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Por qué cerrar apps en el iPhone es el peor truco para ahorrar batería

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Nacho Grosso
  • Nacho Grosso
  • Cádiz (1973) Redactor y editor especializado en tecnología. Escribiendo profesionalmente desde 2017 para medios de difusión y blogs en español.

A pesar de que millones de usuarios lo hacen a diario casi por inercia, lo cierto es que cerrar apps en el iPhone no aporta ningún beneficio real al consumo. iOS mantiene una gestión interna muy estricta de los procesos en segundo plano y, cuando una app deja de estar en uso, pasa automáticamente a un estado de suspensión en el que no consume CPU ni energía. Es decir, queda congelada a la espera de que vuelvas a necesitarla, sin gastar recursos salvo un pequeño espacio de RAM. Forzar su cierre interrumpe ese ciclo natural y obliga al sistema a cargar la aplicación desde cero cada vez que la abras, lo que requiere más energía de la que emplearía si simplemente la dejases en reposo.

Cómo funciona realmente la gestión de apps en iOS

Apple lleva años insistiendo en que su sistema operativo no necesita que el usuario cierre manualmente las aplicaciones. La razón está en la arquitectura propia de iOS: cuando detecta que necesita más memoria disponible para abrir una nueva app o realizar una tarea pesada, se encarga por sí solo de liberar recursos cerrando procesos en segundo plano de forma selectiva y eficiente. El usuario no tiene que intervenir, y de hecho hacerlo rompe el flujo diseñado por el sistema.

Además, cuando una app está congelada en segundo plano no puede ejecutar código, no puede actualizarse a menos que tenga permisos específicos y no supone un gasto continuado de batería. La sensación de “tener muchas apps abiertas” es visual, no real en términos de consumo.

apps de compras invasivas
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Por qué forzar el cierre gasta más batería

El punto clave está en el reinicio continuo. Cada vez que fuerzas el cierre de una app y la vuelves a abrir, el sistema debe reconstruirla desde cero: cargar librerías, ejecutar procesos iniciales y recuperar su estado. Ese esfuerzo sí requiere CPU y energía, de modo que hacerlo repetidamente acaba produciendo un impacto mayor en la batería. Es justo el efecto contrario al que busca el usuario.

En Android ocurre algo similar. Aunque tiene una gestión más flexible, los procesos en segundo plano también se congelan en la mayoría de situaciones. Matar apps manualmente o usar aplicaciones de “optimización” puede generar un gasto adicional porque el sistema se ve obligado a arrancarlas de nuevo si son necesarias para notificaciones o servicios del propio teléfono.

Cuándo sí es útil cerrar una app

Hay casos puntuales en los que cerrar una aplicación tiene sentido. Por ejemplo, si una app se queda bloqueada, no responde o consume recursos por un error. También puede servir si un servicio concreto pierde conexión y necesita reiniciarse para funcionar otra vez. Fuera de esos escenarios, el cierre manual no ofrece ventajas y puede incluso generar un efecto negativo.

Una costumbre difícil de abandonar

El gesto de deslizar hacia arriba para cerrar apps se ha convertido en un hábito arraigado que muchos usuarios sienten como una forma de “limpiar” el teléfono. Sin embargo, no refleja el funcionamiento real de iOS. La eficacia del sistema radica precisamente en que gestiona los recursos de forma automática, transparente y más eficiente que cualquier intervención manual. Entender cómo trabaja por dentro ayuda a evitar prácticas heredadas de otras épocas que ya no tienen sentido en la tecnología actual.

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