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Cristina, víctima de la inquiokupación: de una casa de 155 metros a un estudio de 55 con sus tres hijos

Su inquiokupado chalet de lujo cuya hipoteca está pagando, tiene piscina, jardín y un bungalow

La propietaria vive hacinada con su familia en un apartamento por el que paga 1.200 euros al mes

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Indalecio Ribelles
  • Indalecio Ribelles
  • Redactor de OKBaleares, información local de Palma, social y política. Antes, redactor en EL MUNDO/ Baleares durante 20 años.

El 2025 estará marcado de en rojo en la vida de Cristina Muñoz. No será fácil que olvide lo que está pasando esta palmesana con cuatro hijos, uno de ellos menor de edad con apenas 13 años, y que está siendo víctima de la inquiokupación de su chalet que tanto trabajo le costó poner a punto. Una casa recién reformada cuya hipoteca continúa pagando, y que en mala hora alquiló a una funesta familia que en marzo dejó de pagarle la renta, y que se ha negado incluso a dejar la vivienda a cambio de que Cristina le perdonara la deuda que desde entonces arrastran.

Desde febrero, tras separarse de su pareja sentimental el mes anterior, Cristina vive con tres de sus hijos en un pequeño estudio del centro de Palma porque la inquiokupa ni paga ni se va del chalet.

Por ello tuvo que alquilar un estudio de apenas 55 metros cuadrados con una habitación, cocina, baño y sofá cama, y por el que paga 1.200 euros mensuales.

A esta cantidad hay que sumar además de la hipoteca de la casa inquiokupada que el banco no perdona, el pago religioso de los suministros de luz, agua y gas de aquellos que no le pagan la renta, y que disfrutan de su chalet en el barrio de Son Sardina.

Una localidad rural palmesana que tiene la Serra de Tramuntana como telón de fondo.

Allí viven sin que les falte de nada los inquiokupas de Cristina con cuatro coches en la puerta, y dentro una casa de 155 metros cuadrados, tres habitaciones, tres cuartos de baño, cocina grande, además de un bungalow con cocina y habitación espaciosa, y otro baño. Todo ello en una parcela de 1.000 metros cuadrados con piscina y jardín con palmera, limonero, yuca, olivo y buganvillas.

Todo ello recién renovado con cocina nueva y suelo a estrenar. Esa es la vivienda que le quita el sueño y pone de los nervios a Cristina, porque la paga pero no la puede disfrutar.

«Estamos hacinados en un piso y ella disfruta de nuestra piscina, del jardín y de la casa. Me parece denunciable que las leyes no protejan a los propietarios y sí a los que okupan. Y quiero denunciar esto por mí y por otras familias que seguro están viviendo situaciones similares».

Y la situación personal de Cristina puede ir a peor cuando llegue noviembre como ella teme, si la inquiokupa sigue en su casa, llegan las vacas flacas a Mallorca una vez acabada la temporada turística y las ventas de su tienda de ropa del centro de Palma no le dan para cubrir sus facturas ni pagar el piso. ¿Será ella desahuciada antes que su inquiokupa?

«Es una situación que me genera una rabia y una impotencia tremenda, porque se las saben todas. Me archivaron una denuncia por lo penal, y ahora, hay que empezar otra vez por lo civil un procedimiento de desahucio, pero los juzgados están colapsados. Es una vergüenza, pero no sé qué puedo hacer más que lo que estoy haciendo».

Aunque la izquierda en Baleares lo niegue, como sigue negando en materia de inmigración la existencia de una ruta argelina consolidada en el Mediterráneo con las Islas como destino, en Baleares las denuncias por okupación crecieron un 26% el año pasado, y es ya la segunda comunidad autónoma en la que, en proporción a su población, más aumenta esta lacra social, sólo superada por Cataluña donde con el socialista Illa al frente, se baten todos los récords.

En total, en 2024 se produjeron 514 denuncias en Baleares por okupaciones, incluyendo delitos de usurpación y allanamientos de morada, la cifra más alta en los registros históricos realizados desde la década pasada. Lo de Cristina, por tanto, no es ni mucho menos un caso aislado.

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