ARAGÓN

Crónica vecinal de cómo un barrio se convierte en un gueto: el día a día en El Gancho de Zaragoza

Todas las asociaciones vecinales piden mayor presencia policial y un plan de urgencia para revertir la situación

El sábado pasado, un indigente asesinó a una mujer en una casa okupada

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Paula Ciordia

Esta semana, decenas de vecinos del barrio de San Pablo, conocido como El Gancho (Zaragoza), se han concentrado a las puertas de la iglesia de San Pablo para protestar por la situación de inseguridad que asola la zona. El detonante ha sido el asesinato de una mujer indigente el pasado sábado, de nacionalidad búlgara, a manos de un hombre español, también indigente, que estaba okupando un piso de un edificio abandonado en la calle Boggiero.

El suceso ha conmocionado a los vecinos de El Gancho, que temen que esta trágica muerte en Zaragoza pueda convertirse en un mero crimen más, sin que las autoridades reaccionen ante lo que es un problema anquilosado en el barrio: la degradación de una zona cada vez más marginal, que los zaragozanos perciben como «un nuevo gueto». Es decir, un caldo de cultivo donde la «inmigración ilegal, la okupación, las peleas y el miedo están haciendo mella», explica a OKDIARIO Anselmo, el vicepresidente de la Plataforma Afectados Gancho-Pignatelli.

No hay más que callejear para darse cuenta de que la inseguridad amenaza como una carcoma silenciosa con arrasar un barrio entero. El Gancho está en pleno centro de la ciudad de Zaragoza, sin embargo, son pocos los comercios que logran sobrevivir en la zona, mientras las asociaciones sociales proliferan.

Para que se hagan una idea, el asesinato de la mujer en la calle Boggiero se produjo a escasos 500 metros del Mercado Central de Zaragoza. Un escenario en el que cometió otro crimen el mismo hombre, tal y como él mismo habría reconocido tras ser interrogado por la Policía, motivo por el cual el juez decretó prisión provisional para el presunto asesino.

¿Por qué un barrio familiar y trabajador se convierte de pronto en un gueto? ¿Qué tienen que decir las autoridades ante ello? Un miembro de una asociación vecinal nos cuentan indignado que algunos políticos les han llegado a responder que «todas las grandes ciudades tienen su zona…, como la tiene Barcelona, Madrid, París, Bruselas…».

OKDIARIO estuvo presente en ese eterno minuto de silencio entre los vecinos de El Gancho de Zaragoza. Sus testimonios son los testimonios de padres preocupados porque sus hijos regresen a casa por la noche. Señoras mayores que tienen miedo de ser asaltadas por los vendedores de droga. Familias que ven cómo los okupas se instalan ilegalmente como nuevos vecinos de su edificio o de su calle….

«Una realidad que parece planificada», como nos indica una de las manifestantes. Lo que nos cuentan estos zaragozanos es impactante, pero tristemente no es nuevo en las ciudades europeas. Es la crónica vecinal de cómo un barrio se convierte, de pronto, en un gueto. De este mismo problema, las cámaras de OKDIARIO también han sido testigo en otras zonas de Zaragoza, como en las Delicias, donde el problema de la okupación y la delincuencia, también ha sembrado el miedo entre los ciudadanos.

Miedo en El Gancho

«Yo por la noche no salgo sola. Tengo que venir con alguien, y si no, me quedo en mi casa. Eso de salir de fiesta con los amigos… no. Y si me voy, con taxi, que me deje en la puerta del edificio», confiesa una joven. «El miedo sí que lo tienes», reconoce, «llevo 33 años en este barrio, lo quiero mucho, pero San Pablo, San Blas, Predicadores, no se puede andar, y menos por la noche».

Le pregunto a otra joven cómo ve el horizonte de aquí a unos años. No tarda ni un segundo en dar una respuesta: «Mal, siempre vamos con miedo, aquí por según que zonas te puede pasar cualquier cosa».

