HUELVA

El entrenador acusado de agresión sexual se ofrecía a depilar los genitales a las menores de su equipo

entrenador Huelva
El entrenador detenido por agresión sexual.

El entrenador detenido por agresión sexual se ofrecía a rasurar los genitales a las menores de su equipo de fútbol en Huelva. Francisco Manuel L. intentó convencer a varias de las menores a su cargo de que él era la persona idónea para afeitarles el pubis con forma de corazón, según las denunciantes.

El acusado se presentaba con las cuchillas en los vestuarios de las jugadoras, ofreciéndoles el rasurado, también cuando las acosaba telefónicamente o cuando presuntamente las agredió en su despacho de la Universidad de Huelva. Ahora la Policía está cruzando el ADN de esas cuchillas y el de la ropa interior femenina, que hallaron en la taquilla del acusado, con el ADN de las niñas. El acusado se negó, pero por diligencias, el juez le ordenó que entregara una muestra de saliva el mismo día de su detención. Los investigadores también rastrean el teléfono móvil del acusado en busca de fotografías de las partes íntimas de las niñas, algo de lo que presumía el detenido, según las testigos.

Estos hechos sólo constituyen una pequeña parte de lo que han relatado las víctimas a la Policía y el titular del Juzgado de Instrucción número 4 de Huelva les concede plena veracidad. El juez considera que hay motivos de sobra para creer responsable de los hechos al entrenador, debido al testimonio sólido y con alto grado de detalle de las cuatro menores que denunciaron en primer lugar. También por los mensajes aportados por las víctimas que reflejan los intentos de acercamiento del entrenador a las niñas a través de redes sociales y aplicaciones de mensajería. Por último, los efectos requisados por los policías en los registros del despacho del acusado, como son unas cuchillas de afeitar y varias bragas que arrebató a las víctimas, también le señalan directamente.

En su atestado, los especialistas de la Unidad de Atención a la Familia y Mujer (UFAM) dejan claro que, tras la exploración de varias víctimas, pueden atribuir al presunto agresor un patrón claro de actuación. En primer lugar, intentaba captar para sus equipos a las menores, una vez que jugaban en esos equipos comenzaba a presionarlas para que le aceptaran en las redes sociales o en aplicaciones de mensajería instantánea, y ya dentro de su red, comenzaban las actitudes de acoso diarias, tales como irrumpir en las duchas y vestuarios cuando las menores estaban desnudas. Tocamientos generalizados, pellizcos y «cachetadas» se sucedían, según las víctimas, en la gran mayoría de entrenamientos. También, ofrecimientos de depilación de pubis que, según algunas de las testigos, llegó a ejecutar con menores.

Semejante actitud motivó en más de una ocasión protestas de las jugadoras que llegaron a escribir y leerle en persona un comunicado exigiéndole que dejara de irrumpir en los vestuarios. El presunto agresor reaccionó mostrándose ofendido y castigando al equipo con una dura jornada de ejercicio físico.

En la siguiente fase, relatan las víctimas, el acusado las obligaba a ir a su despacho en la universidad para probarse ropa interior deportiva y una vez allí las presionaba a las niñas, algunas de 13 y 14 años, para que se cambiaran de ropa delante de él.

En la última fase, las víctimas relatan que el acusado las citaba en su despacho para recibir masajes en los abductores que supuestamente terminaban con tocamientos y agresiones sexuales. Las víctimas quedaban bloqueadas y en estado de shock durante unos minutos, incluso llorando, dándose la circunstancia de que el agresor llegó a pedirles perdón posteriormente. Algunas no se atrevieron a denunciar por miedo a que no las creyeran, pero se negaron a volver a recibir masajes a pesar del acoso telefónico y las amenazas de apartarlas del equipo. Lo reflejan mensajes como éste que recibió una de las menores: «Me pareces patética si no te dejas curar», antes de que terminara bloqueando al entrenador, que seguía enviándole decenas de mensajes y llamándolas por teléfono.

Los investigadores hacen notar en sus informes, y el juez instructor lo refrenda, que el acusado supuestamente se valía de su posición de superioridad y amistad con el entorno de las víctimas para cometer los hechos y presionar para que las menores no denunciaran. Por eso, la letrada de las víctimas, Patricia Catalina, solicitó su ingreso en prisión provisional para evitar que coaccionara a las menores. Ahora, Francisco Manuel L. está en la cárcel y ya son 19 las víctimas que le han denunciado por agresión sexual.

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