David Cameron: la caída de un pragmático
El referendo in vs out celebrado en Reino Unido el 23 de junio de 2016 se ha cobrado la pieza más valiosa del escenario político británico. En efecto, una vez conocidos los apretados resultados (52% frente 48%), la victoria del Brexit provocó la dimisión del primer ministro David Cameron, que se hará oficial en los próximos meses. Sin duda alguna, un triste final para quien hace poco más de un año había conseguido, contra todo pronóstico, ganar las elecciones por mayoría absoluta.
En consecuencia, David Cameron pasará a la historia por haber posibilitado la salida de su país de la Unión Europea. No obstante, lo más sorprendente radica en que, a pesar de haber propiciado el referendo, no formaba parte de la línea dura del euroescepticismo, ni tampoco resulta acertado calificarlo de eurófobo.
Por el contrario, cuando en 2005 se convirtió en líder del Partido Conservador, trató en todo momento de que la “cuestión europea” ocupara el menor espacio posible en su discurso, consciente de los problemas que aquélla había ocasionado a su formación, no sólo durante los gobiernos de Margaret Thatcher y John Major, sino durante la prolongada travesía en la oposición al Nuevo Laborismo de Tony Blair.
Cameron trató de recuperar el “conservadurismo compasivo”
Al respecto, Cameron trató de recuperar el “conservadurismo compasivo”, trasladar a su partido al siglo XXI y eliminar el estigma de nasty party, manteniendo intacto su rechazo a formar parte del euro y a aprobar la Constitución Europea.
Sin embargo, esta forma de encarar las relaciones con la UE resultaban insuficientes para un amplio sector de la bancada tory, a la que Cameron trató de calmar prometiendo la retirada del Partido Conservador del Partido Popular Europeo en el Parlamento Europeo. La adopción de esta medida en 2009, si bien no tenía un excesivo coste político para Cameron, sí que suponía una pérdida de prestigio e influencia para los tories en la citada institución europea.
Ni que decir tiene que con esta decisión no logró calmar al euroescepticismo, una parte del cual comenzaba a mostrar síntomas evidentes de eurofobia. Por tanto, que en enero de 2013 anunciase su deseo de convocar un referendo in vs out, previa renegociación de la relación de su país con la UE, siempre y cuando ganara por mayoría absoluta las elecciones de 2015, simplemente debe calificarse de huida hacia adelante. Además, dio satisfacción a un nutrido grupo intelectual, político y periodístico que venía exigiendo una medida de esta naturaleza.
Cameron había jugado por primera vez a la ruleta rusa, con un referendo en el que estuvo en juego la unidad de Reino Unido.
Antes de ello, Cameron había jugado por primera vez a la ruleta rusa, cediendo a las presiones del nacionalismo escocés y permitiendo la celebración de un referendo en el que estuvo en juego la unidad territorial de Reino Unido.
El 18 de septiembre de 2014, Cameron se salvó por los pelos. El 23 de junio de 2016 no corrió la misma suerte. Que el Brexit se haya impuesto no debería sorprender a nadie. Su discurso en contra de las intromisiones de Bruselas y centrado en apostillar un supuesto carácter fallido de la UE, formaba parte del ambiente británico desde varias décadas atrás.
Los rescates a Irlanda, Portugal o Grecia y la crisis de los refugiados han sido instrumentalizados por los partidarios del abandono para enfatizar las consecuencias negativas que a su juicio implica formar parte del proyecto europeo. Si a esto le sumamos unas abundantes dosis de populismo, demagogia y xenofobia, tenemos la combinación perfecta que ha amputado a la UE uno de sus miembros más valiosos. En todo este proceso, Cameron ha sido el cooperador necesario.
Alfredo Crespo es doctor en Ciencias Políticas por la Universidad Rey Juan Carlos y autor de Cameron. Tras la senda de Churchill y Thatcher (Editorial Siníndice, 2011).