LA HISTORIA DE UN HALLAZGO ARTÍSTICO (I)

El increíble descubrimiento de una obra millonaria de Franz Marc en Mallorca

El cuadro apareció en el cajón de una cómoda en la que fuera vivienda del artista y fotógrafo Guillem Bestard en Pollença

El último Franz Marc vendido en subasta hace escasamente un mes se adjudicó por 57 millones de dólares

franz marc mallorca
El fotógrafo Guillem Bestard con su esposa y, a la derecha, el pintor Franz Marc y su obra ahora descubierta en Mallorca.

Esta fascinante historia real, que OKDIARIO va a publicar en cinco partes, detalla el posible descubrimiento de un cuadro de Franz Marc, artista alemán de principios de siglo XX y fundador del movimiento expresionista denominado El Jinete Azul, al que pertenecían también Kandinsky y Paul Klee. El cuadro apareció en el cajón de una cómoda en la que fuera vivienda del artista y fotógrafo Guillem Bestard en Pollença, al norte de Mallorca. Esta obra de Franz Marc fue adquirida a la nieta de Bestard por otro artista e investigador que tenía alquilada la casa. Al cabo de los años, inició una investigación al sospechar que, aunque estaba sin firmar, podía ser un Franz Marc, puesto que todas las características así lo indicaban.

La historia que aquí voy a resumir es fascinante y ha de servir, entre otras cosas, para poner en valor a una Mallorca de principios de siglo XX culta y abierta a los movimientos culturales europeos, particularmente cosmopolita, tan distinta de la que a veces se nos ha querido imponer a través de la pequeña leyenda negra iniciada quizás en el famoso escrito recriminatorio de George Sand.

Porque los personajes que la protagonizan están bien lejos de ese cliché burdo que la explosión turística nos ha traído. Seguramente había menos dinamismo económico, incluso puede que la pobreza tuviese más incidencia a principios del siglo XX, pero de lo que no me cabe duda es de que la cultura gozaba de una excelente salud, al menos entre una buena parte de la sociedad relativamente acomodada, en mucha mayor medida que en los decenios que después han venido.

El primer protagonista de esta historia es de Pollença y se llama Guillem Bestard i Cànaves. Nacido en 1881, muy pronto, por relaciones con extranjeros visitantes -su familia regentaba una fonda donde recalaban muchos viajeros-, concretamente por su amistad con un pintor alemán en este caso, conoció siendo muy joven la fotografía, y quedó completamente obsesionado con esta técnica, que no abandonaría ya en toda su vida. La primera cámara se la regaló precisamente este artista, que como he comentado se la había dado a conocer, al regresar al año siguiente con un aparato para él. Guillem contaba tan sólo con 18 años.

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El artista y fotógrafo mallorquín Guillem Bestard y su mujer Margalida Comas.

Este presente marcaría su vida, pues de inmediato comenzó a realizar retratos y tomas de paisajes. La familia, viendo el interés que el chico tenía por aquella nueva técnica, adquirió la casa vecina a la fonda para abrir allí un laboratorio y una galería; este espacio pronto se convertiría en el ateneo de Pollença, centro artístico e intelectual en el que se hablaba inglés, se leían poesías, se convocaban conciertos de piano y violín…

Guillem Bestard se relacionaría con artistas e intelectuales durante toda su vida, y no solamente en la isla, en su Mallorca natal, sino también en sus estancias en Barcelona, París, y su largo asentamiento junto a su segunda esposa, exiliada tras la guerra civil, en Inglaterra. En París ganó, en 1910 (en esa fecha se data muy probablemente su primera estancia en la capital de Francia), el primer premio de fotografía artística (medalla de oro), con una fotografía de una mujer vieja vestida de payesa, engarzando hojas de laurel y sentada en los escalones que suben al Calvario en Pollença. La emulsión del papel de la fotografía la había hecho él mismo, mezclando goma arábiga con sales metálicas denominadas bicromatos, en una técnica que se conocía como impresiones nobles. El jurado vaticinó: «Especial distinción al procedimiento fotográfico más artístico que se conoce».

En 1912 obtuvo tres premios más, en París, Bruselas y Barcelona. Amigo del pintor Antoni Gelabert, de los artistas que empezaron a llegar a Pollença como Titto Cittadini, Anglada, Castellanos, Llorenç Ribes, Joaquim Mir, Santiago Rossinyol, William Degouve da Nucques, Sorolla (algunos de ellos incluso residieron en su casa); del mecenas Adan Dhiel, que construyó el mítico hotel Formentor.

Guillem Bestard se convirtió en un aglutinador de aquellos visitantes ilustres, que a su vez le devolvieron generosamente sus atenciones presentándole a otros artistas internacionales en al menos la estancia del fotógrafo mallorquín en París en 1928 y demás. De ahí que trabara relación con muchos de ellos, sobre todo expresionistas de habla alemana como Wilhelm Lehmbruck y Jean Egger. Es por eso que tiene una explicación fácil el hecho de que la colección de obras que fue formando Guillem Bestard a lo largo de los años estuviera formada por multitud de obras de artistas tanto conocidos en Pollença como en París o Barcelona. Firmas como Joaquim Mir, el citado Lehmbruck, Eugene Delâtres, Emile Leroy, etc. estaban presentes. Y también, y he aquí lo que nos interesa e importa, había varios dibujos sin firmar, algunos claramente atribuibles a Mir, otros a diversos expresionistas, y sobre todo el que ha sido objeto de la investigación que recojo en este reportaje, un dibujo que tiene todos los visos de poder atribuirse a Franz Marc.

