EL CUADERNO DE PEDRO PAN

‘Cigarreras’, discutible fidelidad con Pardo Bazán y apabullante manipulación

El dramaturgo gallego Cándido Pazó adapta al teatro la novela 'La Tribuna', que se ha representado en el Principal de Palma

pardo bazán
'Cigarreras', adaptación teatral de la novela 'La Tribuna' de Emilia Pardo Bazán.

El dramaturgo y director gallego, Cándido Pazó, ha elegido la novela La Tribuna de Emilia Pardo Bazán, editada en 1883, para transformarla en una obra teatral ahora titulada Cigarreras, de discutible fidelidad con el recorrido de la novela. Días pasados, Cigarreras fue representada en el Teatre Principal de Palma. Las siete actrices en escena que estuvieron en Palma son las mismas del estreno absoluto en su versión original gallega; un septeto liderado por Susana Dans en el papel de Emilia Pardo Bazán y Tamara Canosa en la piel de Amparo, la heroína convertida aquí en claro estereotipo de mujer emancipada y librepensadora.

Para ir abriendo boca hay dos observaciones de especial relevancia para entender de qué va realmente esta adaptación. La primera es que el motivo tiene que ver con el hecho de conmemorarse el centenario de la muerte de Emilia Pardo Bazán (1921-2021) y a partir de ahí sacar provecho del tirón de la efeméride pues no en vano la escritora gallega fue precursora de la novela social, comprometida por tanto, y además una feminista originaria. Un feminismo ahora reinterpretado en esta versión teatral.

La intencionalidad preferente de Pazó es simple y llanamente ensalzar el feminismo radical. En este sentido baste recordar estas declaraciones suyas a la agencia EFE con motivo del estreno de la versión en castellano a finales del pasado mes de marzo: «El siglo XX se define por la voz femenina, así que, siempre que puedo busco obras con perspectiva de género». Yo pensaba que era más acertado señalar que definen al siglo XX dos guerras mundiales, la amenaza nuclear y la irrupción, y fracaso, de la dictadura del proletariado causante de millones de muertes. Solamente la patología woke es capaz de retorcer cualquier argumento hasta hacerlo encajar en este caso con la ideología de género más radical.

De hacer falta poner la trama patas arriba, se hace, y santas pascuas.
Cigarreras no deja de ser un producto manipulado, en manos de Cándido Pazó. Manipulado conscientemente, como muestra estas palabras del dramaturgo y director gallego a propósito de la verdadera intencionalidad de su adaptación: «Emilia Pardo Bazán relata esta historia con una mirada feminista pero su feminismo es el de una mujer acomodada y monárquica. Yo quería contarlo de otra manera, dando la palabra a las obreras y así permitiéndoles contar su historia con una inocencia y una ilusión que no tiene Pardo Bazán». Otra vez la izquierda más soez aquí representada por Pazó se muestra incapaz de entender los casi 140 años que nos separan de la novela de Pardo Bazán; además una mujer que defendió de una manera activa el derecho de las mujeres de su época de acceder al conocimiento, a su libertad de ser y ella misma, «conservadora y monárquica», viviendo su día a día desde una actitud coherente que escandalizaba a contemporáneos.

Pero el revisionismo del presente llamado corrección política que estrictu senso es censura bestial, se niega a contemplar el contexto y aprovecha el aquí y ahora como la medida sacramental de todas las cosas, y en el caso de Cándido Pazó se traduce en la manera de subrayar esa «inocencia e ilusión» apelando a las cuatro canciones de agitación compuestas expresamente para la ocasión por completo ajenas al contenido de la novela, y lo más grave es que el efecto manipulador resulta bien recibido por el público. A esto se le llama explotar sin miramiento alguno la inteligencia emocional.

Me consta la identificación mayoritaria de las mujeres con lo que sucedía en escena, a pesar de alejarse del valor objetivo de la novela. Prueba de ello es la prioridad de Cándido Pazó: «Narrar la historia desde lo femenino, eligiendo silenciar a los personajes masculinos de la novela». Es decir, un permanente ejercicio de sacar de contexto el relato.

Jugaba a favor de esta empatía el hecho de situar a Emilia Pardo Bazán en la escena pero a modo de observadora, mientras cobra vida una narrativa en paralelo que conforme va cobrando fuerza empequeñece la figura de Pardo Bazán, convirtiéndola en una simple comparsa ante el empoderamiento y la sororidad de unas mujeres convertidas en heroínas, ajenas a la mirada feminista de Pardo Bazán, por ser «un feminismo de mujer acomodada y monárquica», en palabras de Cándido Pazó. Un feminismo incompleto al parecer y dadas las circunstancias no cabe valorar el trabajo de las actrices puesto que simplemente son parte estática del comic dibujado por Pazó, empezando por la caricaturizada Susana ‘Pardo Bazán’ Dans, aunque para ser justos sobresale la brillante interpretación de Tamara Amparo Canosa.

Resulta sintomático que el texto de análisis en el programa de mano fuese encargado a la poetisa y feminista mallorquina Annalisa Marí Pegrum con este titular: L’etern enemic, l’home. Para acabar con este supremo párrafo: «El empoderamiento y la autonomía femeninas que podemos observar en la protagonista de esta novela del siglo XIX, opuesta a la sumisión de los valores masculinos y transgresora de los dogmas morales de la época, son un fantástico recordatorio de todo lo que hemos avanzado las mujeres y todo lo que nos queda por avanzar». Me he perdido: ¿Habla de la novela o de la obra de teatro? ¿No habíamos quedado en que Emilia Pardo Bazán era practicante de un feminismo conservador y monárquico?

Si a ello unimos que la acción coincide con la caída de Isabel II y el auge revolucionario que llevará en 1873 a instaurar la I República (es igual lo que sucediera después) lo que tenemos es un discurso tendencioso y bien armado que convierte la manipulación de La Tribuna en un panfleto de marcadas semejanzas con la batalla cultural de la izquierda en alianza con los ecos del presente identificados con el acoso reincidente a la Monarquía parlamentaria y el objetivo de enaltecimiento de la II República, ahora consumado con la Ley de Memoria Democrática. Un despropósito que se agrava con la impúdica manipulación del texto de Pardo Bazán, algo que parece importarle una higa a Cándido Pazó y resto de comparsas.

Un ejercicio al más puro estilo del realismo socialista y en buena sintonía con la corrección política. Se es condescendiente con el feminismo de la escritora gallega, pero oh, carallo! «feminismo conservador y monárquico» que obviamente hacen de ella alguien que no es de los nuestros. ¿Verdad, Cándido Pazó? Con el agravante de valerse del Centenario Pardo Bazán.

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