«Yo tengo tres hijas, y tengo mucho miedo cuando vienen de madrugada. Me paso muchos días sin dormir yendo a buscarlas a todos los sitios, esto es vergonzoso», explica su padre, quien ha acudido a la manifestación junto a su mujer y una de su hijas, tratando de visibilizar el problema del barrio.

«Cuando la gente me decía que por estas calles no se metería, me sabía hasta mal, porque pensaba… ¡es mi barrio!, pero ha pasado el tiempo y lo comprendo. Da respeto», cuenta otra vecina, que lleva toda su vida viendo aquí.

«Tenemos mucha gente de fuera, y nos están invadiendo», lamenta otra señora preocupada también por su hija: «Por la noche, el barrio cambia. Yo me preocupo mucho por mi hija de 23 años, y cada vez que sale, viene en taxi. Nos da miedo, y con el crimen de Boggiero, nos da más aun».

Atracos, drogas…

Otra señora más nos cuenta cómo sufrió un brutal atraco, hace justo dos años, por estas calles de El Gancho. «Me rompieron el brazo, me tuvieron que operar…, se necesita más presencia policial».

«Somos buena gente, pagamos nuestras hipotecas y nuestros gastos, e intentamos que haya armonía y convivencia, pero no nos ayudan nada las autoridades. Hay que controlar la inmigración», expresó de forma espontánea una vecina en la concentración.

Después, a nuestros micrófonos, explica la misma señora que «no es una cuestión de racismo, no soy racista, me considero generosa y buena persona, a mí me gusta ayudar». «Cuando me refiero a que hay que controlar la inmigración no es una cuestión negativa, sino a hacer las cosas bien, tanto para unos como para otros, y las acogidas tienen que ser bien hechas».

¿Y la política?

«Este barrio es multicultural, muy vivo, pero que lleva abandonado por las instituciones públicas décadas, y es una lástima que en el centro de la ciudad se esté llegando a este grado de degradación consentida y parece incluso que planificada», destaca otra de las vecinas.

«Hemos recurrido a todas las instituciones, al Gobierno de Aragón, al Ayuntamiento, a los partidos políticos, a la delegación del Gobierno, a la Policía Nacional, a la Local, a la Junta de Distrito, y siempre nos encontramos con lo mismo, buenas palabras, pero ninguna acción efectiva», pronunció uno de los vecinos entonando el manifiesto de las asociaciones vecinales de El Gancho que se concentraron en protesta del trágico final de la mujer asesinada.

La proclama continúa: «Les decimos que de una vez dejen de mirar para otro lado, y cumplan con su obligación, porque es su trabajo y su responsabilidad, no se puede permitir que estas situaciones se sigan repitiendo a diario, y que los vecinos vivamos con auténtico miedo, porque por desgracia si no hacen nada, esta muerte del viernes no será la última».

Hay que reseñar que, ante el llamamiento a los partidos y demás representantes políticos para que se sumaran al minuto de silencio convocado por las asociaciones en memoria de la mujer asesinada el menosprecio ha sido más atronador que su silencio. Sólo dos partidos asistieron como muestra de solidaridad ante la víctima y el vecindario de El Gancho.

Podrá resultar sorpresivo, pero Vox y PSOE estuvieron cívicamente en aquella plaza olvidada de San Pablo, junto con decenas de zaragozanos absortos y desbordados por un día a día vivido con miedo.

Ante los pies de la iglesia imponente de San Pablo (también el párroco estuvo presente), de la que otrora fue la parroquia más importante de la ciudad, uno no puede más que preguntarse por qué. Por qué un barrio deja de ser menos que otro, ahora que tanto se habla de igualdad para todos. Por qué está condenado a ser resignadamente un gueto, a vivir con miedo, cuando los ciudadanos que lo habitan, como bien decía aquella voz espontánea, pagan igualmente «sus impuestos, trabajan, madrugan»…

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