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El pintor Franz Marc, uno de los principales representantes del expresionismo alemán del siglo XX.

Aquí llegamos al segundo protagonista de esta historia, el artista alemán Franz Marc, uno de los principales representantes del expresionismo alemán del siglo XX. Nacido en Múnich en 1880, causó sensación muy pronto con el retrato de animales -nunca mejor dicho que en su caso lo de retrato- utilizando colores primarios inspirados inicialmente en la paleta de Robert Delaunay: el azul utilizado para representar la austeridad masculina y la espiritualidad, el amarillo para la alegría femenina y el rojo para la violencia. Esos colores siempre están presentes en sus obras, junto a una extraña fuerza natural que recorre todas las obras y que surge de la emoción ante lo que plantea la vida en estado puro.

Claro, esto fue en sus principios, dado que después fue evolucionando a partir del impresionismo hacia el simbolismo (tan querido por la poesía francesa de su tiempo, por cierto), pasando por el cubismo y el futurismo, terminando con un planteamiento cercano a la abstracción (una abstracción de corte figurativo, si así puede referirse) sin llegar a desembocar abiertamente en ella. No le dio tiempo a más, porque cuando estalló la Primera Guerra Mundial se alistó como voluntario y pereció en la batalla de Verdún en 1916 al alcanzarle una ráfaga de metralla en la cabeza, con tan sólo 36 años. Había fundado, junto a otros artistas, el importantísimo movimiento Der Blaue Reiter (El jinete azul), que aglutinaría para la historia a los más relevantes creadores expresionistas europeos, cuales son, además de él mismo, Vasili Kandinsky, August Macke y Paul Klee, entre otros muchos.

Franz Marc había descubierto el impresionismo en un viaje a París en 1903, y desde entonces no dejó de visitar la capital de Francia, entonces auténtico hervidero del arte, pasando largas temporadas en ella. Y en concreto, en el año 1912, cuando Guillem Bestard obtuvo su primer premio de fotografía, Franz Marc también estaba en París, en una larga estancia financiada por el coleccionista Bernhard Koehler. Aunque, a decir verdad, no se tiene certeza de que se llegaran a conocer y tratar, pese a que la probabilidad es alta dados los ámbitos artísticos en los que los dos se movían. En cualquier caso, Franz Marc trabajó en París en muchos tramos de su corta vida y no es extraño que allí quedaran trabajos suyos tras su desaparición en 1916.

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‘Red and blue goat between trees’, obra hallada en Mallorca y atribuida a Marc.

Tomeu Lamo

El tercer personaje de esta historia es Bartomeu Payeras i Cifre, conocido en el mundo del arte como Tomeu Lamo. Nacido en Artà en 1948 es, además de un artista con una amplia carrera multidisciplinar de más de 50 años, con multitud de exposiciones e intervenciones en espacios diversos y un catálogo de más de 3.500 obras, biólogo especializado en microbiología, con un también largo recorrido tanto en el campo de la investigación como en el de la enseñanza.

Pero, sobre todo, en lo que aquí nos concierne, Tomeu Lamo es también conocido por la aplicación del método científico a la determinación de la autoría de determinadas obras de arte, como es el caso de El nacimiento intrauterino de Salvador Dalí, que tras 27 años de análisis ha conseguido demostrar como perteneciente a Dalí, considerándose la primera obra surrealista del artista. En este sentido, ha descubierto y hecho público el llamado Código Dalí, un código numerológico que el artista utilizaba para encriptar sus secretos en el interior de sus pinturas. También ha dado a conocer la interpretación de los relojes blandos de Dalí y su famoso cuadro La persistencia de la memoria. Todo ello ha sido publicado en diversos libros, como El nacimiento intrauterino del divino Dalí, Dalí, ¿qué horas es? y Dalí-Llull y su teatro, en el que se estudia la relación entre Salvador Dalí y Ramón Llull a la que se debe la inspiración e interpretación de su Teatro-Museo.

La aplicación de métodos de análisis de pigmentos, de contextualización y datación, de sometimiento al cálculo matemático probabilístico, introduciendo diversas variables de compatibilidad, han permitido a Tomeu Lamo, con antelación al caso de la obra de Franz Marc que aquí tratamos, la determinación de la autoría de ocho obras correspondientes al expresionista austríaco Hans Egger, a Vicente López, Joaquim Mir, Anglada Camarasa, Isidre Nonell, etc.

Pero donde más esfuerzo analítico ha realizado y donde se ha hallado con una respuesta más extravagante por parte de algunas instituciones implicadas ha sido con la obra atribuible a Franz Marc titulada Red and blue goat between trees. Una obra que ha aparecido en Mallorca.

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