El yihadista de Algeciras cree que en el centro penitenciario vivía «rodeado de demonios»
Yassine Kanjaa, el yihadista que protagonizó en enero un ataque en Algeciras que se saldó con la muerte de un sacristán y con varios heridos, fue trasladado al centro psiquiátrico penitenciario de Sevilla como ha ordenado el juez de la Audiencia Nacional que se encarga de la investigación del caso. Y es que, según ha podido saber OKDIARIO Andalucía por el informe médico forense, en el centro penitenciario decía estar «rodeado de demonios» y no puso ningún problema para estar en un módulo de aislamiento, donde ha pasado la mayor parte del tiempo.
Según este informe, fue dos meses antes cuando comenzó a tener ideas suicidas o de matanza, agudizándose tres días antes, momento en el que recibió un «flash» que le decía que «tenía que matar a los demonios o suicidarse». Por ello decidió matar al sacristán. Porque, según dijo a los médicos forenses, era «Satán» y le «metía imágenes de muerte en la cabeza».
Declaración a la Policía
Después de que le echasen de la Iglesia el yihadista «se sentía tan mal hacia la práctica religiosa en esa iglesia que sintió una revelación divina que le decía que debía actuar contra los ritos» que allí se practicaban, tal y como indicó días después de los hechos a la Policía.
Fue entonces cuando Kanjaa decidió volver con un machete con una única intención: «Tenía que matar a todos los sacerdotes que se encontraban en la iglesia».
Tras acudir a la primera iglesia, Kanjaa se encontró con un cura que «tenía un libro abierto mientras daba misa». Allí, y «sin tener ninguna misericordia hacia él porque tenía su corazón odioso le asestó un golpe en el cuello con la intención de quitarle la vida».
El hombre atacado resultó ser el cura Antonio Rodríguez Lucena, que tuvo que ser ingresado a consecuencia de las heridas, pero que se recuperó favorablemente de las mismas.
Instantes después, Kanjaa acudió a una segunda iglesia y terminó con la vida del sacristán, que «intentó defenderse con una silla». Su intención, confesó ante los agentes, «era cortarle el cuello y matarle para acabar con su maldad».