uno tiene problemas con una formación como UM y los tiene a su vez con Vox, no puede alegar discrepancias ideológicas. Es que se lleva mal con todo el mundo. Lo que sí tiene es una desenfrenada ambición de poder que las urnas, más realistas que las falsas encuestas a las que son tan aficionados, terminan poniendo en su lugar. Y si no, cuenten el número de elecciones que tenía ganadas el PP y que finalmente ha perdido.

El PP pierde cuando hace políticas de izquierda

La segunda causa que ha llevado a la expulsión del poder del PP balear ha sido tratar de hacerse perdonar por la izquierda asumiendo parte de sus políticas y banderas, giros que sus votantes no han aceptado. Que es exactamente lo que está haciendo ahora mismo Prohens. Jaume Matas fue expulsado del poder en 1999 tras aprobar las Directrices de Ordenación del Territorio y el Decreto de Mínimos (1997), que en principio planteaba que el 50% de las clases debían hacerse en catalán, obligatoriamente las de ciencias naturales y sociales. Dos medidas que, en mayor o menor medida, llevaron a la abstención a una parte significativa de votantes que dejaron al PP sin la mayoría absoluta lograda cuatro atrás con Cañellas.

En los comicios de 2007, tras un cuatrienio (2003-2007) que pasará a la historia autonómica como la legislatura de las realizaciones por la ingente cantidad de obras públicas e infraestructuras de todo tipo que se ejecutaron (dos autovías, desdoblamientos, carreteras, rondas de circunvalación, ambulatorios, residencias, centros de día, colegios públicos, estación intermodal, metro a la UIB, un velódromo… ) y se dejaron a punto de caramelo (hospital de Son Espases), el Partido Popular de Matas y Estarás perdió in extremis una mayoría absoluta que todos daban por hecha. Un par de miles de papeletas nulas de votantes del PP que manifestaron así su desacuerdo por la inclusión en la lista electoral de Matas de la musa catalanista de Artur Mas, la escritora Maria de la Pau Janer, dieron al traste con todo el trabajazo de una legislatura sin parangón en nuestra historia autonómica. Bastó un enfado de una parte de su electorado para dejar en la estacada al PP con casi un 47% de los sufragios. Poco después Matas se iría a hacer las Américas y Rosa Estarás se quedaría al frente de un «muerto», como definió a su partido que de la noche a la mañana se había quedado sin cargos institucionales a repartir. De nuevo, la tontuna en cuestiones que afectan a la lengua tenía efectos devastadores.

Y otro tanto ocurrió en 2015. El PP balear, en su intención de olvidar de una vez para siempre a José Ramón Bauzá, al que ha condenado al ostracismo, ha terminado comprando la especie, tan querida por la izquierda nacionalista, de que fue la marea verde en reacción al TIL la causante de la debacle electoral de 2015. En realidad, fue la claudicación de Núria Riera ante una marea verde literalmente extenuada y cuando la opinión pública se había vuelto en contra de los claustros levantiscos, la que en última instancia dio la puntilla al ejecutivo de Bauzá, descabello al que contribuyeron algunos alcaldes de la Part Forana que le apuñalaron por la espalda. Unos alcaldes de socarrel que se habían visto heridos y ofendidos en lo más íntimo de sus frágiles corazones por haber sido acusados de traidores o enemigos a su lengua, vengándose así de Bauzá para el que ni siquiera pidieron el voto en sus respectivos pueblos.

De nuevo, la traición del PP en materia de lengua a su electorado volvió a ser determinante en los resultados. Unos se marcharon a Cs, otros se abstuvieron. De nada sirve emprender guerras justas por muy razonables que sean (el TIL, aunque discutible en algunos aspectos, lo era) y luego rendirte de pronto cuando tienes al enemigo levantando la bandera blanca, dejando en la estacada a quienes te han venido apoyando en el esfuerzo bélico. El PP sigue con la asignatura pendiente de no saber enterrar bien a sus muertos, algo que debería aprender de los socialistas y de los israelíes.

Haría bien Sagreras en tener en cuenta la historia de su partido y no cultivar esta memoria de peixet.

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