Las FARC y los mercantilistas de la tragedia
«Colombia se asoma al abismo al rechazar a las FARC», «Uribe ha sacado partido al rechazo a las FARC» o «ni siquiera los actos de perdón de las últimas semanas han servido de acicate», fueron los gatillazos legitimadores de El País a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia en su editorial ‘Colombia dijo no al acuerdo de paz con las FARC’, publicado tras perder Santos su plebiscito convocado sobre el acuerdo de «paz». El bautizo «cristiano» a los nuevos demócratas que, por real decreto de la rotativa de Cebrián, dejaron de ser el tercer grupo terrorista más rico del mundo. Pero oigan, algo de orgullo por la «criatura» panfletaria le faltó a PRISA cuando ninguna de las frases arriba citadas fue elegida como titular. Ni los juicios que convertían a Uribe en pringado pagano de Timochenko, ni el cese de asesinatos, secuestros y violaciones a niñas convertidos en elegancia y un alarde de generosidad, ni ese “perdón” que categoriza a las víctimas como condonados de la deuda de estar vivos por misericordia. Iban colados en párrafos finales, casi clandestinos. De tapadillo, como todo lo que avergüenza.
Como el Papa Francisco, vicario del socialismo del siglo XXI y apóstol del acuerdo. Como Obama y demás lobistas rutilantes del sí y de la impunidad. Y como Margallo que, incapaz de asumir su relevo en exteriores, pretendía llevarse al emérito Jefe de Estado a la fiesta ibicenca de los tres sátrapas para poner “la manito” Real sobre los 448 años de acumulación de condenas por asesinato de Timochenko, sobre la zurda del peque octogeneraio de los Castro y sobre la mano del zapateril Santos. Convertir al padre de Felipe VI en la azafata pibón de semejante enjuague de terrorismo internacional y reclutamiento de guerrilleros para el casting de 26 escaños de diputados, alcaldes, senadores y presidentes del futuro narcoestado que convertiría al mismo Santos y a Colombia en una herramienta de extorsión legalizada a cada ciudadano.
A los españoles el procedimiento ya nos suena de algo. Es de primero de abertzalismo para dummies, y deja una pasta gansa a los mercantilistas de la tragedia, los Monedero y el resto de millenials cuarentones del socialismo patrio: aplicar la pátina de la neolengua pacifista sobre el exterminio selectivo, el olvido de 700 colombianos secuestrados y, previamente, de las 900 víctimas de ETA convertidas en las ratas de laboratorio de estos peculiares ejecutivos de los derechos humanos que defienden un acuerdo por un tribunal propiedad de Santos y las FARC para ajusticiar a ciudadanos, ganaderos, agricultores, militares, policías y empresarios que hasta ahora habían denunciado a la guerrilla terrorista. Un pacto que obligaría hasta a las rentas más bajas a saldar las deudas que las FARC tienen con sus víctimas mediante una subida de impuestos camuflada como patraña solidaria.
El acuerdo impone, además, la expropiación de las tierras por el Estado y las propias FARC a quienes las han obtenido legalmente, aunque como consuelo, todo hubiera sido democrático si el robo de las elites terroristas hubieran sido consignado en nombre del interés social. Cuando el Estado de Santos hubiera obsequiado a los colombianos la dignidad a cambio de acatar que el robo es por el interés del agraviado. La paz se da cuando la vida, la libertad y la propiedad privada se respetan, y el que se arrodilla ante el sicario con concesiones condena a la población a la humillación y una latente realidad bélica. La paz se defiende sin políticos cobardes. Sin miedo al chantaje del miedo a la guerra.