El ladrón de los hoteles de lujo: así cayó el impostor que desvalijó habitaciones en Madrid y Baleares
Se calcula que el valor de todo lo sustraído supera los 100.000 euros en varios golpes

Durante meses, un hombre de aspecto impecable y modales amables logró burlar la seguridad de los hoteles más exclusivos de Madrid y Baleares. Con una sonrisa convincente y un discurso perfectamente ensayado, fingía ser un cliente más que, con aire de preocupación, se acercaba al mostrador para pedir ayuda.
Alegaba que su llave no funcionaba o que había olvidado la contraseña de la caja fuerte, y con esa excusa lograba que los empleados le facilitaran el acceso a las habitaciones y a los cofres donde sus verdaderos ocupantes guardaban dinero, joyas y objetos de valor. Cuando el engaño surtía efecto, el hombre entraba en las habitaciones ajenas y, con calma y precisión, las vaciaba sin dejar apenas rastro.
Su carrera delictiva, que parecía sacada de una película de ladrones de guante blanco, terminó el pasado 10 de octubre, cuando la Policía Nacional lo detuvo tras un nuevo robo con fuerza en un conocido hotel del distrito madrileño de Chamartín. Apenas dos días antes había sido arrestado por otro golpe en Chamberí, donde también se le vinculó con un robo cometido meses atrás, en mayo. Sin embargo, las autoridades pronto descubrirían que aquellos robos no eran hechos aislados, sino parte de una larga y calculada cadena de delitos repartidos entre Madrid, Ibiza y Palma.
El detenido, cuya identidad no ha trascendido, está acusado de al menos quince robos con fuerza y de un delito de falsedad documental. Los agentes que participaron en la investigación aseguran que el sospechoso actuaba con una seguridad sorprendente y una frialdad inusual. Su técnica consistía en hacerse pasar por huésped de los hoteles, ganarse la confianza de los empleados y acceder así a las habitaciones. En ocasiones, incluso suplantaba la identidad de clientes reales, utilizando sus apellidos y números de habitación para resultar más convincente.
En Baleares, donde su actividad delictiva fue especialmente intensa, logró ejecutar ocho robos en Ibiza entre los días 17 y 19 de agosto. En apenas cuarenta y ocho horas, consiguió apoderarse de dinero en efectivo y objetos de lujo valorados en más de 38.000 euros. Según los investigadores, se desplazaba en una motocicleta alquilada, lo que le permitía moverse con rapidez entre distintos establecimientos y escapar sin levantar sospechas. Pocos días después viajó a Palma, donde entre el 26 y el 29 de agosto repitió su método en cuatro hoteles diferentes, obteniendo un botín de más de 60.000 euros. En total, se calcula que el valor de todo lo sustraído supera los 100.000 euros.
Su caída definitiva comenzó con la denuncia de una víctima en Chamberí, que descubrió que le habían robado sus pertenencias del interior de la habitación del hotel donde se alojaba. La policía actuó con rapidez y, apenas cinco horas después, el sospechoso fue localizado en el distrito de Arganzuela. Entre sus pertenencias llevaba todavía los objetos sustraídos esa misma noche, lo que permitió su detención inmediata. Una vez bajo custodia, los agentes relacionaron su nombre con varias investigaciones abiertas en Baleares y con una reclamación judicial en Bilbao por un delito de robo con violencia. El cerco estaba completo.
Los investigadores destacan la habilidad del detenido para manipular a las personas. Lo describen como alguien educado, correcto y muy convincente. «Hablaba con seguridad y sin dudar, parecía un cliente habitual del hotel. Nadie sospechaba de él hasta que era demasiado tarde», afirmaron fuentes policiales. Varios empleados de los establecimientos reconocieron que su actitud era tan natural que jamás imaginaron que estaban colaborando con un ladrón.
Tras su paso a disposición judicial, se decretó su ingreso inmediato en prisión provisional. La Policía Nacional considera que se trata de uno de los ladrones más astutos y escurridizos de los últimos años, capaz de moverse con soltura entre recepcionistas, cámaras de seguridad y protocolos de acceso. Aunque su actividad ha sido interrumpida, los agentes no descartan que existan más víctimas en otras ciudades españolas que aún no hayan presentado denuncia. Su historia, mezcla de astucia, descaro y engaño, demuestra que incluso los hoteles más seguros pueden ser vulnerables ante la cortesía de un impostor decidido.